EL PAíS › OPINION

La carrera empieza en La Linda

Primarias en Salta, comienzo de la seguidilla electoral. Una provincia en la que predominan el peronismo y pocos apellidos. Los precedentes locales. El caudal electoral justicialista, sobre todo si se divide. Alertas sobre la victoria kirchnerista, temor o táctica. El Papa recibe a Cristina, debates sin fe.

 Por Mario Wainfeld

Hoy se realizan en Salta las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) para autoridades locales, incluyendo al ejecutivo provincial y las intendencias. Las PASO valen mucho más que una encuesta para medir las preferencias ciudadanas (todo el padrón se expresa, sin la mediación de consultores). Son un notable predictor y pueden dar una orientación para que los candidatos reformulen tácticas o los ciudadanos reencaucen su voto. Pero la competencia real será luego, en mayo. A nivel nacional, en 2011 la goleada de la presidenta Cristina Fernández en las PASO puso en estado catatónico a sus rivales y transformó a la primera vuelta en un trámite ratificatorio. Como suele ocurrir en estas cuestiones, el precedente empírico no crea una regla uniforme, válida para cualquier circunstancia.

Los principales aspirantes salteños son el actual gobernador reelecto Juan Manuel Urtubey (Frente para la Victoria) y el peronista “federal” Juan Carlos Romero, actual senador nacional, quien accedió al ejecutivo salteño en tres ocasiones. Esto es, dos figuras excluyentes.

Ambos van con lista única para gobernador y vice. No habrá internas en ese rubro, sí “por abajo”, incluyendo a la intendencia de la capital provincial. Urtubey no es figura predilecta en Olivos y la Rosada, se lleva mejor con el gobernador Daniel Scioli. De cualquier modo, si gana, el FpV se hará solidario en el festejo.

Romero cuenta con el apoyo del diputado Sergio Massa. Es patente que el senador tiene un patrimonio propio en la provincia pero, si le va bien, compartirá palco con “Sergio”.

El jefe de Gobierno Mauricio Macri no cuenta con un pollo para el ejecutivo provincial, pero banca a un dirigente romerista para la municipalidad de Salta.

Evitamos, en la previa, predicciones y encuestas. Los mejores números se conocerán a la noche.

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Sistemas que pesan: Cada una de las 24 provincias tiene una historia propia, aunque se pueden rastrear características comunes. Las identidades políticas son una señal, los liderazgos otra, el régimen electoral un tercero.

La mayoría de los distritos escoge su gobernador en una sola vuelta electoral: se puede ganar con primera minoría. Salta es uno de ellos. El sistema no lo es todo, pero condiciona y moldea conductas populares. Si se decide en una compulsa, se incita a la polarización, en aras del voto útil. Esa es una de las explicaciones (jamás la única porque casi nada es monocausal en el cosmos) de la tendencia bipartidista de tantas provincias, a nivel local. Las terceras fuerzas se las ven en figurillas para emerger y sobrevivir, las cuartas propenden a la inexistencia.

Ahora está expuesto a ese karma lógico el Partido Obrero, que tuvo formidable desempeño en las legislativas de 2013. Fue primera minoría por un pelito en las de diputados nacionales y obtuvo una de las tres bancas en juego. Un batacazo que será sometido a la prueba de fuego de la atracción gravitatoria de dos candidatos peronistas, de distinto “palo”.

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Apellidos y perucas: Será la octava vez consecutiva y sin interrupciones en que los salteños determinarán su gobernador. Los ocho comicios anteriores son un indicador fuerte: el peronismo, en alguna de sus vertientes, ganó en siete ocasiones. La “perla” diferenciada se pescó en 1991, cuando primó el Partido Renovador, una fuerza de derecha de buenos lazos con las dictaduras militares; pudo imponer a Roberto Ulloa.

Abrumadora primacía justicialista, concordante con la del NOA, en tendencia. La recurrencia se repite en los apellidos de los mandatarios. Ya se dijo, Juan Carlos Romero y Urtubey oligopolizan cinco de ocho compulsas. El padre de Romero, Roberto, fue el primer gobernador en 1983. Salta anida una aristocracia arrogante, añeja, que sabe reunirse en el Club 20 de febrero. Hay quien dice que es más selectivo que el sintomático Jockey Club: el cronista reconoce sus límites para conocer esos detalles... pero es claro que el Club 20 (como se apoda a sí mismo en un página web digna de mirar...) es para pocos y un síntoma sobre la estructura social de la provincia.

