Jueves, 2 de mayo de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › GUILLERMO Y SU ESPOSA ZORREGUIETA FUERON CORONADOS REYES EN UNA CEREMONIA FASTUOSA
Fue el primer relevo monárquico europeo del siglo XXI y el primero en el que una argentina se convierte en reina, al menos como consorte. Hubo festejos en Amsterdam, hubo mucho color naranja y hubo gastos por once millones de euros en una Europa sumida en la crisis.
Ante unas 25 mil personas, Guillermo Alejandro dio las gracias a su “querida madre” por abdicar el título regio en él y volver a convertirse en princesa, porque con ello, a los 46 años, él se convertía en rey de Holanda. Desde el balcón del Palacio Real de Amsterdam, el monarca más joven de Europa saludó a una multitud vestida de naranja en compañía de su madre, la ex reina Beatrix –tal la denominación oficial–, su esposa, la ahora reina consorte Máxima Zorreguieta, y las tres hijas de la pareja. Luego, toda la familia regia, junto con los integrantes de los poderes constitucionales democráticos holandeses, representantes de las casas reales europeas y de Oriente, y de gobiernos no monárquicos del resto del mundo –entre los cuales se encontraba el vicepresidente argentino, Amado Boudou–, se dirigieron a la Iglesia Nueva, para la ceremonia de investidura, la jura y el discurso del nuevo rey, quien cerró su intervención imprecando: “¡Que Dios me ayude!”. Solo le faltó emular al papa Francisco en su ya clásico ruego de “recen por mí”.
Los eventos del martes, reglados protocolarmente minuto a minuto, fueron televisados desde temprano en la mañana por los medios holandeses, la madrugada para Argentina, donde la colectividad de los Países Bajos aprovechó la ocasión para desayunar en pequeña multitud en el Hipódromo de Palermo (ver aparte). Con la investidura real del martes, la casa Orange-Nassau protagonizó el primer relevo monárquico europeo del siglo XXI, en momentos en que la crisis económica azuza en el continente los cuestionamientos republicanos antimonárquicos.
En Amsterdam, la ceremonia había comenzado al promediar la mañana. Como indicaba el protocolo, la reina Beatrix dio un discurso breve ante los presidentes del Senado y el Congreso de los Estados Generales, los ministros, las diputaciones de Aruba, Curazao y Saint Maarten y miembros de la familia real. Luego, firmó un acta que rezaba: “Yo, la reina Beatrix, abdico en mi hijo Guillermo Alejandro”. Minutos después, la nuevamente princesa y el nuevo rey salieron al balcón del palacio. Desde allí, Wilhem-Alexander, veinte años atrás apodado “príncipe Pills” (en referencia a la cerveza), habló ante las 25 mil personas que copaban la plaza Dam. “Querida madre: hoy has abdicado tras 33 años en el trono en los que te agradecemos todo lo que has hecho. En nombre de la reina (Máxima) y yo les agradezco todo el apoyo prestado a la corona”, dijo en tono solemne. Luego, el nuevo rey, su madre, la reina consorte Máxima Zorreguieta y sus hijas saludaron a la multitud naranja para, luego, dirigirse hacia la Nieuwe Kerk, el mismo lugar donde el holandés y la argentina se casaron, en 2002.
En las calles y a la vera de los canales de Amsterdam, los turistas se mezclaban con holandeses festivos. La policía holandesa estimó en cerca de 800 mil las personas que celebraron la ocasión en toda la ciudad, un evento en el que se invirtieron alrededor de once millones de euros y al que fueron destinados más de diez mil agentes de policía. La transmisión de la televisión nacional de los Países Bajos siguió paso a paso la ceremonia, y mostró, a continuación, la llegada de las delegaciones a la iglesia medieval, repleta de flores. Sentado en el trono, flanqueado por Zorreguieta, de frente a los invitados y a su madre, que reinó 33 años, el nuevo rey dio un extenso discurso, en el que además de proponerse como prenda de unidad de la identidad nacional más allá de lo partidario y las coyunturas, juró “ante los pueblos del Reino observar y respetar siempre el Estatuto del Reino y la Constitución”. “¡Que Dios me ayude!”, rogó siguiendo la fórmula tradicional, vestido de frac, con corbata blanca y un largo manto de armiño. “Cada monarca desempeña su cargo con un estilo propio. Somos personas diferentes, en épocas diferentes. La monarquía no es estática. Se ha ido adaptando a las distintas circunstancias dentro del marco de nuestras reglas constitucionales”, advirtió en el mismo discurso en que agradeció a su esposa por haber “tomado a Holanda en sus brazos”. Con una imagen positiva para el 69 por ciento de la población holandesa (diez por ciento más que el año pasado) aunque el reclamo republicanista y antimonárquico crece, el nuevo rey señaló que “la monarquía es símbolo de continuidad y unidad. Representa un vínculo con nuestro pasado como nación”. La noche anterior, en su último discurso como reina, su madre había asegurado que “la monarquía puede fomentar el respeto a la democracia y estimular la cohesión e integración social”.
Luego de la más extensa y solemne ceremonia de la iglesia, el rey y su familia partieron a un almuerzo con los invitados especiales de la coronación y, luego, a un recorrido acuático por todo Amsterdam. A bordo de una lancha, surcaron el canal de Ij, hasta el Palacio de Conciertos, donde aguardaban la Real Orquesta del Palacio de Conciertos y el famoso dj Armin van Buuren para dar comienzo a la fiesta nocturna.
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