Miércoles, 28 de septiembre de 2011 | Hoy
EL MUNDO › DURA CRITICA DEL PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA
Por Elena Llorente
Desde Roma
La semana pasada los industriales le manifestaron toda su rabia por el papel lastimoso, dijeron, que está haciendo Italia a nivel internacional y por la situación económica sin resolver. A eso se le agregó que la agencia de rating Standard and Poor’s degradó la deuda italiana y luego ocho bancos y once municipios, disminuyendo aún más su credibilidad mundial. Ahora es la Iglesia Católica quien muestra abiertamente su malestar ante el comportamiento del primer ministro Silvio Berlusconi, mientras la Justicia amenaza arrastrarlo a un nuevo proceso por, presuntamente, haber instigado a mentir a quien le proporcionaba prostitutas.
Como rara vez ocurre en este país de profundas y comprometedoras raíces católicas, el presidente de la conferencia episcopal italiana, el cardenal Angelo Bagnasco, dirigiéndose a los obispos, tuvo palabras durísimas para con el primer ministro, aunque, claramente como es tradición en la Iglesia, sin nombrarlo específicamente. Tan duro fue el mensaje que muchos diarios italianos destacaron el hecho con grandes titulares. Bagnasco –que antes del mensaje había sido recibido por el papa Benedicto XVI con lo que todo hace suponer que el propio pontífice aprobaba el discurso– habló de “comportamientos licenciosos, tristes y vacíos” y de “relaciones impropias, difícilmente compatibles con el decoro de las instituciones, que enrarecen el aire y hacen más pesado el camino común”.
Para el jefe de los obispos italianos, la cuestión moral “no es una invención mediática sino un hecho grave” y “quien elige la militancia política debe ser consciente de la medida y de la sobriedad, de la disciplina y del honor que supone, como nuestra Constitución recuerda”. Según Bagnasco, se trata “no sólo de hacer sino también de pensar de manera diferente. Hay que purificar el aire para que las nuevas generaciones no queden envenenadas”, dijo.
Al parecer, el mensaje de Bagnasco desencadenó una movida discusión en el seno de los católicos del Popolo della Libertá (PDL), el partido de Berlusconi. Porque una cosa es que la Iglesia cierre un ojo, como muchos piensan que había hecho hasta ahora ante los desbordes morales de Berlusconi, y otra bastante diferente que el principal exponente de la Iglesia italiana condene abiertamente su comportamiento, como lo hizo esta vez. Y hablar de católicos en Italia significa hablar de votos, votos que podrían ahora ponerse en discusión, al menos a nivel popular, ya que por ahora sigue Il Cavaliere teniendo la mayoría dentro del Parlamento. Los diarios dicen sin embargo que la discusión se habría abierto también a nivel de ciertos dirigentes del PDL que piensan que todo tiene su límite y que sería necesario convencer a Berlusconi para que renuncie como hizo Zapatero en España.
En lo que se refiere a la Justicia, Il Cavaliere corre riesgo de ser acusado de corrupción una vez más. Los jueces de Nápoles, que tenían en sus manos la investigación sobre el empresario Gianpiero Tarantini por haber supuestamente extorsionado al primer ministro proporcionándole prostitutas a cambio de contratos y licitaciones, han comprendido después de un largo análisis que Berlusconi no era extorsionado como suponían, al verificar que había pagado a Tarantini 500.000 euros, sino que por el contrario había corrompido a Tarantini pagándole esa cifra para que declarara en falso ante los jueces y no lo perjudicara. Hasta ahora, Berlusconi no ha sido incriminado, aunque los jueces de Nápoles sostienen en una declaración que él “sabía perfectamente que las mujeres que Tarantini le llevaba eran pagadas”. Il Cavaliere tiene en curso otra causa por soborno, en este caso del abogado inglés David Mills, a quien supuestamente pagó 600.000 euros para que declarara en falso en dos juicios en su contra.
Pase lo que pase, según la prensa, Berlusconi no piensa renunciar. Según el diario de Milán Il Corriere della Sera, habría dicho una frase que lo pinta de cuerpo entero: “Nadie me obligará a dar un paso atrás. Si lo logran, que me quiten la confianza en el Parlamento y entonces se deberá ir a elecciones. No tengo nada de qué avergonzarme, debería hacerlo quien me ha perseguido y espiado en mi vida privada, que ha sido completamente distorsionada”.
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