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Peronistas son (casi) todos: Desistamos de las predicciones, pero no de analizar la historia y las tendencias. Es verosímil y hasta bien posible que Romero y Urtubey sumen bastante más que la mitad del padrón, por ahí los dos tercios o alguito más.

Desde el ‘83 para acá, se llegó a la gobernación con un alto caudal de votos. El piso fue el 45,47 por ciento, el techo el 59, 57 por ciento. Ambas marcas corresponden a Urtubey, en 2007 y 2011.

La cifra impresiona, pero es consistente con la de convocatorias previas. Más aún, si se repasan las elecciones nacionales sucesivas desde 2003, el acumulado de las distintas facciones del peronismo repite, en todo el mapa argentino, esas cantidades apabullantes. Escéptico acerca de la precisión del peronómetro (y carente de uno) el cronista llama peronistas a los de todo pelaje, ideología o proveniencia. Hoy día: a los integrantes del FpV, al cordobesismo de José Manuel de la Sota, al duhaldismo residual, al neo autonomismo sanluiseño de los hermanos Rodríguez Saá, al diputado Francisco de Narváez, a su colega Sergio Massa y a los compañeros etcéteras.

Variopintos son los peronistas, sus vertientes compiten entre sí y congregan votos por doquier. La fragmentación en listas antagónicas, cabe pensar, favorece el prodigio. Les permite sumar adhesiones no justicialistas en sus bordes, a derecha o a izquierda, conservadoras o progre, kirchneristas o anti-k.

La referencia genérica sirve como orientadora para imaginar escenarios nacionales. Las inclinaciones de la ciudadanía pueden mutar, desde ya, pero lo ya sucedido es un indicador fuerte.

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Electrónica y control: Por segunda vez consecutiva se utilizará el mecanismo de “voto electrónico” en toda la provincia. Para el mundillo de las ONG bien pensantes, muchos académicos y una nube de periodistas, el mecanismo es la piedra filosofal de la democracia. Se entiende en el caso de los periodistas, que sufrimos mucho en los días de comicios, cuando los escrutinios se demoran y nos complican el cierre... a los demás se les puede discutir un poco. Sin fundamentalismos ni tesis rígidas, ya que de instrumentos hablamos.

La compu en el cuarto oscuro, por así decir, puede servir para acelerar el trámite, lo que puntúa a su favor. Tiene, en la no original postura de este cronista, un costado flaco: es el de la verificación ulterior, sobre todo en caso de denuncias o sospechas de fraude. Dicho en términos institucionales: un excelente sistema con voto universal y obligatorio sólo se redondea si cualquier ciudadano puede participar en el escrutinio y en un eventual recuento. La universalidad, se confirma, quedaría desvirtuada si sólo pudieran fiscalizar los expertos. Los sobres con boletas son funcionales a esa finalidad superior: solo se trata de apilar y contar.

Se aduce y existen en la práctica comparada “fiscales electrónicos”, son cual peritos de parte: escasos y no confiables de antemano.

El sistema salteño, dicen sus defensores, cubre ese posible bache porque el voto entra en la compu, pero también se expide una papeleta que se ensobra y guarda. A primera mirada, da la impresión de propiciar controles razonables.

Además, está pautado que el cinco por ciento de los votos en papel se escrutan “de oficio” como mecanismo de re chequeo, haya o no protestas.

En 2013 nadie pataleó, de hecho al oficialismo le fue bastante mal. Romero lanzó algún alerta previo en estos días, suele ser parte del folklore de campaña, para curarse en salud o crear clima.

La herramienta se validará o no con su uso. Es otro aspecto interesante que vendrá de La Linda.

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Once, por ahora: Son once los territorios que desdoblan sus elecciones locales, de 22 provincias que renuevan autoridades. Es una proporción alta, pasible de incrementarse todavía. La provincia de Buenos Aires, la mayor y usualmente decisiva, se pronunciará junto a los comicios nacionales.

