EL MUNDO › EL GOBIERNO DE COLOMBIA Y LAS FARC BUSCAN ALTERNATIVAS ANTE LA CRISIS DESATADA POR EL NO

Contacto en La Habana para salvar la paz

Durante dos semanas, Juan Manuel Santos y sus ministros escucharon las objeciones de los líderes del No. Ahora reabrieron el diálogo con la guerrilla. Aún se desconoce si habrá un nuevo plebiscito, una Constituyente o un mecanismo parlamentario abreviado.

 Por Katalina Vásquez Guzmán

Página/12 En Colombia

Desde Medellín

Humberto de La Calle, jefe negociador del gobierno en el convulsionado Proceso de Paz, se muestra ahora sonriente junto al canciller de las FARC, sentado a su derecha. En una sala rodeada de palmeras y viento, a la izquierda aparece el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, escuchando susurros del asesor de la guerrilla Alvaro Leyva, mientras Iván Márquez se acaricia la barbilla, y el ministro Juan Fernando Cristo y el senador Roy Barreras sonríen también dirigiendo la mirada a Rafael Pardo, Alto Consejero para el Posconflicto. Todo luce tranquilo en la tercera reunión de los negociadores de paz en La Habana que buscan alternativas ante la crisis desatada cuando la mayoría de los colombianos rechazaron el acuerdo de paz ya firmado en Cartagena el 26 de septiembre pasado, y sometido a consulta popular el 2 de octubre.

Desde su asiento, el canciller Rodrigo Granda o Ricardo Téllez muestra una sonrisa de oreja a oreja mientras el ministro Pardo –flanqueado por Jesús Santrich y Victoria Sandino, de las FARC– se dirige al público con gestos afables como quien charla entre amigos. La fotografía, dada a conocer ayer por los servicios de prensa de la Presidencia, podría asumirse como una muestra de que las conversaciones para destrabar este proceso de paz van por buen camino. La imagen corresponde a la tercera reunión entre gobierno e insurgencia en la que se discuten las propuestas de quienes rechazaron su acuerdo final de paz.

Durante dos semanas el presidente Santos y sus ministros ahora en Cuba escucharon al Centro Democrático, liderado por el ex presidente Alvaro Uribe, y otros políticos y líderes representantes del No: Andrés Pastrana, Marta Lucía Ramírez y religiosos. Sus propuestas, que según El Tiempo, serían más de 400 en suma, son conocidas y discutidas desde el fin de semana pasado en la sede de los Diálogos de Paz que, se esperaba, habían terminado con el punto final entre gobierno y FARC, pero que ahora se reabrieron para lograr un pacto más incluyente.

En qué cederá la guerrilla y cuál será la fórmula que usará el gobierno para implementar el nuevo acuerdo, aún no se conoce. Pero las buenas caras hacen pensar que hay confianza entre los negociadores de La Habana, mientras el optimismo y la exigencia por un pronto acuerdo siguen creciendo en las calles de Colombia. Desde Bogotá, el líder del movimiento Marcha Patriótica, David Flórez, le dijo a Página/12 que “la victoria del No ha demostrado, además del dolor que muchos tuvimos, la emergencia de fenómenos de apoyo, en especial de jóvenes que quieren un país en paz, que quieren participan en las decisiones de su país y que son la evidencia de un cambio en los valores políticos del país”. Para David, “todo este movimiento ciudadano tiene que servir para legitimar la implementación del próximo acuerdo” y agrega que “le corresponde al Presidente de la República hacer valer su mandato y el respaldo que tiene de la comunidad internacional para implementar lo más rápido posible los acuerdos, pues es poco probable que todos los sectores del No se vean de acuerdo con el nuevo panorama político”.

Esta semana están programadas diversas manifestaciones de artistas, víctimas, académicos y ciudadanos en general en plazas públicas, al igual que vigilias y oraciones en cadena en Colombia por la Paz. Por su parte, las FARC han abierto por primera vez en simultánea sus campamentos para que los religiosos, líderes sociales, los medios de comunicación y cualquier persona de la comunidad pueda ingresar e unirse a la guerrillerada para pedir, al unísono, que todo salga bien antes de terminar este año y que definitivamente se silencien los fusiles entre FARC y Estado, logrando integrar a la democracia a los combatientes que ahora desean formar un partido político. Con un pronto acuerdo y una salida jurídica nueva que permita implementarlo se podrá dar inicio a las transformaciones que requiere Colombia para alcanzar la paz, las cuales fueron negociadas en La Habana durante cuatro años alrededor de cinco puntos: tierras, cultivos ilícitos, fin del conflicto, víctimas (justicia, verdad, reparación) y participación política.

“Si resulta necesario preguntarles de nuevo a los millones de colombianos, pues habrá que preguntarles a los millones de colombianos directamente en las urnas”, dijo el senador Roy Barrera días antes de partir a La Habana. A la fecha, no se conoce si Santos optará por un nuevo plebiscito, una Asamblea Nacional Constituyente como propusieron las FARC desde el inicio de los diálogos, o bien, si se logrará en un corto plazo la venia de un sector mayoritario del No para tramitar las leyes necesarias en el Congreso por medio del llamado “fast track”, un mecanismo que reduce los debates y lleva al voto directo de los congresistas para aprobar o rechazar las distintas reformas de ley y nuevas leyes que se necesitarán para insertar en la democracia a los miles de combatientes de las FARC, entre ellas la lay de amnistía general e indulto.

En la tarde de ayer, el comandante de las FARC “Timochenko” aseguró en su cuenta de Twitter que están “cerca a definir acuerdo recogiendo inquietudes de gente del común: abstencionistas, del No y el Sí determinante”. Por su parte, Pablo Catatumbo, del secretariado de esa guerrilla, también presente en La Habana, dijo que ésta es una semana definitiva para la paz. “Trabajaremos en torno a este objetivo superior. Colombia entera recibirá los beneficios”, tuiteó el comandante, uno de los más antiguos negociadores en la Mesa de Conversaciones, que sigue en pie con esperanza de cambiar el rumbo trágico de Colombia.

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Clima distendido en la tercera reunión del gobierno y las FARC para destrabar el proceso de paz después del No.
 
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