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La responsabilidad colectiva

 Por Marcelo Justo

En Gran Bretaña lo llaman responsabilidad colectiva. Si un miembro del Gabinete no está de acuerdo con una política gubernamental o con un proyecto de ley, renuncia. Lo hizo el líder de la Cámara de los Comunes del laborismo Robin Cook en una votación crucial del Parlamento sobre la decisión de invadir Irak en 2003: no estaba de acuerdo, se fue del gobierno (el liderazgo de la Cámara es un puesto gubernamental).

No es una cuestión de partidos. Es una doctrina: responsabilidad colectiva. En 1986, el entonces ministro de Industria de Margaret Thatcher, Michael Heseltine, renunció a su puesto por divergencias con la primera ministra sobre la industria de helicópteros británica. En su dimisión, Heseltine citó la doctrina de la responsabilidad colectiva como fundamento de la imposibilidad “para un hombre de honor e integridad” de permanecer en el gobierno. Este tipo de dimisión se considera “the honourable thing” porque si no, el ministro en cuestión se vería obligado a defender una política que no comparte. En resumen, tiene todo el derecho del mundo a votar de acuerdo a su conciencia, pero no como miembro del gobierno.

No es la única conducta que llamaría la atención en el contexto político británico. Dudo de que a algún diputado o lord inglés se le vaya a ocurrir que “Dios existe” porque se ganó una votación. Entre otras cosas por los desatinos lógicos teológicos de ese argumento. ¿Quería decir la honorable que si perdía su posición en el Senado, Dios no existía? ¿Qué valor ontológico sobre la existencia del Todopoderoso tiene entonces el voto de diputados? ¿Mitad y mitad? ¿Decretó el Congreso argentino que Dios existe a medias? Todo parece posible en la cultura político-mediática de hoy en la Argentina.

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