Las urnas hablarán con frecuencia, entonces. Los primeros en elegir gobernador serán los habitantes de Neuquén, dentro de dos semanas. A vuelta única y sin PASO, como ya se apuntó: cada provincia con su librito. El federalismo aún existe y los poderes locales pesan aunque se lo dé por extinto, sin reparar en los datos duros que son tan enojosos para ciertas retóricas republicanas.

Neuquén es el único ejemplo con ocho mandatos de un partido provincial, el Movimiento Popular Neuquino. Solo el peronismo supera esa marca. El radicalismo perdió su monopolio en Río Negro en 2011 y no tiene pinta de recuperarse allí.

El 19 de abril habrá PASO en Mendoza y Santa Fe. El 26, en la Ciudad Autónoma. Las perspectivas del FpV son escasas en las dos últimas, que no gobierna. Tampoco reluce mucho en la tierra del sol y del buen vino.

Los cierres de listas del oficialismo en todos esos lugares distaron de ser ideales. Demasiadas divergencias, demasiadas listas en Capital y Mendoza. En Santa Fe, donde viene saliendo tercero, se distrajo esperando a María Eugenia Bielsa (alias Godot), lo que lijó de antemano a quien será el candidato K, el intendente Omar Perotti. Bielsa era descripta como la candidata ideal lo que soslayaba una menudencia: no quería serlo...

Juan Carlos Mazzón, el cuasi eterno operador peronista, labura en toda la geografía autóctona. Pero es santafesino de origen y mendocino por adopción, ésos son sus pagos. En ambos, le falló la mano esta vez, su salida de la Casa de Gobierno ocurrió poco después. Por ahí, no es pura coincidencia.

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De sobrevuelo: Echemos una miradita rauda sobre las presidenciales. Una alarma cunde en los espacios opositores, en particular en su vanguardia armada: los medios dominantes. Se alerta que el kirchnerismo podría ganar, más aún que estaría ganando.

Uno, que es avaro en presagios, supone que así dicho es prematuro. Es cierto que la imagen de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner repuntó mucho y que, sin escándalos periodísticos, la coyuntura luce mansa y propicia para el oficialismo. Pero falta mucho, incluyendo definiciones relevantes referidas a las candidaturas.

El autor de estas líneas procura no ser suspicaz ni conspirativo sin caer en la ingenuidad. Algo nada sencillo... Su impresión es que las repetidas advertencias distan de ser puro diagnóstico. Son un motor para la acción, para promover una mayor concentración de la oferta electoral de “la opo”. Dicho más en criollo: el celular de Massa puede arder en los meses venideros. Si el establishment termina de concluir que “Mauricio” es el challenger más aventajado, las presiones sobre “Sergio” pueden sumarse al inventario de las acciones de campaña. Los poderes fácticos no tienen muchos votos, ni siquiera pocos: lo suyo es el poder en bruto (valga la expresión) que, aunque usted no lo crea, también cuenta.

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Sentido común: Se irá eligiendo en las provincias, cada cual con su mapa particular. Hay factores comunes, claro. Es común que el interior tenga preferencias distintas de la capital: en Salta, Urtubey domina aquél y Romero finca su mayor anclaje en ésta.

En lo nacional, el FpV persiste tozudamente competitivo. El escenario hoy más probable es que mantenga primera minoría en el Senado y en Diputados. La Presidenta es la figura central de la política local. Su discurso de ayer en la Cumbre de las Américas, el último en tales cónclaves, la mostró en su salsa. Una oradora que ninguno de los presidenciables, propios o ajenos, puede empardar o siquiera parangonar.

El porvenir se irá configurando en muchos domingos de participación popular. Hoy es la primera vez, en el rango provincial. Ojalá sea, como sabe ser, con participación intensa y sin episodios que empañen la jornada cívica.

Se vota desde hace más de treinta años, se han intervenido muchas menos provincias que en cualquier estadio anterior. La gobernabilidad desde 2003 ranquea muy alta. Cada territorio tiene un menú peculiar de preferencias. Eso no se computa cuando se habla de debacle institucional o se clama por el fin de la república. Y sin embargo, la nave va.

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