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Gestión y política

El aumento del ABL, el anuncio de las prioridades para el sistema hospitalario y la fuerte artillería descargada sobre el poderoso gremio municipal anticipan los lineamientos de una gestión que tiene una política clara y bastante conflictiva.

 Por Luis Bruschtein

Cuando Mauricio Macri se plantaba como lo opuesto a la política y al conflicto que veía expresados por el kirchnerismo no mentía, simplemente estaba convencido de que su política no era política y que conflictivos eran los que estaban en desacuerdo con ella. Es una forma de concebir su pensamiento como si fuera un conjunto de ideas que surgen naturalmente de la realidad y la lógica, dos lugares que la “política” se empeñaría en desconocer para dejarse guiar por otros intereses. Pero ahora, como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Macri está haciendo política y está afrontando los conflictos que eligió. El aumento del ABL, el anuncio de las prioridades para el sistema hospitalario y la fuerte artillería descargada sobre el poderoso gremio municipal anticipan los lineamientos de una gestión que tiene una política clara y bastante conflictiva.

Las protestas por el aumento del ABL tuvieron una característica singular porque los que salieron a protestar no fueron los más perjudicados, sino la franja de la clase media que más contribuyó con su voto a instalarlo en el Gobierno de la ciudad. Se cuestionó que el aumento no diferenciaba a las viviendas más humildes de las más lujosas de un mismo barrio. El nuevo cálculo no se hizo por vivienda sino por zona y metros cuadrados construidos. De todos modos, quienes se movilizaron no fueron los más humildes, que seguramente dejarán de pagar el impuesto, ni los más ricos, a quienes en definitiva la cifra no les hace mucha mella.

Pero el despido de 2300 contratados y la intervención de la obra social de los municipales aplacó el debate por el ABL apenas despuntó. En el caso de los despidos, la oposición pidió que se hiciera una revisión caso por caso, para dilucidar a los trabajadores de los ñoquis. Desde el macrismo aseguran que el 90 por ciento de los contratados despedidos no hacía más de un año que estaba en funciones y acusan al anterior jefe de Gobierno, Jorge Telerman, de haber engrosado en forma abusiva la nómina municipal por razones electorales. Para enfatizar esa responsabilidad, recuerdan que el secretario gremial del Sindicato Unico de Trabajadores del Estado de la Ciudad de Buenos Aires (Sutecba), Alejandro Amor, fue octavo en la lista de candidatos a legisladores porteños del telermanismo.

El inmortal Amadeo Nolasco Genta conduce el sindicato municipal desde los años’70 (el lema de la Juventud Sindical de los municipales es “Genta conduce, siempre”) y está acostumbrado a que una de las primeras acciones de todas las nuevas autoridades de la ciudad cuando inician su gestión sea reunirse con él. Así lo han hecho todos, cual besamanos de obispo.

El mismo Macri tuvo los largos seis meses y medio de la transición en la ciudad para parlamentar con el eterno cacique de los municipales. Su primer emisario fue Santiago de Estrada y en una segunda fase participaron Néstor Grindetti y Horacio Rodríguez Larreta, los actuales secretarios de Hacienda y jefe de Gabinete, respectivamente. Desde el principio las negociaciones estuvieron planteadas por la necesidad de Macri de hacer lugar en la nómina oficial para su gente y las exigencias de Genta. Según algunas versiones, Macri había adelantado que estaba dispuesto a ofrecer un aumento salarial del 20 por ciento, pero que al mismo tiempo necesitaba dar de baja a por lo menos 1500 contratados.

Por lo general, en todos los recambios en la ciudad se produjeron bajas y nuevos nombramientos, pero en forma progresiva. Macri buscó el impacto porque el tema de los ñoquis formó parte de su campaña y porque en general el empleo público no tiene buena prensa por el clientelismo de los políticos y los gremios.

Pero también se suman otros ingredientes que están más relacionados con una forma de ver el Estado y los gremios. Cuando miraban el palco sindical con Moyano y Genta en la Plaza de Mayo, desde el Gobierno de la Ciudad no podían evitar gestos de satisfacción y hasta de festejo. Para ellos, esa contraposición los ubicaba en el lugar de la nueva política frente a los viejos vicios. Parte de razón tenían. Los gremios no sólo no han podido democratizarse y reformularse en función de nuevas realidades, sino que en muchos casos retrocedieron a formas bizarras, con caudillos enquistados en espacios de poder político y económico. Al igual que en las campañas previas a las privatizaciones, estos ingredientes reales son usados para desacreditar la esencia de los sindicatos en general y la defensa de los intereses de los trabajadores. Eso no forma parte de la nueva política sino que existe desde fines del siglo XIX, cuando comenzaron a organizarse los primeros sindicatos de anarquistas y socialistas.

