EL PAíS › LAS ACTAS QUE DEBíAN FIRMAR LOS SOLDADOS

Denuncias tempranas

 Por Alejandra Dandan

Las Actas de Recepción se recogieron entre 1982 y 1984. Al cabo de las primeras lecturas, el Comando en Jefe del Ejército emitió una directiva firmada por Cristino Nicolaides que explica por qué estuvieron bajo siete llaves. Entre la documentación desclasificada, hay una carta enviada al V Cuerpo del Ejército que muestra cómo el Comando del Ejército dispuso que estas denuncias debían ser tomadas solo como cuestiones disciplinarias para evitar que trascendieran, dado el contexto complicado en lo externo y en lo interno. “En los casos (...) en los que se acredite alguna infracción, las respectivas no excederán el ámbito disciplinario dentro de pautas de mesuras, guardando la adecuada reserva de modo tal de evitar su conocimiento en el frente externo y preservar la tranquilidad en el frente interno. En tal sentido resulta de particular importancia la selección de las medidas probatorias que se arbitren.”

Ernesto Alonso es uno de los que llenaron las Actas. Ahora es presidente de la Comisión Nacional de Ex Combatientes, integrante del Cecim La Plata y uno de los impulsores de la causa judicial. “Cuando ellos empezaron a enterarse del contenido de las denuncias se vieron con un problema porque esto no debía interferir en el frente externo, porque estaba muy condicionado y tampoco en frente interno que estaba muy sensible”, dice. “Frente a esto, en estos documentos que van a transmitirse a toda la cadena de mandos, dicen que toda la investigación y las posibles sanciones no tenían que pasar de esta instancia disciplinaria. Los resultados eran 4 o 5 días de arresto al suboficial u oficial denunciado. Y si había cualquier otra situación a partir de la cual se evaluara pasar a la Justicia Militar, esa situación debía ser analizada primero por el Comando en Jefe del Ejército”.

A Alonso le tocó completar el Acta en la escuela general Lemos de Campo de Mayo. “Los que estábamos bajo la jurisdicción del Ejército, por lo menos una parte de nosotros, pasamos por Campo de Mayo, la escuela general Lemos o Sargento Cabral. En esos lugares funcionaban los CARI (Centros de Atención de Recuperación Integral). Nosotros decíamos que eran lugares para el engorde. Ahí nos daban ropa limpia, nos recuperaban. En esas Actas estaban los nombres de cada uno, las unidades a las que pertenecías, los armamentos que habías usado y otras cuestiones que ponías en ‘observaciones’. Muchos compañeros, con mucha valentía, porque hay que decir que estábamos en dictadura y esto se hacía adelante de ellos, ya denunciaban ese tipo de violación a los derechos humanos.”

Una de las actas que llenó otro soldado de 19 años de Comodoro Rivadavia dice “haber recibido maltratos (patadas en el pecho) de parte del cabo C.” cuyo nombre, como el resto, no se da a conocer a pedido de las querellas. Las actas eran formularios de unas siete páginas de extensión, con preguntas estandarizadas y opciones abiertas para las respuestas. Estaban divididas en dos partes, con títulos al uso de la comunidad de Inteligencia. La primera parte, de una página, se llamaba: Ficha de Antecedentes del causante. La segunda, más larga: Interrogatorio Básico.

Entre los antecedentes buscaban saberlo todo: desde el nombre del soldado, fecha de nacimiento o datos de sus padres hasta la posición en la isla, circunstancias en las que había sido herido o datos referentes al “enemigo”. La segunda parte tenía los espacios para las respuestas más expansivas. Eso, en los casos de quienes se animaban. Alonso dice que los interrogatorios fueron hechos por la gente de Inteligencia y que debían llenarlos en los CARI, firmado por ellos y rubricado por alguien del lugar, un escenario difícil que recuerda al momento en los que los sobrevivientes y familiares de las víctimas de los centros clandestinos del continente eran convocados a declarar contra los perpetradores en el propio seno de la Justicia Militar. Las preguntas de ese Interrogatorio Básico incluían desde las actividades que cumplieron, las experiencias recogidas o motivo del traslado al continente, si es que salieron evacuados por heridas antes de tiempo. Pero también preguntaban si volverían al puesto y dejaban espacio como para una denuncia.

Aquel muchacho de Comodoro Rivadavia describió el lugar como una llanura. “No había caminos –dijo–. Clima frío. Húmedo. Lluvioso. Nevó. Había escarcha toda la noche.” Cuando le preguntaron si tuvo contacto con la población civil, dijo que no. Cuando le preguntaron si regresaría a la isla, dijo que sí, por sus compañeros. En el final, a mano alzada agregó la denuncia: “Deja constancia de la mala actitud del cabo C. que le pegaba patadas (incluso en el pecho)”.

Cuando le preguntaron al cordobés, en cambio, si tuvo relación con la población civil dijo que sí. “Una familia isleña nos compró alimentos, nos compró chocolates, etc. Manifestando estar de acuerdo con que las Malvinas fueran argentinas. Diciendo que estaban de acuerdo con lo que los argentinos hacían.” Cuando le preguntaron por una “probable fuente de información del enemigo”, dijo: “Probablemente dentro de algunos pobladores”. Cuando le preguntaron, finalmente, si “regresaría usted a su unidad”, dijo que sí. “Porque tengo sentido humano y pienso que como yo necesitaba el apoyo de mis compañeros, ellos deben necesitar el apoyo mío. Y por mi sentido patriótico, para defender a las familias argentinas del enemigo.”

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