ESPECTáCULOS › “CANCIONES PARA MIRAR”, EN VERSION 2002

Un mundo de sueños

Fabián Gianola y Claribel Medina reviven desde mañana un clásico de María Elena Walsh, cuarenta años después del estreno. “Es un fenómeno social”, dicen de la vigencia de la autora de “Manuelita”.

 Por Silvina Friera

La obra de María Elena Walsh se asemeja a un poliedro que adquiere unidad en la diversidad y espesor en la sencillez. Si los juglares eran los cronistas del pasado, de la memoria de un tiempo frágil e incierto, los temas de la creadora de “En el país de no me acuerdo” sintetizan los vaivenes de maduración de la sociedad argentina. A 40 años de su estreno regresa a la cartelera porteña Canciones para mirar, un clásico de la comedia musical infantil, estrenada en 1962 en el Teatro San Martín. La puesta, que se presentará mañana a las 15 en el teatro Nacional (Corrientes 960), dirigida por Manuel González Gil y Rubén Pires, cuenta con las actuaciones de Fabián Gianola, Claribel Medina y un puñado de acróbatas, malabaristas, cantantes y bailarines. “Ella potencia la imaginación, el sueño, la fantasía y el juego de los niños, incluso para nosotros que somos adultos. Sus letras son de avanzada porque reflejan un pensamiento profundo, construido a largo plazo. El arte siempre perdura, se puede reformar o reciclar, pero nunca desaparecer”, explica Medina.
Cuando tenía 20, Medina escuchó por primera vez “El reino del revés” y “Manuelita la tortuga” por unos amigos puertorriqueños, que habían comprado en Buenos Aires un disco de Walsh. “Tengo dos hijas argentinas que desde que empezaron el jardín cantan los temas de María Elena. Sus canciones forman parte de mi vida. Esta mujer tuvo la brillantez de escribir a partir de imágenes e ideas sociales y culturales tan sólidas que la convirtieron en un fenómeno social”, comenta Medina en la entrevista con Página/12. La sutileza del universo de la compositora de entrañables temas infantiles continúa deslumbrando a chicos y grandes sin distinciones generacionales. “Es una emblemática –dice Gianola–. Sumergirse en el imaginario de María Elena supone regresar a mi infancia, pero además compartir la niñez de mis hijos que también la escuchan y disfrutan.” El eje del espectáculo, con dirección y arreglos musicales de Martín Bianchedi y Gerardo Gardelín, son las canciones de Walsh: “El reino del revés”, “El twist del Mono Liso, “La vaca estudiosa”, “Canción del jardinero” y “La pájara pinta”, entre otras, ensambladas en la puesta en escena con la estructura del circo y la murga. “Tanto Fabián como yo somos los bastoneros que vamos mostrando al público este mundo de sueños”, acota la actriz. A despecho de los que subestiman a los niños, Medina sostiene que los chicos cultivan los sueños y lo lúdico, y hay que respetarlos porque no son estúpidos ni tontos. “Hay algunos prejuicios que establecen que el niño debe ser tratado como un adulto. Sin embargo, cuando escuchás a los chicos te das cuenta la amplitud de su mundo. Las estructuras, las defensas y los límites los imponemos los adultos”, precisa la actriz.
El respeto por la diferencia, la solidaridad con los más débiles, la fraternidad y el rechazo a la violencia que brotan de la poesía de Walsh conforman una gran fábula contemporánea que parece enfrentarse a los rigores del mundo real. “Los chicos son más exigentes porque cuando se aburren no tienen ninguna inhibición y te lo dicen en la cara: te gritan que se quieren ir. No tiene el prurito de un matrimonio mayor que cuando el viejo se duerme, la mujer lo codea para que se despierte”, subraya Gianola. “El infantil te permite ablandarte, hay una canción que interpreto en la hamaca y me da un placer inmenso porque me hace regresar a mi infancia, me transporta al campo donde crecí –confiesa Medina–. Tuve una niñez alucinante entre vacas, ovejas y patos, muy salvaje y libre. Los actores tenemos la bendición de poder jugar todo el tiempo y de hecho somos un poco niños porque entramos en un mundo fantástico. En eso reside la magia del teatro.” Aunque en la Argentina se la conoció primero como actriz, Medina empezó cantando en coros de hoteles en Puerto Rico. “Después elegí la actuación, pero nunca dejé de cantar, incluso en mi país tenía un grupo que se llamaba Las Bohemias. Cantar es como estar desnudo, mostrás tu alma a través de la voz. En la actuación siempre hay un personaje que te contiene”, aclara Medina.
“Desventuras en el País Jardín de Infantes” fue el título del artículo con el que la escritora atacó a la dictadura militar. En una primera persona irónica y demoledora, cuestionó desde la falta de libertad intelectual hasta el más mínimo acto de censura. La integralidad y coherencia en el mensaje de las canciones de Walsh la transformaron en un referente moral a la hora de opinar sobre la realidad nacional. Consciente de la resistencia que protagonizan los artistas y otros sectores de la sociedad en un momento tan dramático, Medina señala que no se puede parar de hacer cosas. “Todo atenta contra nuestro trabajo, buscan que nos paralicemos, que dejemos de sentirnos felices, cómodos y contentos. Todo se confabula para intentar destruir a la cultura. Hay demasiada violencia en la calle, demasiada locura, mucha pobreza. Precisamente en estos momentos tan críticos no debemos dejar de soñar. Por eso, los artistas estamos trabajando y generando proyectos más que nunca.”

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La pareja actúa, canta y baila, en una obra que ha hecho historia.
 
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