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Las fotos de los desaparecidos

¿Y las fotos de tus compañeros?

–Eso fue horrible porque como intervino la Justicia militar en esos años, todos los negativos que había podido sacar se los quedaron ellos. Esa fue una odisea para mí. ¡Ahí sí corté clavos en serio! Robé una llave de Inteligencia.

–¿Por qué una odisea?

–Hay unas fotos que son en colores. Que se ve la huevera. La trituradora de papeles. Primero, yo lo saqué en rollo color. Habían comprado un flash nuevo. Un día empiezo a sacar y cuando apreto la última foto siento: “¡La puta que te parió! ¿Qué estás haciendo ahí?”. Y le digo que estoy probando el flash al mismo tipo con el que habíamos ido a comprarlo. Pero la cámara además tenía rollo. A ese tipo sí que lo volví loco. Se creía que era un piola bárbaro. Un oficial de Prefectura. Díaz Smith. Yo agarraba, veía un escrito de él, lo sacaba y lo guardaba. El tipo venía y miraba. “¡La concha de la vaca!” “¿Qué pasa Luis?”, decía yo. “¡¡Había un escrito acá!! ¿Dónde está!!” “¿Es este?”, le decía yo. “Ah, sí”, respiraba. Un día se olvidó una pistola. La escondí y la metí en un cajón. Se volvió como loco. Yo veía que abría, cerraba. Iba y venía. “¿Qué pasa Luis?” “¡Me olvidé la pistola! ¡La concha de su padre!” Era una Colt cuarenta. “Tomá”, le digo yo. Eso era como una especie de empezar con la complicidad. Y el tipo entró. Era un torturador de remil... Un día, en pedo, me dice: “Pensar que yo un día en Zárate agarré la ametralladora y maté a cuarenta perros”. Al principio digo: “¿Mató a perros?”. Y ahí entendí, la concha de su padre.

–Iba contando sobre las fotos del Sector 4.

–Bueno, yo saco esas fotos. Entró en Inteligencia. Me voy al laboratorio. Pongo una mesa de reproducción, pongo la máquina, una tripa y empiezo a pasar. Trac, trac, tres rollos. ¡Tres rollos! Guardo todo. Lo escondo. Entro de nuevo en Inteligencia. Guardo todo como estaba. Salgo y siento una puerta. ¡La concha de su padre! Entonces, me metí en el laboratorio y me puse a esperar. Observo. Vamos a esperar. Media hora. Una hora. Se hicieron las cinco de la mañana. Salgo. Voy por el pasillo. Nada. Veo la puerta que yo había dejado cerrada, abierta. Y pum, se golpeó. ¡Era una noche de tormenta! Era eso. Son esas noches de relámpagos sucesivos. Entonces aproveché para sacar los interiores de Inteligencia. Que son las fotos que están en blanco y negro.

–¿Son las fotos famosas con la pizarra en las que están los dibujos de los operativos de secuestros?

–Sí. Hay unas fotos que se ven muy mal porque las revelé una noche de invierno en la casa de mi cuñado. Tenía un laboratorio muy precario. Y hacía frío. Y llevaba mucho tiempo. Y si lleva mucho tiempo, también se abre mucho el grano. Pero además le di más tiempo del habitual, pero hacía mucho frío y pasó que quedó un poco transparente. Fue dificultoso hacer la copia, pero igual se hizo.

–¿Qué pasó con esas fotos?

–El juzgado pasó todo a la Justicia militar y ahí se perdieron los negativos. Eso es lo que más vena me da. La Justicia civil debería ver qué pasó con esas cosas.

–¿Las fotos de los desaparecidos que sacó?

–Las saqué porque en realidad me vi a mí mismo. Unos veinte días después de caer nos bajaron y nos sacaron las fotos a cada uno de los compañeros. En una tira de fotogramas que había en una bolsa, un pedazo de película lo vi, y ahí meto la mano, entonces recojo un rollito que agarré. Y lo guardo. Ahí está (Alberto Eliseo) Donadío, Sosa de Uruguay y una compañera Elsa. Esas son del ’77 porque son coetáneos de Donadío, este pibe que era el primo del Topo Sáenz.

–Entonces, hay unas de 1977 y otras de 1979.

–Exacto.

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