EL MUNDO › ESCALADA DE VIOLENCIA EN IRAK ANTE LA RETIRADA ESTADOUNIDENSE

Matan a un líder opositor

Un joven de entre 15 y 18 años entró a la mezquita y le disparó dos veces en la cabeza al líder del principal partido sunnita, antes de abrir fuego contra la multitud de feligreses, detonar una granada y ser abatido por los guardias.

 Por Patrick Cockburn *

Desde Bagdad

Un asesino adolescente le disparó y mató al jefe del mayor bloque sunnita en el Parlamento de Irak, cuando salía de una mezquita del oeste de Bagdad. El ataque enfatiza la extrema violencia de la política iraquí mientras las tropas de Estados Unidos se preparan para abandonar las ciudades iraquíes a fin de este mes. Harith al Obaidi era jefe del Tawafiq, un partido que representa a los sunnitas árabes que conforman un quinto de la población, y era conocido por hacer campaña a favor de los prisioneros. Su asesinato elevará la temperatura política sin importar quién estuvo detrás.

El relato de la policía de lo que sucedió es que Obaidi había estado hablando en las oraciones en la mezquita al Shawaf en el distrito Yarmouk de Bagdad. Un joven de entre 15 y 18 años entró a la mezquita y le disparó dos veces a Obaidi en la cabeza, antes de abrir fuego contra la multitud de feligreses y detonar una granada. Fue muerto a tiros por los guardias de la mezquita. Otras cuatro personas también murieron.

El asesinato lleva la marca de una matanza de Al Qaida, ya que el atacante debe haber sabido que lo iban a matar. A pesar de criticar al gobierno del primer ministro, Nouri al Maliki, el grupo Tawafiq era miembro del mismo. Esto sería suficiente para convertirlo en blanco para Al Qaida, aunque ayer muchos musulmanes sunnitas en Bagdad estaban especulando que el asesino era un chiíta.

Obaidi no era especialmente muy conocido y se había hecho cargo del liderazgo de Tawafiq recién el mes pasado, cuando su predecesor, Ayaf al Samarai, fue electo presidente del Parlamento. Es probable que Al Qaida quiera demostrar que todavía es una organización temible en Irak, dentro y fuera de su propia comunidad sunnita.

Hace tres días Al Qaida había demostrado su largo alcance cuando un coche bomba explotó en el centro de la tierra chiíta, en el sur de Irak. Estalló en el pequeño y pobre pueblo de Batha, a 32 kilómetros de la ciudad de Nassariya al sur, matando a por lo menos 30 personas e hiriendo a otras 65.

En el pasado, Al Qaida buscó provocar los ataques vengativos chiítas con la esperanza de que esto provocara que una asustada comunidad sunnita se le sumara como defensores de su comunidad. Hasta ahora, tales intentos de volver a encender la salvaje guerra civil sunnita-chiíta de 2006-07 han fracasado. Hasta cuando hubo una doble explosión en el santuario chiíta Al Khadamiya en Bagdad a fines de abril, hubo poca reacción. Sin embargo, los chiítas y los sunnitas en Bagdad permanecen temerosos unos de otros y profundamente aprehensivos de que pueda repetirse el baño de sangre de hace dos años. La hostilidad comunal se ha mantenido contenida, aunque no hay señal de que los sunnitas, los chiítas o los kurdos estén resolviendo sus diferencias políticas.

“El principal problema en Irak es que los líderes están desunidos”, dice Mahmoud Othman, un miembro independiente del Parlamento. “La seguridad está mejor, pero no hay ninguna garantía de que la seguridad siga como está.”

Los sunnitas estaban preguntando ayer cómo un asesino es capaz de atravesar los puestos de control que embotellan el tráfico en todo Bagdad. Los terroristas suicidas o los asesinos sólo son muy difíciles de detectar en la atestada capital iraquí.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Guardias iraquíes inspeccionan un coche bomba que mató ayer a tres personas en Bagdad.
Imagen: EFE
 
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