EL PAíS › LOS EFECTOS DE LA ENFERMEDAD DE LA PRESIDENTA

Simpatía y solidaridad

 Por Raúl Kollmann

Hay un diagnóstico unánime de los consultores políticos de cualquier signo: la enfermedad de la Presidenta no crea una situación de incertidumbre, sino que afianza los apoyos con los que cuenta en la opinión pública, que ya eran muchos. Lo que pesa en la gente es el respaldo a la forma en que la primera mandataria afronta los problemas. Más allá de esa opinión coincidente de los consultores-encuestadores, hay miradas sobre cómo queda posicionada la oposición, en sus distintas vertientes; las formas en que se maneja la información y el breve tiempo en que durará la supuesta tregua que impone la operación de tiroides de Cristina.

Eduardo Fidanza, de Poliarquía, marca el impacto a corto plazo: “Pienso que la enfermedad de la Presidenta reforzará aún más su popularidad. Sucede que cada vez que los líderes políticos atraviesan circunstancias personales dramáticas o trágicas generan la identificación del público. La gente sabe lo que es una enfermedad seria, o la muerte de familiares muy cercanos, como un padre, un hijo o un marido. No es algo de la esfera del poder, son sucesos que les ocurren a todos los mortales. Por otro lado, tratándose de Cristina Kirchner, se interpretará su enfermedad como producto del estrés y el sufrimiento generado por su viudez. Por último, tendrá en el corto plazo un efecto paralizador para sus adversarios. Nadie osará enfrentar a una líder política plebiscitada y enferma”.

“Los argentinos hemos vivido situaciones semejantes con varios presidentes –recuerda Graciela Römer, de Römer y Asociados–. El último fue con Néstor Kirchner. Mi impresión es que no estamos frente a un cuadro que conlleve temor a una crisis de gobernabilidad. Más bien lo que va a producirse es una situación de mayor simpatía y solidaridad con CFK. Hoy existen en la región varios presidentes que atraviesan o han atravesado patologías cancerígenas y superaron la situación con gran éxito. El más cercano es el de Dilma Rousseff. Estoy segura de que será el caso también de la Presidenta. Lo que sí es bueno rescatar es la rápida respuesta solidaria que puso de manifiesto un sector importante de la dirigencia política sin distinción de banderías. Qué bueno sería que no fuera necesario que los políticos se enfermen o atraviesen situaciones dolorosas para que puedan tenderse una mano y expresarse solidaridad y respeto y sentirse parte de una misma comunidad, ¿no?”

Artemio López, de Equis, considera que “la relación de la Presidenta con la opinión pública era ya muy sólida antes del episodio de salud, producto fundamentalmente de la aceptación mayoritaria de su gestión de gobierno. A su gran respaldo electoral agregaba una imagen de 70 por ciento de menciones positivas. Así las cosas, frente a este contexto tan favorable, no pueden esperase grandes cambios, sino en el margen tanto respecto a la aceptación de gestión como imagen. Como ya publicamos en Página/12, si hoy hubiera elecciones, Cristina Kirchner obtendría el 58 por ciento de los votos y esa circunstancia no se ha modificado sustantivamente tras conocerse la noticia de su afección”.

Enrique Zuleta Puceiro, de Opinión Pública, Servicios y Mercados (OPSM), remarca que “el primer efecto es de sorpresa. Sobre todo, porque lo habitual en todos los presidentes argentinos y particularmente en los Kirchner ha sido siempre una ocultación cuidadosa de los problemas de salud. Un ejemplo claro: en estos días precisamente se conocieron nuevos detalles de la agonía de Eva Perón sesenta años después de los hechos. Y ahora, nada se sabía hasta la conferencia de prensa acerca del problema que sufre la Presidenta. Tal vez por ello, al conocerse la noticia se dispararon las interpretaciones. Creo que no hay familia argentina que no conozca en detalle las diversas posibilidades y alternativas de nódulos en la glándula tiroides. Es una de las dolencias más extendidas y conocidas y nadie ignora la secuencia de estudios que implica su diagnóstico. Está ausente el misterio y en el fondo se descuenta un final positivo del episodio. Sin embargo, tanto el Gobierno como la gran prensa han cargado las tintas hasta los límites de la exageración. A la comunicación oficial, el episodio le sirve para garantizar el control de la agenda y trabajar hasta el fondo en la creación de un clima de patetismo que se generalizará durante todo el próximo mes. Después de todo, el culto a la muerte es una nota esencial en la tradición peronista, algo heredado de la tradición hispano-criolla de los caudillos populistas latinoamericanos. A la gran prensa, le suministra a su vez un buen argumento para relativizar las pretensiones de hegemonía del kirchnerismo. El límite de lo que parece no tener límites son las personas y las personas tienen límites....‘No somos nada’. Por diversas razones, todos apuestan fuerte a fortalecer la carta de la exageración”, concluye Zuleta.

Analía Del Franco, titular de Analogías, coincide en que la enfermedad de la Presidenta se produce en momentos en que “su nivel de popularidad es muy alto, con lo cual no va a hacer más que acrecentarla, relativizando asperezas y como manera de solidarizarse. Todos más o menos hemos pasado personal o cercanamente por situaciones similares. Puede producirse un efecto de explosión de popularidad por una enfermedad, pero en dirigentes olvidados o no muy queridos, más que ante esta ocasión. Sí se incrementa la identificación y la sensación de cercanía de su persona. En el caso de CFK, no es sólo la solidaridad con la enfermedad lo que funciona para mejorar su imagen, ya que ésta también podría proyectar debilidad y esto ocasionar incertidumbre popular. Muy por el contrario, es su manera de ‘pararse’ frente a las situaciones de crisis lo que incrementará su popularidad. Esta actitud que demuestra ‘dominio de la situación’, certidumbre y una modalidad para comunicarlo (desde su vocero a ella misma) que no deja dudas de que se mantiene en sus cabales. En su presentación en el acto con los gobernadores, su discurso incluyó: uno, hacerse cargo del tema; dos, ‘bajar línea política y de gestión’; tres, ‘marcar agenda’ y, por sobre todo, cuatro, generar complicidad con la opinión pública, demostrando también valentía y llamando a las cosas, cáncer, por su nombre. Creo que este estilo la protege y refuerza su solidez de habituales trascendidos, rumores, operaciones mediáticas que tenderán a provocar incertidumbre y dudas sobre el alcance de su patología y los efectos políticos que podrían ocurrir estando ella fuera de escena. Otro escudo que la hace fuerte ante los ojos de los que consideran que habitualmente abusa de sensibilidad es que en esta oportunidad no hubo emoción hasta las lágrimas, lo que implica que puede diferenciar el dolor por los afectos de las preocupaciones personales, aun las de la salud”.

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