ESPECTáCULOS › PRESENTACION EN EL LUNA PARK

Cambia, todo cambia, menos las canciones de Pablo Milanés

En su reencuentro con el público argentino, el cubano revivió sus clásicos, acompañado por Mercedes, Fito Páez y Baglietto.

 Por Karina Micheletto

Una nueva visita de Pablo Milanés a la Argentina es una oportunidad para comprobar qué cambia y qué no cambia el tiempo cuando pasa. Lo que permanece inalterable, aun con los años y enfermedades de por medio, es ese timbre perfecto técnicamente, la calidez cada vez más acentuada de su voz. También, se comprobó con los nuevos temas, la capacidad compositiva de Milanés, su habilidad para cantarle al amor y a lo que pasa a su alrededor. Y las canciones de siempre, que siguen ahí para dejar testimonio. Lo que sí cambia, como en tantos casos, es el paisaje. Ya no hay consignas que gritar, fuera de algún saludo cordial a Cuba. Pasaron las banderas, los carteles, los puños en alto, la V de victoria. Quedan los artistas. Pablo Milanés volvió a la Argentina y dio un show que quedará en el recuerdo de los que llenaron el miércoles pasado el Luna Park y recibieron con devoción y lágrimas los himnos de otro tiempo y las nuevas canciones. Lo hizo con invitados como Fito Páez, Pedro Aznar, Juan Carlos Baglietto y Mercedes Sosa, quien, aún no recuperada del todo, protagonizó el momento más emocionante de la noche cuando cantó desde su asiento, mezclando su voz con el coro del público.
“No quiero esperar más para presentar a mi hermana, la reina de este país”, lanzó el cubano a poco de comenzado el recital. Pero su amiga Mercedes Sosa no subió al escenario, sólo saludó desde su asiento provocando un largo aplauso. Más adelante Milanés pidió: “Hagan silencio. Mi reina nos va a cantar desde allí”. Y ocurrió uno de esos momentos bellos que a veces suceden, con la voz de Mercedes atravesando la sala desde la platea, con las voces de todos sumándose en el estribillo de El tiempo pasa. Después Milanés le dedicó La soledad, escrito en su honor, y otro tema, y otro. El resto de los invitados se alternaron prolijamente con un tema cada uno: Pedro Aznar hizo Días de gloria, Fito Páez Sábado corto, el mismo con el que participó en el disco homenaje Pablo querido, Juan Carlos Baglietto El breve espacio en que no estás, igual que en el show anterior del cubano en la Argentina.
Milanés no esconde su nostalgia por tiempos pasados en temas como Días de gloria: “Los días de gloria se fueron volando y yo no me di cuenta / Sólo la memoria me iba sosteniendo lo que un día fue / Vivo con fantasmas que alimentan sueños y falsas promesas”, canta allí. En temas como Exodo hace uso del enorme poder de la canción: trascender, con la belleza de lo simple, cuestiones bizantinas: en este caso, la que plantea la antinomia revolucionarios vs. gusanos. Poniendo nombres al drama que divide a su país (Pepe el carpintero, Juan el electrónico, Tomás el pintor, Hildita la directora de orquesta), el poeta se pregunta: “¿Dónde están los amigos que tuve ayer? ¿Qué les pasó? ¿Qué sucedió? ¿Adónde fueron? Qué triste estoy... ¿Dónde están? Quiero verlos para saber que soy humano, que vivo y siento por mis hermanos y ellos por mí”.
Ninguno de los instrumentos que acompañan a Milanés se luce, y tampoco están allí para eso, aunque se intuya algún vuelo en la percusión más cubana o en los vientos. Los problemas eternos de sonido del Luna Park no ayudaron en los desbandes pirotécnicos del grupo, como los que deslucieron las versiones de Yo no te pido y Gracias a la vida, sobre el final. Nada de eso importó demasiado, al fin y al cabo. Aun cuando arranca mal abarajado, distraído por haber ido a reclamar su vaso de té frío, Milanés y su voz, queda claro, son los protagonistas.
El público reunido en el Luna Park pareció menos ligado a las consignas que trajeron al cubano a la Argentina años atrás que a aquella con que fue presentado por la productora: “Milanés deleitará a un público exquisito que encuentra en sus canciones la condensación de los valores culturales y políticos de una época cargada de sueños y esperanzas”, advertía el programa de mano. Las mesitas que algunas agrupaciones estudiantiles con mucha vocación y poco marketing colocaron en la entrada del estadio no parecieron eficaces ante un público en el que se mezclaban cuarentones que se resisten a abandonar la bandana y el morral con señores y señoras paquetas que exigían a los acomodadores una limpieza de butaca antes de sentarse en ellas. Puede que el frío haya tapado algunos Ches con camperas, y una rápida inspección por el súper pullman permitió detectar una sola remera del icono barbado, aunque estetizada de tal forma que remitía más a Babasónicos que a cualquier revolución pasada o futura. Sólo un par de banderas argentinas y cubanas, agitadas casi tímidamente. El final, con el himno Yo pisaré las calles nuevamente, despertó muchos encendedores pero ningún puño alto ni dedos en v. El tiempo pasa, y cambia, todo cambia.

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Pablo Milanés concretó un show musical sin pancartas.
 
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