ESPECTáCULOS

La Plata ataca, filmando ángeles

Cinco películas breves, surgidas de la Facultad de Bellas Artes de esa ciudad, componen el proyecto “Casi ángeles” estrenado ayer en Capital Federal.

Son cinco historias de personajes que podrían ser ángeles, unidas por un mismo hilo angelical: la primera es una sórdida historia de suicidios; la segunda, una mirada maldita de dos bromistas que usan un bar para reírse del resto; la tercera, un clásico fierita que tiene problemas con unos dealers policías; la cuarta podría ser un relato de amor en el potrero bajo el amparo de un superhéroe barrial, y la quinta es la historia de un timador en plena zona rural de la provincia de Buenos Aires. Cinco historias breves, operas primas de La Plata, ciudad que, como dice Pedro Ruiz productor y profesor, “está a veinte minutos de la Capital, pero también a mucho más tiempo y distancia”. Las cinco historias salieron de la cátedra de Producción de la carrera de Comunicación Audiovisual, de la Facultad de Bellas Artes, Universidad Nacional de La Plata, y se estrenaron ayer en el Complejo Tita Merello. Pero comenzaron a gestarse cuando el país todavía estaba inflado: “La Argentina está desborada por el fenómeno de la caída económica, aunque nuestras historias son anteriores al quiebre. Ahora las cosas son peores: los cortos tienen un contenido social. Se acercan a la comedia, aunque terminan siendo dramáticos y costumbristas”, dice Pedro Ruiz.
De setenta argumentos escritos por los alumnos se seleccionaron cinco: Vanessa Erfurth realizó Cacería donde Diego, un niño, vive el final violento de su padre; Carolina Suárez hizo Juego de palabras, una comedia de enredos de dos jóvenes bromistas; Mario Borgna concretó Perdidos, la historia de Lucas, quien se cree capaz de engañar a dos comisarios corruptos; Manuel Tello hizo El potrero de Yayo, donde el “loco” del pueblo (Yayo) dice haber influido con su magia en una historia de amor; Leonel Compagnet, en tanto, filmó Con cariño... María José, que relata las peripecias del enviado de la compañía eléctrica en un pueblo que no tiene luz. El nombre de Casi ángeles surgió cuando los productores se dieron cuenta de que las historias coincidían en sus personajes centrales: eran jóvenes, que no llegaban a ser ángeles, que tenían sus debilidades, pero casi podrían llegar a serlo con un poco de esmero.
La carrera de cine se reabrió en 1993 y así fue como Daniel Pires Mateus, jefe de la cátedra, y Pedro Ruiz, se propusieron hacer algo para romper con el marco teórico que los acechaba. Casi al final de 1997, los profesores le propusieron a un grupo de 4º año, cumplir un sueño. Con los guiones aprobados, los profesores compraron de su propio bolsillo una cámara 16 milímetros y un set de luces. Luego consiguieron algo de dinero de la Universidad de La Plata: “El resto lo conseguimos prestado. Todos trabajamos poniendo el hombro”. El rodaje comenzó el 8 de enero de 1998 y duró hasta abril. El último episodio se hizo cerca de Las Flores, en un pueblo llamado Rozas. “Este es un proyecto atípico. Los aportes privados son de nosotros mismos que somos profesores universitarios nacionales”. A fines de 1998 la película ya estaba filmada. Fueron a visitar al INCAA para pedir un crédito por $ 100.000 y les dieron $ 60.000. “Conseguir el resto nos costó horrores. Y terminar la película también”. En eso, la Subsecretaría de Cultura de la Provincia los ayudó a pasarlo a 35 milímetros. Los actores Víctor Laplace y Sergio Povescampos, habitual actor de reparto de Alejandro Agresti, participaron a puro pulmón.

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El film “El potrero de Yayo”, un relato de amor barrial, dirigido por Manuel Tello.
 
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