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Yes, we can

La organización de la foto de familia de la Cumbre llevó su tiempo. Para evitar un colapso del sistema de seguridad se realizó dentro mismo del hotel Regency Hyatt, en un recodo de los amplios pasillos del primer piso. Allí se colocaron los escalones en donde se fueron ubicando las largas tres filas de presidentes por orden alfabético de los países. Cristina Kirchner esta vez llegó bastante antes y se entretuvo conversando con el colombiano Alvaro Uribe y el costarricense Oscar Arias. Barack Obama se ubicó en la segunda fila y volvió a saludar a Hugo Chávez, que ya lo buscaba para hacerle alguna broma. Luego de la foto –en la que nadie se animó a dar el primer saludo, así que salieron sin hacer gestos– Obama autografió uno de sus libros al presidente de Bahamas, que se le acercó con un ejemplar. El norteamericano luego giró y sorprendió acercándose a saludar al nicaragüense Daniel Ortega, quien lo había criticado bastante en su discurso del viernes. Por último, se sacó una foto aparte con los presidentes caribeños.

Aunque insista en que viene como “uno más” a la Cumbre americana, Obama recibe un trato especial en Trinidad y Tobago. No entra y sale por las puertas por las que lo hacen los demás presidentes, evitando el contacto con periodistas e invitados. Así, desilusionó a muchos que lo esperaban cámara en mano, el viernes, en los alrededores del hotel, que debieron irse sin poder verlo. También causó decepción en Trinidad y Tobago que no viajara con Michelle, su carismática esposa. Quienes tuvieron oportunidad de acercársele, comentaron que se comporta con toda sencillez y se esmera en prestarle atención a todo. Y eso que a veces da lástima verlo, porque, parecería que nadie que pase por su lado –sea presidente, ministro, traductor, delegado o lo que fuera– puede resistir la tentación de saludarlo y pedirle una foto juntos.

Las palmas se las llevó la canciller de El Salvador, Marisol Argueta de Barillas. El presidente de El Salvador, Elías Saca, quedó ubicado al lado de Obama durante el plenario de la Cumbre. Su canciller se ubicó detrás, a tiro del norteamericano, ante quien hizo esfuerzos denodados por llamar su atención. Mientras Obama saludaba y se sacaba fotos, Argueta, en su ajustado trajecito rosa estridente, le daba charla sin parar. El jefe de la Casa Blanca no tenía otra que esperar hasta que comenzara la sesión. Consultada a la vuelta del hotel, la canciller salvadoreña, exultante, reveló que durante esos largos minutos le estuvo detallando las características del proceso democrático en su país. Mientras muchos buscaron tener su bilateral con Obama sin éxito, la canciller Argueta de Barillas se armó la suya.

Es un secreto a voces en Puerto España que Estados Unidos tuvo mucho que ver con la logística de esta Cumbre. Es más, se dice que si en los últimos meses no hubiera aparecido un oportuno aporte de recursos de parte de Washington, el evento difícilmente se habría realizado. La mano americana se nota en el muy bien equipado centro de prensa, organizado a la usanza de las redacciones yanquis, con tabiques separadores. Esos favores produjeron también algunos privilegios en la organización. Fue notorio ayer: cuando en algunos momentos de la sesión el acceso a los lugares clave era complicado hasta para los delegados oficiales, de repente todas las puertas se abrían para los periodistas norteamericanos que acompañaron a Obama en la gira.

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