EL PAíS › LOS VECINOS EMPIEZAN A OCUPARSE DE LOS PROBLEMAS DE LA SALUD PUBLICA

De la protesta a las soluciones urgentes

Las asambleas barriales empiezan a preguntarse cómo aprovechar el poder acumulado a través de la participación. En San Cristóbal, los vecinos decidieron ayudar al Hospital Ramos Mejía. Hoy se sumarán a la Marcha por la Salud que se concentrará a la 13 en el Congreso.

 Por Laura Vales

“¿Qué es la asamblea? ¿Qué tipo de poder se busca? ¿Los autoconvocados queremos gestionar o el objetivo es presionar a los que gobiernan?” Ahora que el clima de la calle está más calmo, dentro de las asambleas barriales empieza a haber tiempo para otra clase de preguntas. Las que encabezan esta nota sobrevolaron el debate realizado el sábado por los vecinos de San Cristóbal. La multisectorial local resolvió dedicar su última reunión al tema de la salud pública, encarando puntualmente la situación del hospital de la zona, el Ramos Mejía. La decisión implicó que por primera vez en la historia del barrio se sentaran frente a frente trabajadores, vecinos, pacientes y el director del Ramos, que para sorpresa de los anteriores aceptó la invitación.
El objetivo de los vecinos, como en otras decenas de iniciativas similares que los autoconvocados están ensayando a lo largo de la ciudad, fue decidir “medidas concretas, simples y horizontales” frente a la emergencia sanitaria.
La asamblea fijó como cuestión inicial un mecanismo para el debate. Se hablaría durante tres horas: en la primera los trabajadores plantearían su manera de entender el conflicto, en la segunda podrían hacerlo pacientes y vecinos; finalmente la asamblea en conjunto haría un análisis y decidiría qué acciones tomar.
El diagnóstico inicial se sintetizó en una frase: “el hospital es público, pero no es tan seguro que sea gratuito y menos aún igualitario”, se planteó en la sala. Nadie lo desmintió. Lo que siguió a partir de allí, sin embargo, fue menos lineal.
“Los vecinos nunca estuvieron dentro del hospital”, criticaron los médicos: “nos sería más fácil si estuvieran, pero la verdad es que en la historia del hospital sólo han sido pacientes”. “Los que cuidan la vida de los pacientes somos nosotros, porque a las dos de la tarde todos se borran”, apuntaron los enfermeros. “El hospital tiene problemas de voluntad; a los pacientes nos tratan como animales a los que se puede humillar”, se quejó una vecina.
El director del Ramos Mejía, Alejandro Chiriak, escuchaba a un costado de la sala, inmóvil y un poco gris. No hizo ningún gesto cuando en la asamblea se sostuvo que existe “una política para destruir los hospitales, ya que cada año a pesar de que hay más pacientes el presupuesto es igual o menor”. Tampoco intervino cuando Horacio, técnico con 23 años de antigüedad, planteó que el Ramos viene gastando “más de 43 millones de dólares en pagar sueldos” con una distribución desigual por la que técnicos como él cobran 600 pesos mensuales.
El director explicó que había decidido limitarse a tomar notas y no intervenir, pero cuando los vecinos insistieron en escuchar su opinión, fue directo. “Acá hay muchos que critican desde la ignorancia y hacen demagogia”, dijo con una mirada que abarcó a todos los presentes.
Los asambleístas lo dejaron hablar. Chiriak consideró entonces que “en realidad, el hospital público está en crisis desde su fundación”. Y finalmente propuso que en todo caso se formaran comisiones para estudiar en profundidad la diversidad de temas planteados por la asamblea.
Hubo un cruce final con los vecinos. Ocurrió cuando desde la coordinación de la asamblea se intentó dar una mirada global a lo que estaba ocurriendo.
“Estamos disconformes pero todavía no encontramos el lugar que queremos ocupar en esta batalla”, apuntó en ese sentido Guillermo, integrante de la multisectorial y psicólogo social. “Si lo encontráramos, la actividad de las asambleas sería masiva, como lo fue la movilización del 19 y 20 de diciembre. Por eso creo que podríamos buscar dos o tres puntos gruesos, que definan en qué podemos estar de acuerdo. ¿El problema es el presupuesto o la manera en que el presupuesto se está usando? ¿El responsable es el médico de guardia, el director del hospital o el jefe deGobierno? Si elegimos cortar por lo grueso, posiblemente seamos más. Quizás tendríamos que ir a pagar el ABL al despacho del director del hospital y que él nos extendiera un certificado de pago.”
La propuesta fue interrumpida con aplausos. El director no dijo nada, pero cruzó los brazos y se recostó en el respaldo del asiento.
Cuando Chiriak se fue lo hizo de una manera tan silenciosa que nadie se dio cuenta. Eran más de las seis de la tarde y todo el mundo estaba trenzado en una nueva discusión cuando uno de los médicos pidió el micrófono y dijo:
–Quiero anunciarles que hoy perdimos una oportunidad histórica. El director se fue. Hoy tuvimos la oportunidad de arrancarle el consentimiento para que dos o tres de nosotros nos sumáramos a la dirección del hospital. Ahora quién sabe si vamos a volver a verlo.
Por la sala corrió un aire de desazón. Algunos de los presentes se removieron en sus sillas y otros se estiraron buscando al director por los rincones más alejados. Pero el hombre, como otros vecinos agotados por la extensión del debate, se había ido.
La asamblea pasó a decidir medidas. Los médicos insistieron en que les sería beneficioso la participación de los vecinos en la gestión del hospital. Los pacientes reclamaron a su vez más horas de atención en los consultorios externos. Hubo quienes plantearon la alternativa de contratar a profesionales desocupados con planes Trabajar, para ampliar la atención, y quienes se opusieron porque la medida bajaría el piso salarial de todos los ocupados.
La votación final decidió una serie de medidas directas. Hoy a las 13 los vecinos harán un abrazo al hospital y luego se sumarán a la gran marcha por la salud. El resto de los temas será profundizado en las reuniones de la comisión específica de la multisectorial. Los asambleístas decidieron volver a dedicar su próxima asamblea general al mismo tema y llevar a su vez a la interbarrial de Parque Centenario las medidas de fondo que vayan aprobando semana a semana.

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Después de dos meses de asambleas populares, la gente empieza a ocuparse de dar respuestas.
 
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