Sin embargo, la mirada del macrismo sobre el acto en Plaza de Mayo fue parcial y pecó en parte de triunfalista. Pensaron que la figura de Genta era una de las más desgastadas y desprestigiadas del gremialismo, pero no evaluaron que aún así la convocatoria fue masiva en el caso de un gremio que hace muchos años que no moviliza. Se movilizaron los que no se movilizan nunca, en pleno verano y en período de vacaciones, una fecha evidentemente elegida por Macri para atenuar la reacción que producirían los despidos. O sea que los dirigentes podrán tener sus propias intenciones, pero la reacción masiva de los trabajadores podría poner en aprietos a sus dirigentes y al macrismo. En el Gobierno de la Ciudad dijeron que además de los 2400 contratos que no fueron renovados hay otros 18 mil que serán evaluados. Los trabajadores municipales son alrededor de cien mil, la amenaza señala a uno de cada cinco, una lotería suficiente para extender la inquietud.

Y la ecuación que están escribiendo Macri y Genta, como en casi todas las confrontaciones, depende de lo que esté dispuesto a aguantar cada uno. Si los municipales pueden sostener el conflicto en el tiempo, afectando el servicio en cementerios, hospitales, CGP y recolección de la basura, en algún momento el capital que sumó Macri se le puede volver en contra. Esos mismos sectores que poco después de votarlo salieron a protestar por el aumento del ABL, más los que no lo votaron, pueden formar una masa crítica de consideración.

Tras el paro y la concentración del viernes, los puentes de negociación se cortaron. En realidad, los discursos de Genta y de su adjunto –y también eterno alter ego–, Patricio Datarmine, mostraban el esfuerzo de ambos por reabrir un espacio de negociación. La confrontación los puso en un lugar incómodo para ellos y desde el macrismo lo sienten como un signo de debilidad.

Pese a las versiones de que habría halcones y palomas en el macrismo, los justicialistas de PRO, Cristian Ritondo, Rodríguez Larreta, Diego Santilli o Daniel Amoroso no rompieron la formación. Todos se alinearon detrás de la línea dura, en este caso, impulsada por el mismo Macri. Algunos sugirieron que hubieran preferido medidas más progresivas, otros están convenientemente de vacaciones, pero ninguno cuestionó los despidos ni la intervención a la obra social.

Esta medida también es un arma de doble filo. Si la obra social es mala, resulta lógico que los trabajadores se quejen. En ese caso lo más lógico sería mejorarla. Desregularla permitirá que los trabajadores con mejores sueldos elijan otra obra social o una prepaga y que entonces sólo queden los jubilados y los de menores recursos, con lo cual nunca podrá mejorar. En un contexto donde todas las obras sociales están desreguladas, es lógico que muchos trabajadores lo reclamen para este caso, pero es una medida que, en definitiva, termina de cristalizar un sistema de salud por castas. Se dijo que de esa manera les quitaban a los capitostes sindicales una caja millonaria, pero eso fue lo que menos sucedió, porque el sistema habilita otras formas non sanctas de hacer caja.

El decreto de necesidad y urgencia para intervenir la obra social tiene que ser aprobado el miércoles por mayoría simple en la Legislatura. El Sutecba anunció que habrá paro el martes, miércoles y jueves de la semana próxima. Desde el macrismo sugieren que después del miércoles se abrirán las puertas para la negociación, que no harán nada antes de ese día. Por ahora Grindetti, designado por el macrismo para sentarse con Genta, tiene los teléfonos cerrados.

Es difícil saber qué es lo que podrán negociar cuando decidan hacerlo. Ambos contendientes están tan comprometidos que al que pierda no le quedará una salida digna, como sucede por lo general en los conflictos que llegan rápidamente al punto más alto de choque. Macri descolocó a los gremialistas estatales porque encaró el conflicto con una lógica empresaria. Pero a los empresarios nadie los vota y él ahora es jefe de Gobierno. En este caso dependerá de lo que sufran los usuarios.

El Sutecba recibió el respaldo por ahora simbólico de la CGT y no presionó para que Moyano suspenda la recolección de basura que controlan los camioneros. En la CGT aseguran que Moyano está dispuesto a parar pero que Genta prefiere escalonar las medidas de fuerza.

El resto de las fuerzas políticas juegan de partenaire. La Coalición Cívica respaldó las medidas del macrismo porque coinciden en el enfrentamiento con el poder sindical, aunque tienen algunas reticencias con los despidos. El kirchnerismo trata de no quedar emblocado con Genta, pero tratará de obstaculizar los despidos y la intervención. Ese esquema también favorece a Macri, porque subordina a la Coalición tras la figura del jefe de Gobierno y porque de alguna manera obliga al kirchnerismo a hacerse cargo del desprestigio del sindicalismo en el electorado porteño. Con este conflicto, la Casa Rosada perdió protagonismo por primera vez en casi cinco años. Aparece otro jugador con fuerza en la escena de la gestión pública. Y es el jugador que esperaba. Conocedores de la dirigencia gremial, tienen la impresión de que Macri, aun ganando, no saldrá ileso. Aun en el caso de que Macri salga más afirmado en la Capital, ven también su proyección con más fuerza como el interlocutor que esperaban, la fuerza de centroderecha que les facilite la construcción desde el centroizquierda.

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Imagen: Gustavo Mujica
 
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