SOCIEDAD › LOS QUE ELIGEN CASARSE SIN PASAR POR LA IGLESIA O EL REGISTRO CIVIL

Los novios no saludarán en el atrio

Son parejas que buscan evitar los ritos tradicionales y organizan una boda “natural” o “espiritual”. Algún maestro o chamán oficia la ceremonia. Y los invitados participan de la meditación en un parque, una playa o un bosque.

 Por Soledad Vallejos

Una ceremonia entre los pétalos de rosas y el yin yang.

Hay parejas que se casan sin casarse. Por lo menos sin hacerlo en el sentido estricto, burgués y legal de la palabra. Sin libreta colorada, ceremonia religiosa, reserva de salón un año antes, carnaval carioca, infinitos brindis con catálogos completos de bebidas alcohólicas. Quizá sea la globalización, pero cada vez más parejas se empeñan en demostrar que, aunque no se deseen papeles, a veces una simple convivencia sin papeles no alcanza. Porque hay que “celebrar el amor” ante los seres queridos y ni la religión ni el Estado tienen por qué inmiscuirse, organizan eventos con nombres nuevos que, de todos modos, no terminan de hablar de cuánto se puede encontrar en ellos: tal vez un chamán o una ceremonia con velas con la pareja recostada en cada lado de un ying yan de pétalos, pero también un lavaje de pies al estilo de los primeros cristianos, o simplemente una fiesta basada en la risa y la comicidad. No hay fronteras para la nueva imaginación del compromiso amoroso, que se renovará en los detalles, pero no puede escapar a la esencia de lo reconocible: todavía se tiene que hacer en público.

Quemá esos papeles

“¡Te juro que veo de todo!”, dice entre risas Bárbara Diez (barbaradiez.com.ar). Wedding planner del momento desde hace ya unos años, escucha la pregunta por las “bodas naturales” y de inmediato empieza una enumeración que, de tan vasta, apenas comienza a insinuar, pero no logra terminar: “Hay personas que piden un celebrante no religioso. Algunos piden un filósofo. También un actor o un amigo de la pareja. Y hasta los contrayentes mismos ofician su ceremonia. También hay ceremonias que se llaman ‘de entrega de libreta’, que se hacen después del civil. Se ven todas las variantes”. Es como un diseño propio: “Las parejas hoy hacen a su medida” la ceremonia, explica.

–¿Por qué se buscan estas bodas alternativas?

–Yo no las veo como alternativas. Son ceremonias laicas, no religiosas, pero no alternativas. Hoy ceremonias y bodas hablan de quiénes se casan. Antes no. Antes era más un ritual lleno de tradiciones que muchos no sabían de dónde venían. Y hoy en Argentina se animan a celebrar el amor como quieran, de la manera en que lo identifiquen. Es realmente que cada uno hace lo que quiere.

Y hay gente que quiere cosas que quizá sólo vio alguna vez, de refilón, en las películas. De hecho: exactamente eso. Eso cuenta Vanina Romero, que junto con su pareja Guillermo Yacovone organiza “bodas sagradas” desde la productora Amor natural (amoranaturalbodas.com.ar), cuando responde qué idea encabeza el ranking de pedidos de las parejas porteñas.

–Quieren casarse en la playa.

–¿De dónde sale la idea?

–Es lo que más se ve en las películas, y te lo dicen como referencia. Un poco la gente compra lo que ve.

Y en tiempos de Internet, redes sociales y videos de cualquier cosa disponibles a toda hora, lo que se ve son ceremonias en playas, oficiadas por chamanes (la ceremonia “maya”, un hit en su país de origen, que incluso genera un pequeño mercado turístico). También celebraciones del amor en medio de bosques o fiestas sobre el césped, con ropas blancas y pies descalzos. En ese imaginario de libertad al aire libre, no hay límites a los detalles que pueden convertir la velada en algo a medida.

