ESPECTáCULOS

Hannibal vuelve, con gusto, a la mesa del crimen

En “Dragón rojo”, precuela de “El silencio de los inocentes”, el doctor Lecter regresa a su celda original, desde la cual rastrea a un colega.

 Por Martín Pérez

Todo empezó con El silencio de los inocentes, allá por 1991. Dirigido por el humanista Jonathan Demme, aquel film logró transmitir la sorpresa del inocente asomándose al peor infierno de la maldad humana. Todo bajo la forma de un thriller con no sólo uno, sino con dos asesinos seriales en su historia, devenida luego del éxito casi en un género en sí mismo. Hollywood esperó una década a que el autor de la novela original, Thomas Harris, volviese a atender a su criatura. Aunque ni el director ni la protagonista –Jodie Foster– de aquel éxito original aceptaron el reto, Anthony Hopkins volvió a ser Lecter con mucho placer. Después de todo, aquel villano lo había inmortalizado en las páginas más truculentas del cine. Y además, se sabe, los asesinos siempre regresan a la escena del crimen. Pero era de esperar que el inmediato éxito de aquel Hannibal transformase en todo un lujo aquella década de espera por una nueva novela de Harris. Así que aquí está Dragón rojo, el nuevo film de Anthony Hopkins como Lecter, acompañado por un elenco de lujo para realizar el más extraño remake del Hollywood moderno.
Primera novela de la trilogía de Harris dedicada a Lecter, Dragón rojo ya había sido llevada al cine en 1986, bajo el nombre de Manhunter (Cazador de hombres). En realidad, el film se rodó bajo el título Dragón rojo, pero al llegar el momento del estreno los ejecutivos del estudio le cambiaron el nombre para que no se la confundiese con una película de artes marciales. Su director fue un tal Michael Mann, que luego se haría famoso por el éxito de films como El último de los mohicanos y El informante. Por entonces, sin embargo, Mann apenas si era famoso en la televisión a través de su serie “Miami Vice”, pero sin embargo hizo un trabajo admirable con su Manhunter (a pesar, eso sí, de una banda de sonido envejeció demasiado rápido). Pero su buen trabajo tenía un pequeño problema: que Lecter –Lektor, en el film de Mann– no era Anthony Hopkins, sino el escocés Brian Cox. A pesar de que el Lektor de Cox sigue siendo realmente fascinante, Hopkins finalmente se ha dado el gusto y con Dragón rojo completa la trilogía de novelas personificando al villano creado por Harris.
En este film de Brett Ratner (Rush Hour) –con guión de Ted Tally, ganador del Oscar por su adaptación de El silencio de los inocentes–, la historia se aleja un poco del amaestramiento del exitoso villano Lecter realizado por Ridley Scott en Hannibal, y vuelve al redil. Tal como en el film de Demme, el buen Doctor regresa a su celda y allí recibirá al detective que lo ha capturado, que va en su busca para que lo ayude a resolver un caso particularmente especial. En realidad, Dragón rojo no tiene como protagonista a Lecter, sino al psicópata que le presta su nombre a la novela, un asesino que ingresa por la noche en la casa de ciertas familias y las asesina con un método muy particular. Tan particular es su método, que las autoridades van en busca del agente, ya retirado, que encerró a Lecter. Un hombre que perfeccionó tanto su método deductivo de meterse en la mente de los asesinos para cazarlos que prefirió el retiro antes de tener que volver a hacer lo que más sabe hacer. Pero allí está el deber, un nuevo asesino serial e incluso Lecter para recordarle qué es lo que debe hacer.
Mucho más policial que Hannibal, Dragón rojo es un film que, pese a la calidad de su reparto, no alcanza nunca el nivel de inquietud que transmite El silencio de los inocentes. Y mucho menos el de aquella ochentosa adaptación original. Avanzando a golpes de efecto, el film de Ratner necesita de golpes musicales para transmitir el suspenso que el género –en gran medida creado por aquellos dos films que son sus inevitables referentes– parece incapaz de transmitir. Con Philip Seymour Hoffman prestando aquella barriga de reverenciado crítico de rock en Casi famosos para encarnar aquí un despreciable periodista amarillista, y con Emily Watson como una ciega ostentando demasiado su papel, pero con el escozor necesario para agregar algo de sexo al freak show de Anthony Hopkins y compañía, Dragón rojo termina siendo un film sólo para fans. De hecho, incluso parece dirigido justamente por aquellos fans que se preocupan tanto por los pequeños detalles –como la celda de Lecter en aquel film de Demme– al punto de que sólo parecen querer regresar edípicamente a ese comienzo. Para conseguir más de lo mismo.
No es extraño entonces que, además del material que corresponde a la novela original, este flamante Dragón rojo tenga dos agregados: un prólogo y un epílogo. Ambos homenajean a otras dos películas de la serie. El epílogo, obviamente, hace referencia a El silencio de los inocentes, al nombrar a una jovencita del FBI que pregunta por Lecter. Pero el prólogo, lejos de honrar al film de Mann, en realidad es una referencia a aquel culto y refinado Lecter de Scott, capaz de llegar al oxímoron del crítico musical –para obvia satisfacción de sus fanáticos– cenándose a un mal músico. Cerrando así un curioso círculo interminable, cuyo único paso siguiente posible sería volver a rodar El silencio de los inocentes en honor al dinero que recauda el buen Dr. Lecter. Pero a no preocuparse por semejante colmo de los films de asesinos seriales. Porque en caso de urgencia, y a falta de nuevas novelas de Harris, Hopkins ya ha anunciado que tiene listo un nuevo guión para su villano preferido.


Estados Unidos, 2002
Dirección: Brett Ratner.
Guión: Ted Tally, basado en la novela de Thomas Harris.
Fotografía: Dante Spinotti.
Música: Danny Elfman.
Intérpretes: Anthony Hopkins, Edward Norton, Ralph Fiennes, Harvey Keitel, Emily Watson, Mary Louise-Parker, Philip Seymour Hoffman.
Estreno de ayer en los cines Hoyts Abasto, Patio Bullrich, Atlas General Paz, Village Recoleta, Cinemark Palermo y otros.

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En el film, Edward Norton ingresa al sancta sanctorum de Lecter.
 
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