SOCIEDAD › JUICIO A UN POLICíA DE LA FEDERAL POR UN CASO DE GATILLO FáCIL EN MATADEROS

Balazo mortal por robar caramelos y monedas

“Mi hijo fue fusilado. Si había cometido un delito, ya estaba en el piso (cuando lo alcanzó la policía). Lo podían haber esposado y llevado a la comisaría para que la Justicia resolviera. No le dieron oportunidad de nada.” Liliana Graciela Peralta habló ayer en la apertura del juicio oral por el asesinato de su hijo, Marcelo Báez, por el que está acusado el suboficial auxiliar de la Policía Federal Justo José Luquet, quien se negó a prestar declaración indagatoria. Báez, de 16 años, fue imputado –junto con otros dos chicos que fueron detenidos– de haber robado caramelos, cigarrillos, un gel para el cabello y algunas monedas, en un kiosco del barrio porteño de Mataderos, el 4 de marzo de 2002, al mediodía. Dos policías persiguieron a Báez: Luquet en un patrullero y su compañero Osvaldo José Ianello a pie. El adolescente, que iba en bicicleta, chocó contra un cesto de basura y cayó. Una bala le atravesó la cabeza y lo mató, cuando todavía no se había incorporado. Ianello dijo que escuchó dos disparos –uno se lo adjudicó a la víctima–, mientras que un testigo civil habló de “una sola detonación”, la que produjo el arma de Luquet, quien está acusado de “homicidio simple”.

Hoy se conocerá, en la audiencia, la pericia realizada por expertos de Gendarmería. Allí se determinó que la bala que partió de la 9 milímetros del policía Luquet tuvo una extraña trayectoria. “Entra por la sien, sale en diagonal por la nuca, vuelve a entrar por la espalda y queda alojada allí”, explicó a Página/12 María del Carmen Verdú, abogada de la Coordinadora contra la Represión Policial (Correpi), quien representa a la familia de la víctima, junto con su colega Nicolás Espósito. Todo hace suponer que Luquet disparó cuando Báez se estaba levantando del piso, sobre la vereda de la calle Guaminí, llegando a Juan Bautista Alberdi, a la que se había subido para esquivar el tránsito vehicular. “El dermotest que hizo la Gendarmería dio negativo”, anticipó Verdú, lo que indicaría que Báez no tenía el rastro de pólvora que queda en las manos luego de disparar un arma de fuego. El dato puede ser clave en la causa.

La mamá de Báez dijo que su hijo quería jugar al fútbol en la Primera de Huracán y que “era zurdo, con el pie y para todo lo manual”, al punto que “hasta se peinaba con la mano izquierda”. El dato es importante porque al lado del cuerpo de Báez apareció un arma, cerca de su mano derecha. La querella afirma que fue “‘plantada’ por la policía para tratar de demostrar que hubo un tiroteo”. Catalina Furchi, la dueña del kiosco asaltado por los tres pibes, dijo que uno de ellos estaba armado, pero no reconoció el revólver que estaba junto al cadáver de Báez y que le fue mostrado en la audiencia. “Me parece que no era tan grande”, aclaró.

El vecino Jorge Salomón, que el día del hecho estaba acompañado por su esposa, María Orozco, aseguró que escuchó “una sola detonación” y que estaba a “cien metros” del lugar donde cayó Báez. El policía Ianello, en cambio, aseguró que hubo “una detonación y otra que se escuchó al unísono”. Una de las dos versiones tendrá que ser descartada por los jueces del Tribunal Oral 18. En la instrucción se impuso la que sostiene que Báez no disparó. El propio Ianello admitió, sin pretenderlo, que un arma puede ser peligrosa en manos de un policía: “Cuando lo empecé a correr (al chico Báez) la guardé porque ahí empiezan las desgracias...”

Luquet, en cambio, optó por disparar sin siquiera levantarse del asiento del patrullero, que él mismo conducía.

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Liliana, mamá del chico fusilado.
Imagen: Gustavo Mujica
 
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