–Hay un montón de cosas que no sabés de dónde vienen. Un montón de cosas que se hacen por tradición, que por ahí fueron modas y quedaron. ¿De dónde sale el carnaval carioca? ¿Y la ceremonia de las ligas? ¿Por qué se hace eso? –pregunta Guillermo Yacovone, sin esperar más respuesta que alguna risa y el asentimiento de Vanina Romero–. Nosotros, cuando nos quisimos unir como pareja, buscamos una ceremonia que hablara de nosotros, pero no encontramos nada. Había, sí, ceremonias laicas, pero tampoco nos convencían. Ya trabajábamos organizando eventos y empezamos a investigar y decidimos armar una ceremonia nuestra, que combinara nuestras búsquedas, porque los dos creemos en un camino espiritual, hacemos meditaciones budistas...

–¿Y cómo fue su ceremonia?

Silencio. Una risa.

–Eso no lo podemos contar –se reserva Yacovone.

Pero a ese casamiento sin papeles entre él y Romero siguieron y siguen otros. Hay demanda, hay públicos, hay tantas posibilidades como parejas. “Abrimos un mercado muy grande”, advierte él. En estos días, de hecho, él y Romero están ultimando detalles para que una pareja porteña pueda casarse en medio de un bosque neuquino en particular. “Van a ser pocos, eso sí, porque no puede viajar mucha gente”.

Manual de uso

Que no les importan las leyes, las normas estipuladas, que las convenciones usuales no hacen falta porque lo importante es invisible a esos ojos escrutadores de frío papel. Algo así, dicen los wedding planners consultados por este diario, explican las parejas que recurren a sus servicios para organizar algo diferente.

“Hay muchos que no creen en ninguna religión y tampoco en lo legal. Te hablan del amor y listo. Eso es lo que quieren destacar”, explica la organizadora experta Diez. Aunque para un gran público puede resultar novedoso un casamiento sin ser casamiento, la costumbre se ha extendido, tanto que Diez se asombra ante una pregunta: “¿Cómo si a los invitados hay que informarles o advertirles algo antes? No hay nada que explicar. Conocen a sus amigos, no se van a sorprender. No tenés que prepararte de una manera diferente para una ceremonia de entrega de libretas o una ceremonia laica”.

Las “uniones” no vinculadas con cultos religiosos en particular ni bendecidas por la mano laica, pero legal del Estado llegan a rankear tan alto que conforman la mitad de los eventos para parejas que organiza Diez. El gusto por casarse sin casarse crece y no está restringido a sectores de alto poder adquisitivo. Mientras que en los casamientos tradicionales (de salón, ceremonia religiosa o civil, carnaval carioca) la organización puede llevar un año y el cubierto por invitado puede empezar a cotizar desde 300 pesos, en una boda “natural” alcanzan tres meses –o menos– de preproducción, y el costo por cada invitado puede oscilar entre los 300 –en provincia de Buenos Aires– y 500 –si la velada transcurre en suelo porteño–. Las diferencias se traducen en elecciones: Romero y Yacovone explican que no es lo mismo alquilar una estancia que hacerlo “en un lindo fondo, o en un parque que tenés o pueden prestarte”; tampoco contratar una banda de ocasión o alguna más conocida y “afín a lo natural” como Tonolec o Arbolito, o algún grupo especializado en mantras y música electrónica. “También pueden ser actividades que tengan significado. Por ejemplo, si hay chicos, puede haber clowns que hagan juegos para valorar el agua o una actividad de huerta orgánica”, explica Romero.

A veces, las explicaciones sí preceden el evento. Por las dudas. Yacovone y Romero, por ejemplo, suelen enviar un correo a los invitados a la ceremonia para contar que la pareja a unirse no se someterá a “una obligación civil”, sino que se trata del “deseo del corazón a celebrar amor”. Que todos durante la fiesta, siempre diurna, o como mucho vespertina y para terminar a las 2 de la madrugada, no habrá comida pesada ni alcohol (salvo para los brindis), para “que podamos ver ojos brillando y sonrisas desde lo más profundo del ser y no de efectos nocivos generados por alimentos o sustancias”. Las actividades, la música, crearán atmósferas y llevarán a los invitados “desde la paz más profunda hasta el éxtasis de fiesta desbordando endorfinas, alegría y felicidad natural”.

Que las convenciones sean otras no significa que reinen el caos y el azar. Lo explica Romero: “Todo tiene un significado”.

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