EL MUNDO › SNOWDEN REVELó QUE EE.UU. “TRABAJA MANO A MANO CON LOS ALEMANES Y OTROS PAíSES OCCIDENTALES”

Cuando nadie se salva del Gran Hermano mundial

Los “aliados” se espían entre ellos, y luego cada uno por su lado espían al mundo; y cuando a alguien se le ocurre denunciar la dictadura tecnológica, se vuelve un delincuente. El ex agente de la NSA se sumó a la lista de Manning y Assange.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

Un momento tan exquisito de hipocresía, cinismo, sumisión, violación del Derecho internacional, abuso del poder tecnológico y paternalismo occidental merece un lugar destacado en la historia humana. El episodio infamante que condujo a que el avión del presidente Evo Morales fuese bloqueado en Viena en base a un rumor infundado lanzado por España y según el cual el ex miembro de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA), Edward Snowden, se encontraba a bordo es la consecuencia de una cacería humana lanzada por Occidente en nombre de un nuevo delito: la información. En contra de todas las reglas internacionales, Francia, Italia, España y Portugal le negaron el acceso a sus espacios aéreos al avión presidencial boliviano. Querían capturar al hombre que reveló cómo Washington, a través de su dispositivo Prism, espía las comunicaciones telefónicas, los correos electrónicos, las páginas Facebook, los fax y Twitter del todo el planeta, incluidos los de sus propios aliados europeos. Según asegura el presidente austríaco Heinz Fischer en una entrevista publicada ayer por el diario Kurier, el avión del presidente boliviano no fue controlado. Fischer afirma que “no hubo control científico. No había ninguna razón para hacerlo a causa del Derecho internacional. Un avión presidencial es un territorio extranjero y no puede ser controlado”.

Los dirigentes del Viejo Continente apenas levantaron la voz cuando se reveló al alcance masivo del programa de espionaje norteamericano Prism. Y se entiende por qué: pocos días después, el vespertino francés Le Monde contaba cómo Francia hace lo mismo con su Big Brother nacional. “La totalidad de nuestras comunicaciones son espiadas. El conjunto de los e—mails, SMS, los listados telefónicos, los accesos a Facebook y Twitter son conservados luego durante años”, escribe Le Monde. En une entrevista publicada este fin de semana por el semanario alemán Der Spiegel, el informático Edward Snowden contó que “la NSA norteamericana trabaja mano a mano con los alemanes y los otros países occidentales”. El ahora ex agente de la NSA precisa que ese espionaje conjunto se lleva a cabo de manera que se “pueda proteger a los dirigentes políticos de la indignación pública”. En suma, los “aliados” se espían entre ellos y luego, cada uno por su lado, espía al mundo y cuando a alguien se le ocurre denunciar la dictadura tecnológica universal éste se vuelve un delincuente. Muchos asesinos, genocidas y ladrones de sus pueblos viven cómodamente exiliados en los países occidentales. Estados Unidos no le negó su protección al ex presidente boliviano, Gonzalo Sánchez de Lozada. Francia tampoco le cerró las puertas al ex presidente de Haití, el traficante de droga y asesino notorio Jean Claude Duvalier, Baby Doc. Pero a Edward Snowden sí. El ministro de Interior francés, Manuel Vals, dijo que en caso de que el agente norteamericano lo solicitara no era “favorable” a acordarle el asilo. Snowden habría recibido una respuesta semejante de más de 20 países.

Con ello, Snowden se ha convertido en el tercer hombre de la historia moderna en ganarse la medalla de perseguido por haber alertado al mundo. Además del mismo Snowden, la galería la componen Bradley Manning, el soldado estadounidense acusado de haber filtrado el mayor número de documentos de la historia militar de los Estados Unidos. En 2010, Manning trabajaba como analista de datos en Irak. Entró en contacto con el hacker norteamericano Adrián Lamo, a quien le dijo que contaba con una base de datos donde se demostraba “cómo el primer mundo explota al tercer mundo”. Manning le entregó la base de datos entera a Julian Assange, quien la difundió a través de Wikileaks. Varios días después Lamo denunció a Bradley ante el FBI. El otro que pagó por hacer circular información es el mismo Assange. Objeto de una turbia historia de sexo, Assange vive desde hace más de un año refugiado en la embajada ecuatoriana de Londres. Decir la verdad sobre cómo somos controlados, engañados, sobre cómo los imperios asesinan (video de Wikileaks sobre el asesinato de civiles en Irak), mutilan y torturan es un crimen que no autoriza ninguna tolerancia.

El pecado de informar es tan grande que hasta Europa se pone de rodillas ante Estados Unidos y llega, colmo de la vergüenza, a bloquear un avión presidencial. Y quienes participan en el complot son las mismas potencias que luego, en las Naciones Unidas, pretenden dar lecciones de moral al mundo. El Ministro francés de Relaciones Exteriores, Laurent Fabious, y el presidente François Hollande, pidieron luego disculpas por el incidente. Pero el mal estaba hecho. Según informaciones suministradas por el vespertino Le Monde, la “orden” de bloquear el avión no vino desde la presidencia francesa sino del gobierno. Fuentes concordantes del palacio presidencial francés y del gobierno citadas por la prensa aseguran que la decisión fue tomada por la directora adjunta del gabinete del primer ministro Jean-Marc Ayrault, Camille Putois. Christophe Chantepy, director del gabinete, dijo no obstante que “se trata de una decisión gubernamental. Hubo un error, como lo dijo Laurent Fabius, y Francia expresó que lo lamentaba”.

Ninguna declaración puede borrar tremendo papelón. El incidente no hizo más que poner en evidencia la inexistencia de Europa como entidad autónoma y libre y, de paso, la recolonización del Viejo Mundo por Estados Unidos. Y no es todo: al igual que la norteamericana, las grandes democracias espían al mundo. Eso fue lo que reveló Le Monde en lo que atañe al sistema francés. Se trata de un procedimiento “clandestino”, escribe el diario, cuya particularidad reside no en explorar el “contenido” sino cuál es la identidad de quienes intercambian conversaciones telefónicas, fax, correos electrónicos, mensajes en Facebook o Twitter. Según Le Monde, “la DGSE (servicios de inteligencia) colecta los datos telefónicos de millones de abonados, identifica al que llama y al que recibe la llamada, el lugar, la fecha, el peso del mensaje. Lo mismo ocurre con los correos electrónicos (con la posibilidad de leer el objeto del correo), los SMS, los fax. Y toda la actividad en internet que transita por Google, Facebook, Microsoft, Apple, Yahoo”. Con ese sistema se llega a diseñar una suerte de mapa entre personas “a partir de su actividad numérica”. A este respecto, el diario francés destaca que “este dispositivo es evidentemente precioso para luchar contra el terrorismo, pero permite espiar a cualquier persona, en cualquier lugar, en cualquier momento”. Francia cuenta con el quinto dispositivo de mayor penetración informática del mundo. Su sistema de espionaje electrónico es el más potente de Europa después del británico. La DGSE se mueve con un presupuesto anual de 600 millones de euros.

Estamos todos conectados. Sin saberlo, participamos en la hermandad universal de los sospechosos, de las personas que viven bajo el recelo de los Estados, cuyos mensajes amorosos o no son conservados durante años. Inocentes enamorados se codean en las bases de datos con criminales y ladrones, dictadores y financistas corruptos. Se puede apostar con los ojos cerrados a que las últimas categorías mencionadas vivirán impunes eternamente.

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El “topo” Snowden es el tercer hombre de la historia moderna que se ganó la medalla de perseguido, detrás de Manning y Assange.
Imagen: AFP
 
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