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Para Kirchner, “ya está todo dicho, todo muy claro”

“Ya está todo dicho, está todo muy claro”, respondió Néstor Kirchner cuando ayer le preguntaron por la marcha de las negociaciones de última hora con el FMI. Lo que quería decir el Presidente era que si no había un cambio en las exigencias que le envió Anne Krueger hoy no cancelará el vencimiento de 3100 millones de dólares. Unos pasos detrás de él, el ministro de Planificación, Julio De Vido, se preocupó por darle mística a la posición del Gobierno. “No son horas de tensión, son horas de dignidad”, improvisó De Vido. La plana mayor del Gobierno se reunió en Olivos para analizar los próximos pasos en este tema y después se encerró en un absoluto mutismo, prueba de que tal vez todo no estuviera dicho, ni todo tan claro.
El hermetismo primó durante gran parte de la jornada: cuando Kirchner se juntó en la residencia presidencial con su ministro de Economía, Roberto Lavagna, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, y la primera dama Cristina Kirchner. Y también a la noche, cuando Fernández se pasaba cada tanto al despacho del Presidente para seguir aportando ideas.
La imagen que anoche devolvían los pasillos de la Casa Rosada era elocuente: pocos funcionarios, caras de nerviosismo y un absoluto silencio de radio. El contraste lo aportaba un grupo de dirigentes porteños y representantes piqueteros que esperaba distendido una audiencia en la antesala de la Secretaría General de la Presidencia. Su objetivo: ultimar detalles del acto del jueves, en Parque Norte, donde se relanzará el Frente para la Victoria.
La estrategia comunicacional del Gobierno por estas horas pasa por no comunicar por temor a que una palabra de más o una palabra de menos complique las negociaciones. Cualquier detalle merece el secreto. Por ejemplo, en un primer momento ni siquiera se sabía en qué lugar se encontraba reunido el Presidente con su entorno. “En algún lugar de la ciudad”, respondían, misteriosos, en Casa de Gobierno. Cuando al fin se supo que era en Olivos, permaneció el interrogante por los motivos de tanto sigilo.
De Vido se encargó de precisar –ya estaba dicho– que era Kirchner en persona quien estaba al frente de las negociaciones. “El Presidente es el que está marcando el camino”, sostuvo, y recalcó “la gran confianza y respaldo que tiene el pueblo argentino” en él. Las intervención del ministro se dirigió a potenciar la mística de “causa nacional” que el Gobierno pretende darles a las negociaciones con los organismos internacionales.
En rigor, que se haga flamear esa bandera revela el nivel de conflictividad con el “frente externo”. A pesar de la voz del ministro del Interior, Aníbal Fernández, negando que la asunción de Krueguer al máximo cargo del FMI vaya a afectar al Gobierno, lo cierto es que desde el viernes las caras largas se apoderaron de todos y cada uno de los miembros de la Casa Rosada.
El semblante de Lavagna era todo un símbolo. A tal punto que ayer se hizo correr la versión de que el ministro de Economía podría renunciar a su cargo. El dato vino acompañado de un supuesto tironeo entre Lavagna y el Presidente por el cariz que se les imprime a las negociaciones con el Fondo. Anoche, en medio de tanto silencio, en la Casa Rosada se dieron un breve descanso: fue justamente para negar cualquier posibilidad de que el ministro diera un paso al costado.

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