SOCIEDAD › LA HISTORIA DE LA NENA TRANS QUE CAMBIO DE DNI, CONTADA POR SU MAMA EN UN LIBRO

Yo nena, yo princesa

Nació varón, pero apenas supo hablar se identificó con lo femenino. A los 4 años decidió llamarse Luana. Hoy es la nena trans más joven que tiene un DNI acorde a su identidad de género. Gabriela Mansilla, su mamá, fue anotando todo ese proceso en un cuaderno. Y ahora lo publicó en forma de libro.

 Por Mariana Carbajal

Gabriela Mansilla empezó a escribir en 2011, en cuadernos espiralados, de tapa blanda, que llevaba con ella a todos lados. Primero escribió para no olvidarse de cómo su nene Manuel se fue convirtiendo en Luana, la primera niña trans que el año pasado obtuvo, luego de una larga batalla, un nuevo DNI acorde con su identidad de género. Quería recordar cada palabra que decía para poder transmitírsela en la terapia de los sábados a la psicóloga. Pero luego la escritura se le hizo costumbre y pasó a ser además refugio y compañía. Así, a modo de diario íntimo y sin planificarlo, nació el libro que acaba de publicar con el sello de la Universidad Nacional de General Sarmiento con el título: Yo nena, yo princesa. Luana,

la niña que eligió su propio nombre. En una entrevista con Página/12, Mansilla habla sobre la gestación del libro y de cómo espera que pueda ayudar a otras familias a acompañar a un hijo o hija trans desde su infancia, para allanarles un camino que ella tuvo que andar casi a ciegas. “Se tiene que hablar este tema en cualquier familia. Tienen que saber que hay chicos así, entonces va a haber menos discriminación, y vamos a evitar que una persona trans que sufrió muchísimo en su adolescencia vaya a pensar en el suicidio a los veinte años”, dice la mamá de Luana.

En la charla con este diario, Mansilla además habla de sus ganas de crear una fundación para acompañar a familias de niñas y niños trans, de cómo le cambió la vida a su hija el hecho de tener un nuevo DNI que lleva su nombre femenino, y al mismo tiempo, de sus miedos sobre su futuro, en una sociedad que puede ser muy hostil con una chica que se sale de la heteronormatividad. “Yo quiero ir adelantándome a ponerle las baldosas donde le falten en el camino”, dice, con poesía y convicción, esa forma tan especial que tiene de expresarse.

Presentó el libro en la Feria, en un panel en el que la acompañaron la secretaria académica y el secretario de Investigación de la UNGS, Gabriela Diker y Pablo Bonaldi, el presidente y la coordinadora del Area de Salud Mental de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), César Ciglutti, y la psicóloga Valeria Paván, el médico psiquiatra y psicoanalista, director clínico del Centro de Salud Mental Cooperativo Atico, Alfredo Grande, y quien escribe estas líneas. Desde la CHA y Atico vienen asistiendo a Gabriela y a sus hijos, Luana y su mellizo, desde que tenían cuatro años. El mes próximo la niña y su hermano cumplirán 7 años. Están en primer grado. “Este libro es terapéutico para quien lo escribió y quien lo lee”, destacó Grande, en la presentación y describió a Mansilla como “una madre coraje, al estilo de Bertolt Brecht”. Ella es “coherente, consistente y creíble”, agregó.

Yo nena ... está escrito en un registro íntimo, en primera persona y dirigido a Luana. A ella le escribe su mamá.

–¿Cómo surgió el libro? –preguntó este diario.

–Yo le escribí los cuadernos a Luana para darle fuerzas el día de mañana. Para que cuando tuviera diez años los agarrara y viera cuánto la amábamos, cuánto luché para que tomara valor, que fuera un recuerdo. Por eso también juntaba sus dibujos. Empecé a escribir en 2011, no con la idea de hacer un libro. Primero fue para no olvidarme de los datos, de la edad que tenía, cómo decía lo que decía, los diálogos. Tenía que transmitírselo a la psicóloga. Después empecé a escribir lo que yo sentía cuando iba pasando lo que pasaba. Se me hicieron dos cuadernos. Después era una compañía, un desahogo. En lugar de contárselo al psicólogo, lo escribía.

