ESPECTáCULOS › EL MARTES, LA SEÑAL AXN ESTRENA LA SERIE “KINGPIN”
La versión TV de “Traffic”
La idea del programa, que aquí se verá con el nombre de “El narcotraficante”, es ahondar en la historia del film de Steven Soderbergh.
Por Emanuel Respighi
En una de sus últimas películas, Traffic (2000), el prolífico cineasta Steven Soderbergh realizó una suerte de mapa audiovisual del recorrido de la droga, desde su producción y distribución hasta llegar a la amplia red de comercialización. En su pretensión de plasmar una visión totalizadora del negocio, el director de cine no se privó de reflejar una visión sesgada sobre el asunto, en que los mexicanos son retratados como los “chicos malos” del narcotráfico y los estadounidenses como las “víctimas” de su accionar. Nada más simplista. Nada más estadounidense, por cierto. Desde el martes, Traffic tendrá su versión televisiva para el mercado de cable de América latina: AXN estrena “Kingpin” (que en la Argentina se conocerá como “El narcotraficante”), una serie que indaga los pasos del narcotráfico en el seno de una peculiar familia de origen mexicana. La miniserie, que tendrá un total de seis episodios, se podrá seguir todos los martes, a las 21.
La asociación con el film de Soderbergh no sólo se circunscribe a que “Kingpin”, también cuenta una suerte de thriller fronterizo, centrándose en el melodrama familiar de los Cadena. En la serie creada por David Mills (“ER Emergencias”, “Homicidio: vida en las calles”, “The Corner”, “NYPD Blue”), las responsabilidades del flagelo de la droga están puestas únicamente en dos países: Colombia, como país productor de droga, y México, como país exportador de droga hacia Estados Unidos. De esta manera, la serie parecería ser un manifiesto que sirve para “lavar” las conciencias de los ciudadanos y políticos estadounidenses, quienes se remarca que hacen todo lo posible para acabar con el narcotráfico. A tal punto que, en otra coincidencia con Traffic, el tono color sepia de las escenas que transcurren en territorio mexicano se contrasta definitivamente con la nítida imagen de EE.UU. En ese marco, la idea parecería ser que América latina tiene la culpa de buena parte de los males que azotan al mundo.
La serie cuenta la conflictiva historia de los Cadena, una familia mexicana que controla el Cartel de Juárez, la ciudad norteña que limita con territorio estadounidense. La trama se inicia en un momento crucial para la familia: el líder de los negocios, Jorge, debe permanecer escondido en un yate en el medio del mar debido a que la DEA anda tras sus pasos. En plena reorganización familiar, el hijo de Jorge, Ernesto, alias El Huevudo (“porque tengo los huevos bien puestos”, se jacta), queda a cargo de los negocios. La decisión no es aceptada del todo por Miguel y Chato, los sobrinos de Jorge, quienes no confían en que pueda llevar adelante y, de manera discreta, los negocios ilegales.
El problema familiar comienza cuando El Huevudo, un histérico nene de papá que se cree Dios, comienza a hacer de las suyas en un negocio en el que el que las hace, las paga. “Si la DEA nos persigue, nosotros perseguimos a la DEA”, dispara El Huevudo, que todo lo resuelve con dinero o a los tiros. Así, el nuevo líder se encarga de echar por borda la discreción del clan asesinando a cuanto agente federal estadounidense pueda, declarándole la guerra a la DEA, la CIA y el FBI. Temerosos del futuro del negocio, Chato y Miguel deciden luchar por el poder del cartel organizando un complot contra Ernesto, que comanda los hilos de la corporación con la anuencia de su padre, quien vive la mayor parte de su tiempo bajo los efectos de opio. La familia ahora tiene por delante dos problemas: por un lado, escapar a la persecución del gobierno de EE.UU. y, por otro, aplacar el nivel de los conflictos familiares.
La virtud de “Kingpin” es que las historias se apoyan en un relato de ritmo vertiginoso. En ese sentido, la función de entretener al espectador se cumple: aquí siempre pasan cosas importantes. El guión no hace reparos a la hora de matar a personajes centrales e introducir otros nuevos. De ahí surge que lo único criticable es la visión anti-latina de la trama. “Son un montón de letras inútiles. FBI, DEA, CIA... Tienen el culo en la cabeza”, dice de sus colegas estadounidenses un policía mexicano.