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El Gobierno cree que forzará a los corredores a sumarse a la estampida

“Usamos el bisturí y no el cuchillo de cocina”, explica a Página/12 un alto negociador de la deuda que ahora espera que el ejemplo de las AFJP sea imitado por el resto de los acreedores argentinos y extranjeros. Lo que se hizo, lo que falta hacer.

 Por Mario Wainfeld

Hace meses que el Gobierno tenía decidido que las AFJP serían las primeras acreedoras que aceptarían el canje de la deuda privada en default. Ayer lo logró, dejando pendiente apenas detalles formales que se perfeccionarán cuando la Bolsa de Nueva York dé vía libre a la oferta. El oficialismo rezuma satisfacción y disimula malamente el optimismo por haber logrado su objetivo, pero también por el modo en que (a su ver) lo alcanzó: una negociación prolija, sin presiones, que ni siquiera la derecha mediática y económica reprobó. “Usamos el bisturí y no el cuchillo de cocina”, se pone metafórico un alto negociador quien espera que el ejemplo de las AFJP locales sea imitado por los acreedores argentinos y trascienda las fronteras patrias. En verdad, se ilusiona con “una estampida” de acreedores tentados con cerrar un capítulo con Argentina. No es el único que piensa así. El Presidente lucía entusiasmado y así lo expresó a los funcionarios que lo acompañaron en la reunión de cierre con representantes de las AFJP. “Esto va a ser un exitazo”, profetizó Néstor Kirchner.
El primer punto del acuerdo fue canjear por bonos Boden 2014 (una serie próxima a emitirse de bonos post default) las Letras de Tesorería (Letes) que compulsivamente habían comprado las AFJP al estado por imposición de Domingo Cavallo, por entonces ministro de Economía de la Alianza. Dos razones justificaron esa decisión, muy reclamada por las AFJP. La primera (con núcleo económico y de seguridad jurídica) es que era el punto que más pleitos había originado, muchos de los cuales venía perdiendo el Estado en primera instancia y aun en Cámara. La segunda, más política y a su modo contenida en la primera, es no convalidar la brutalidad producida por Supermingo meses antes de la fuga de Fernando de la Rúa y la suya propia.
El resto de los títulos se suplanta por bonos Cuasi Par, que fueron en buena medida imaginados precisamente para urdir el trato con las AFJP. Signo de los tiempos más propicios: los negociadores atisban un curioso, para ellos factible, escenario inminente. Los bonos Cuasi Par, que a principios de año sólo pintaban seductores (o soportables) para el mercado interno, pueden incitar el interés de bonistas extranjeros, en especial de bancos. Ocurre que muchos especulan en que el peso argentino se apreciará en breve y “estar puesto” en esa moneda puede ser redituable. Claro que la oferta de bonos Par tiene un tope cuantitativo lo que, en medio de la buena onda, hace brotar una duda: tal vez no haya suficientes para complacer a los acreedores. “La frazada puede quedar corta”, vuelve a las imágenes poéticas, en este caso algo trilladas, nuestro funcionario de cabecera.
Para evitar debacles a las administradoras se mantendrá vigente una ficción contable ya aplicada desde hace años. Los bonos mantendrán su cotización nominal (y no el valor de mercado) a los fines de los balances. La idea de los funcionarios es que los títulos se revalorizarán con el tiempo, que el valor de mercado subirá y que tenderán, si no a converger, a arrimarse al nominal. Memoriosos, al unísono que optimistas, recuerdan que en Rusia y Ecuador, a la salida del default, los bonos de deuda duplicaron su valor con rapidez.
La deuda que se canjea con las AFJP representa el 17 por ciento del total y lo acordado respecto de las Letes hace ascender el porcentual al orden del 20 por ciento. Los negociadores piensan, Página/12 lo ha venido adelantando, que los restantes acreedores argentinos se sumarán muy prestos. Y confían en el “efecto estampida”, o sea que la acción de los primeros acreedores sea imitada desde el centro del mundo. “Para que haya estampida debe haber muchos corredores en la pista. Ya los pusimos”, comentan en Economía. Los funcionarios creen que los acreedores institucionales perciben que aceptar los bonos, que hasta pueden revalorizarse, ha de ser seductor. Es más, el ala optimista de Economía (minoritaria pero no irrisoria) avizora que muchos de ellos habrán de tentar inversiones en las pampas en el 2005.
El modo en que se abrocharon las tratativas con las AFJP, discurren, ha de contribuir para que haya nuevos corredores. Ocurre que no ha sido una imposición autoritaria del Gobierno sino un acuerdo con figuras importantes del mundo de las finanzas internacionales. En algún momento, Roberto Lavagna y el secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, decidieron puentear a los gerentes locales y hablar con los popes de las entidades financieras. Ayer se autofelicitaban por esa decisión porque interpretan que jerarquizó el acuerdo logrado. En el encuentro de ayer en la Rosada, remarcaban algunos de sus moradores, estuvieron Jorge Bermúdez senior advisor del Citigroup y el gerente general para Sudamérica del Grupo HSBC, Youssef Nasr. Son, describen, primeras figuras del establishment financiero mundial cuyo consentimiento expresado de cuerpo presente vale como estímulo para otros corredores que aún cavilan acerca de si se sumarán a la estampida.
En la Rosada y en Economía se trasuntaba la sensación de haber dado un salto cualitativo en pos de un buen cierre del canje de deuda. Un cierre que permite pensar en buena aceptación, un futuro de crecimiento y hasta flujos de inversiones externas. La satisfacción era patente aunque nadie dudaba de que se vienen varios meses de órdago.
La negociación con las AFJP se hizo “poniendo entre paréntesis” su reestructuración y régimen futuro, atendiendo sólo a la deuda. Se supone que ayer, imperceptiblemente, fue el día D de esa nueva etapa, lo que habilita una reflexión final. Camufladas tras la falaz zanahoria de la jubilación privada primermundista, las administradoras se pergeñaron pensando en el mercado de capitales. Nunca lo hubo cabalmente, sólo capitales golondrina que migraron brutalmente dejando un tendal. El sistema jubilatorio se desbarató, dejando a muchos viejos a la intemperie. La primera intervención fuerte del Estado sobre el tema, la que trata de esta nota, también se centró en el tema financiero. Pero un virtual acuerdo por la deuda externa habilita una nueva agenda, más centrada en las necesidades de los argentinos de a pie, lo que incluye a los jubilados pero los trasciende largamente. La pobreza, el desempleo y (entrando más en detalle), la carestía salarial y la pésima distribución del ingreso deben ser los items centrales de la agenda. La Argentina está negociando su deuda soberana con firmeza que no le impedirá tener que comprometer una libra de su carne. Pero sigue en deuda puesta a garantizar ciudadanía a todos sus habitantes. En una sociedad democrática e igualitaria sólo pueden considerarse ciudadanos quienes tienen acceso a los bienes esenciales de la modernidad. Algo que la Argentina, afrentando sus mejores tradiciones, adeuda a algo así como la mitad de sus pobladores.

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Las AFJP comprometieron en el acuerdo a las primeras planas de sus conducciones.
 
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