Así se gestó el borrador de Yo nena, yo princesa. Además de su propia escritura, Gabriela le pidió a su familia, a sus amigos, que le escribieran también ellos a la nena, a partir de un comentario que le hizo un día su mamá, la abuela de la niña, María Esther, de 64 años, que es empleada doméstica.

–¿Todas esas cartas que se incluyen en el libro son anteriores a la idea de publicar los textos?

–Sí, claro. Mucho antes de lo del DNI un día mi mamá me dice: “Tengo miedo de que cuando llegue a la adolescencia, la pase mal, tengo miedo de no estar ahí para abrazarla, ayudarla, decirle que la amo mucho”. Esa era la preocupación de toda la familia. Entonces le dije: ¿por qué no le escribís una carta? Le escribieron mi mamá, mis hermanas, mi hermano, mis amigas y me interesaba muchísimo la opinión y la palabra de la mamá de Luana, no mi Luana, la otra Luana, la nena del jardín de infantes por la que mi hija eligió su nombre. Ella hoy es mi amiga. Yo la miraba y le preguntaba qué sentía frente al hecho de que mi hijo decidió ser una nena y llamarse como una nena a partir de su propia hija. Después, les pedí a todos que le agregaran algunas palabras a partir del reclamo del nuevo DNI.

–¿Y qué le dijo la mamá de la otra Luana?

–Ella tuvo una aceptación ciento por ciento. Luana es amiga de Luana.

Viviana, la mamá de Luana, y su hija estuvieron en la primera fila de la sala Alfonsina Storni donde se presentó el libro. También estuvo su profesora de patín, la maestra de primer grado y la directora de la escuela pública adonde concurre con su hermano, y donde hubo una total aceptación de su historia.

Las cartas las agregó primero con un clip a los cuadernos. “Yo quería que entre todos los que la estábamos ayudando, la familia, los amigos que la aceptaban, le dijeran cuánto la amaban. Yo sé que no la va pasar bien el día de mañana, por más que le allanemos el camino, por lo menos hasta los 18 años no va a tener el cuerpo que desea. Y va a tener conflictos, alguien la va a despreciar, alguien la va a discriminar, y algo le va a pasar. Estoy segura. Entonces quería dejarle algo. Mi hermana y mi cuñado están muy enfermos. ¿Y si alguno de ellos falta y ella no sabe cuánto la amaron y cuánto lucharon por ella? Le pedí a cada uno que le escribiera una carta. Las fui abrochando al cuaderno. Y seguí escribiendo y escribiendo. Cuando salió el tema del DNI lo que menos me imaginé fue que iba a ser una noticia a nivel mundial. Yo estaba pidiendo algo justo para mi hija. Pedía que por la ley que había le dieran el documento. Y me empecé a chocar con gente que me decía ‘¿por qué no escribís un libro?. ¿Y sabés cuál era mi respuesta?’ Es que yo ya escribí, para ella. Me vino a la cabeza el documental de National Geographic que vi por la tele y me sirvió para darme cuenta de lo que le estaba pasando a mi hijo. Y me dije: ‘Si yo no lo hubiera visto, no hubiera sabido que era una nena trans’. Entonces me convencí de que tenía que publicarlo, con las vivencias de Luana, con sus diálogos, con nuestra experiencia, la experiencia de toda la familia. Cuanto más se hable del tema, cuantos más chicos trans haya, cuanto más natural se haga el tema, mi nena va a tener una vida más tranquila. No va a ser la única nena en el mundo que tenga ese DNI. Hay muchos chicos trans. ¿Cómo llegás a que la gente entienda, abra el corazón, escuche? Si esta es una de las maneras, avancemos, me dije.”

Las anotaciones de Mansilla eran una especie de diario íntimo. Por eso, algunas partes, muy poquitas, se las guardó.

En un mes pasó sus cuadernos en limpio. Empezó el 27 de octubre y terminó el 28 de noviembre. La psicóloga Valeria Paván supervisó la tarea e hizo el contacto con la UNGS. Bonaldi, secretario de Investigación, devoró el manuscrito en una noche. Y se convenció de que la Universidad tenía que publicarlo.

