SOCIEDAD › DOS POLICIAS ACUSARON A UN TERCERO POR LA MUERTE DE DEMONTY

“La maldita 34ª me arruinó la vida”

Con esa frase, un sargento responsabilizó a Somohano por el caso del chico tirado al Riachuelo. También lo acusó un superior.

 Por Carlos Rodríguez

Para el subinspector de la Policía Federal Gastón Javier Somohano, el de ayer fue un día de perros. Ya venía señalado desde el vamos como artífice de la aberrante idea de obligar a tres jóvenes a tirarse a las aguas del Riachuelo, lo que terminó con la muerte de uno de ellos, Ezequiel Demonty, de 19 años, pero su situación se agravó ayer en la apertura del juicio oral por ese crimen. Dos de los nueve policías que ocupan el banquillo de los acusados le tiraron con munición gruesa. El oficial inspector Gabriel Barrionuevo, superior jerárquico de Somohano, admitió que el operativo de detención de los tres jóvenes fue “un hecho irregular”, pero adjudicó toda la responsabilidad a su subordinado. “Vámonos porque este pelotudo nos está haciendo perder el tiempo”, fue la frase que Barrionuevo –según su propio testimonio– le dijo a otro de los policías, aludiendo a la actitud asumida por Somohano. Lo que no explicó Barrionuevo es por qué no impuso su jerarquía para impedir que los chicos tuvieran que arrojarse a las turbias aguas, obligados a punta de pistola “como escarmiento”, dado que se los señalaba como sospechosos de un supuesto intento de robo.
El fuego cruzado sobre Somohano había sido abierto por el sargento Luis Emilio Funes, quien sostuvo que fue el subinspector quien decidió que los tres patrulleros que actuaron en la madrugada del 14 de septiembre de 2002 se dirigieran hacia el Riachuelo, cerca del Puente Uriburu, en el barrio porteño de Pompeya, en lugar de ir a la comisaría 34ª. “Traelo, bajalo a éste y dejámelo a mí”, fueron las palabras que Funes puso en boca de Somohano, quien se refería a Demonty, el primero en ser obligado a tirarse al río. Después lo hicieron sus amigos Claudio y Julio, quienes lograron salir con vida. El cuerpo de Demonty fue hallado en el Riachuelo, cerca del puente Victorino de la Plaza, el 21 de septiembre.
“Vamos que este tipo está loco”, afirmó Funes que le escuchó decir al cabo Alfredo Ricardo Fornasari, otro de los policías imputados. Más allá de las justificaciones, a título personal, que hicieron tanto Barrionuevo como Funes para deslindar sus responsabilidades, lo cierto es que los nueve están imputados como “coautores” del delito de “torturas reiteradas en dos oportunidades, en concurso ideal con torturas seguidas de muerte en concurso real con lesiones leves”. Como dato curioso, Funes reconoció que esa noche estaba en funciones, a pesar de que, por prescripción médica, recibía medicación psiquiátrica porque pasaba por “una crisis de angustia” que lo había llevado a un “intento de suicidio”. Sostuvo que había sido abandonado por su esposa, que además le impedía ver a sus dos hijos.
“Pido perdón por haber estado distraído (durante el procedimiento). Le pido perdón a la madre de Demonty, si es que me escucha. Si pudiera daría mi vida para que el chico estuviera vivo”, aseguró Funes, quien se quebró en varios momentos de su intervención, además de incurrir en reiteraciones y en algunas contradicciones menores. “Los 21 años de policía que tenía no los iba a tirar al Riachuelo”, aseguró Funes, aludiendo a su supuesta inocencia. “Yo vi cómo los bajaban a los tres, pero no vi cuando los tiraban al río. Me enteré de eso por los diarios.” Funes les pidió a los jueces que “administren justicia” y sostuvo que “la maldita comisaría 34ª” le había “arruinado la vida”. Para justificar su “distracción”, afirmó que estaba medicado y prometió entregar documentación del Hospital Churruca que demostraría que pasaba por una crisis.
El otro policía que imputó a Somohano fue el inspector Gabriel Alejandro Barrionuevo. “Vos dejámelo a mí”, fue lo que dijo Somohano, según Barrionuevo, cuando se hizo cargo del procedimiento, que había comenzado en el Barrio Illia, en Villa Soldati, con la detención de los tres jóvenes y de una chica, testigo de identidad reservada, que fue dejada en libertad antes de llegar a la vera del Riachuelo. Tanto Barrionuevo como Funes coincidieron en señalar que el jefe del operativo era Somohano, quien se desempeñaba como jefe del Servicio de Calle de la comisaría 34ª. De acuerdo con lo dicho por los dos acusados, Barrionuevo “tenía más jerarquía sólo dentro de la seccional”, afirmación que parece carecer de lógica y que será motivo de debate en el juicio.
Dolores Sigampa, la mamá de Ezequiel Demonty, le dijo a Página/12 que “más allá de que no dijeron toda la verdad, es importante que los dos policías se hayan prestado a la indagatoria y que hayan inculpado a Somohano”. La mujer y su abogado, José Luis Vera, insistieron que exigirán en el juicio que los nueve policías sean condenados a “reclusión perpetua”, la pena máxima contemplada en el Código Penal, por “torturas seguida de muerte”. Antes del comienzo de la audiencia, en las escalinatas del Palacio de Tribunales, los familiares de Demonty realizaron una misa para pedir que los jueces hagan justicia.
Seis de los imputados, Sandro Granado, Luis Antonio Gutiérrez, Jorge Ramón Solís, Maximiliano Pata, Alfredo Fornasari y José Luis Martínez, se negaron a prestar declaración. Para hoy quedó la indagatoria de Somohano. Anoche se tenía la certeza de que iba a declarar “para tratar de revertir las acusaciones recibidas”, comentó una fuente allegada al proceso judicial. En el requerimiento de elevación a juicio se dejó sentado que “por tortura debe entenderse aquel sufrimiento que supera en su gravedad a las severidades y vejaciones siendo ya indiferente que se persiga alguna finalidad”. Los tres jóvenes fueron detenidos por un supuesto robo que, en realidad, nunca fue denunciado. Los chicos fueron sometidos a un simulacro de fusilamiento y recibieron golpes durante todo el operativo.

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Antes del inicio del juicio oral, los Demonty hicieron una misa para pedir justicia por Ezequiel.
 
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