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Se va el caimán

 Por Mercedes López San Miguel

El 12 de noviembre de 2011, Berlusconi renunciaba con su propia imagen hecha trizas a raíz de varios casos de corrupción que enfrentaba en los tribunales, en medio de la pérdida de confianza en su gobierno frente a una crisis económica sin precedentes. Su caída y la entrada al gobierno del técnico Mario Monti fueron celebradas por los mercados mundiales, expectantes de que Italia aplicara las estrictas medidas de ajuste que pedían el FMI y el Banco Central Europeo. Los casos de corrupción, de prostitución de menores y abuso de poder no importaban tanto como la firmeza para aplicar el recorte.

Un año después, en octubre de 2012, llegaba la condena en primera instancia para Il Cavaliere –cuatro años de prisión y cinco de inhabilitación– por el caso de evasión fiscal y malversación conocido como Mediaset. Berlusconi, que se había corrido de la escena mientras su partido Pueblo de la Libertad (PdL) apoyaba al gobierno de Monti, le quitó el polvo al traje de político, se lo puso y luego ordenó a sus legisladores que le retiraran el respaldo al premier. “Monti trajo recesión sin arreglar nada”, dijo a contramano de las opiniones del Vaticano, Estados Unidos y los poderosos de la Unión Europea. Entonces Monti renunció tras aprobar la ley de presupuestos del año siguiente y habiendo aplicado un ajuste de más de 30 mil millones de euros.

En mayo de 2013 llegó la sentencia en segunda instancia, justo cuando Berlusconi cambiaba de piel como un caimán. Pese a que él como candidato conservador perdió las elecciones de febrero, el centroizquierda Partido Democrático (PD) no logró formar gobierno y finalmente el presidente Napolitano forzó una coalición entre el centroizquierda y la centroderecha, liderada por Enrico Letta. De algún modo, Berlusconi creyó que su participación en el gobierno le daría inmunidad, aunque algunos analistas se preguntaron cuánto tiempo iba a poder el PD hacer alianza con un político sentado en el banquillo.

En agosto pasado, el Tribunal Supremo confirmó la condena de cuatro años de prisión para el magnate de los medios en el proceso Mediaset. Berlusconi no tendrá que pisar la cárcel por su edad y porque la condena queda reducida a un año gracias a una ley de indultos, pero sí deberá pasar un tiempo bajo arresto domiciliario o cumpliendo tareas comunitarias. Acorralado, Berlusconi se dijo víctima de una persecución de los “jueces comunistas” y se aferró a su escaño en el Senado, afirmando que no iba a renunciar. Como estrategia de último recurso, retiró a Forza Italia –escisión del PdL– de la coalición gobernante, aunque no pudo hacer tambalear al gobierno de Letta. Es que su delfín, Angelino Alfano, se quedó con un buen número de diputados y senadores del nuevo centroderecha. Pero el caimán no pudo evitar ser expulsado del Parlamento. Y el mundo vio a través de la pantalla chica a un hombre parado a la entrada de su mega residencia, acompañado de sus fanáticos seguidores. Se quedaba solo con ellos.

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