“Esto no es para hacer plata –dice Mansilla, como si hiciera falta aclararlo–. Vine en colectivo y ahora me voy a Once y vuelvo a mi casa y sigo trabajando, vendiendo la comida de lunes a lunes”, dice, un rato antes de la presentación del libro en la Feria. “Sentí que tenía la obligación de hacer algo. El tema ya está expuesto. Ahora que se conozca de otra manera”, reafirma. Mansilla vive en el oeste del conurbano, en una casa a medio terminar. Hace malabares para llegar a fin de mes. El papá de Luana y su hermano los abandonó en medio del proceso de transformación de la niña y hace más de un año que no ve a su hija y a su hijo, ni los llama por teléfono ni les pasa la cuota alimentaria que le corresponde y por la cual la mamá está peleando en tribunales.

El libro tiene tres contenidos importantes para Mansilla. Por un lado, el diálogo y la narración de Luana, que son textuales palabras de su hija. Pidió expresamente que se incluyeran dibujos de la niña porque le interesa primero que vean cómo se expresa un chico a la edad de tres años, como mensaje a docentes de jardín de infantes y a psicólogos infantiles. “Hay chicos trans que lo pueden hablar y otros que no, que lo expresan con otras cosas del cuerpo, que no pueden dormir. Cuando un nene es abusado lo hacen dibujar, jugar con muñecos... Si una maestra de jardín de infantes ve que un chico de tres años dibuja durante todo un año muñecas, nenas y princesas rosas como puede, porque hace garabatos, algo está pasando. A partir de ahora, que sepan que si pasa eso, que citen a los padres, que se charle con el chico, con las autoridades, que tengan conocimiento de cómo un nene se expresa. Es un mensaje a los docentes, a los psicólogos, porque mi hija se cansó de dibujar en las terapias antes de llegar a Valeria. ¿Y sabés lo que hacían con los dibujos? Los tiraban a la basura, o quedaban guardados, o la nena me los regalaba a mí cuando salía de la terapia. Y elegía el rincón de las nenas, sin embargo, muchos docentes hicieron y también psicólogos hicieron oídos sordos y dejaron de ver lo evidente”, cuestiona Mansilla.

También pidió que el libro tuviera datos para saber a quién consultar. “Me puse en la piel de la madre. Les estoy tratando de allanar el camino no sólo a los chicos trans, sino también a sus familias. Les doy una pila de datos y herramientas para que sepan qué hacer. Se incluye el mail de Gabriela, el del área de Salud de la CHA y el de Atico-Cooperativa.”

La mamá de Luana sueña con poder armar una fundación. “Me gustaría que haya psicólogos, psiquiatras, gente que te dé una contención. Que te diga que tu hijo no es defectuoso, no es un monstruo, es una nena”, dice, emocionada.

En los últimos días releyó su propio libro, cuenta, mientras preparaba las empanadas, de carne y de jamón y queso, que vende todos los días y reparte en bicicleta por su barrio. Lo relee y recuerda el dolor de tantos días. “Hay momentos en que voy para adelante y encaro un tren, y hay momentos en que quiero que la tierra me trague”, reconoce. “Este no es un libro de ficción, es la vida real de mi hija y ahí está el sufrimiento de mi hija. Y en esas 250 páginas una página es la de la entrega del DNI, que es la de la felicidad, pero después son seis años de sufrimiento. Lo leo y lloro. Uno cuando lee un libro se mete en la historia. Pero yo a esa historia la viví.”

Ciglutti, en la presentación, dijo que si muchas personas de la diversidad sexual, como él, hubieran tenido una madre que los escuchara como hizo Mansilla con Luana, hubieran sufrido tantísimo menos en sus vidas.

El 11 de diciembre de 2013, la mamá de Luana escribió lo que sería luego el último capítulo del libro, donde le dice a su pequeña hija: “¿Le puedo pedir un deseo a las hadas? Deseo que seas feliz, que lo sigas intentando, que nunca te rindas, que jamás des un paso atrás, que logres ser fuerte, que te sientas libre, que te quieras mucho y que sigas siendo un ser tan lleno de luz porque el camino es oscuro y sos vos quien lo va a iluminar”. Con estas palabras, le pone punto final al libro. Antes le dice a Luleta, como le dice en la intimidad de su casa, “Te amo”.

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Imagen: Guadalupe Lombardo
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