SOCIEDAD › LA UNION DE ASTRONOMOS DECIDIO BAJAR DE CATEGORIA A PLUTON

El planeta que se fue al descenso

Plutón dejó de ser planeta, ahora es sólo un “enano”, según los científicos. El Sistema Solar quedó así con ocho planetas.

 Por Federico Kukso

Triste es la suerte que corre por estos días el diminuto, frío y distante Plutón. Más bien: nunca tuvo un perfil imponente que digamos ni captó tanto la atención de los astrónomos como sí lo hacen a diario sus (hasta ahora) correligionarios, los fastuosos Júpiter, Saturno o Neptuno. Plutón no sólo sigue siendo el único planeta que no fue visitado por una nave espacial (recién lo hará en 2016 la sonda New Horizons, lanzada por la NASA el 19 de enero de este año); es más chico que nuestra Luna (su diámetro es de 2300 kilómetros); cuenta con un único satélite natural, Caronte; está cubierto por una gruesa capa de hielo de nitrógeno; tiene una atmósfera absolutamente raquítica y la temperatura en la superficie es de 230 grados bajo cero, a 6000 millones de kilómetros del Sol (40 veces más lejos que la Tierra, o sea, si el Sol fuese una pelota de un metro de diámetro, Plutón sería menos que un pequeño maní ubicado a 4266 metros de distancia). Y ahora, como si todas estas deficiencias coyunturales fueran pocas, acaba de descender de categoría. Pero a diferencia de la Juventus, el equipo exiliado a la “B” de la liga de fútbol italiano por corrupción y compra de partidos, a Plutón le bajaron el pulgar por una mera cuestión definitoria, de etiquetas. La Unión Astronómica Internacional (UAI), reunida en asamblea en Praga, República Checa, pateó ayer el tablero y lo reclasificó como “planeta enano” o “planetino”, como algunos quieren llamarlo aunque no muchos le ponen fichas a esta última denominación.

A decir verdad, lo que ocurrió ayer es el fin de un drama planetario, una saga que arrancó en 1992, época en la que la definición de “planeta” –que en griego significa “errante”– caía por obvia; parecía sencilla, intuitiva, sin provocar muchas rispideces. Y quizá por eso, porque no incomodaba, nadie se molestó demasiado en darle un buen acabado. Ni siquiera la propia Unión Astronómica Internacional, órgano oficial máximo a la hora de dar nombre y categoría a los objetos hallados en la bóveda celeste, no contaba en su diccionario con una definición sólida y estándar (nunca se planteó formalmente un límite mínimo de tamaño entre lo que debería ser un planeta y lo que no). Tal vez, porque mucho no hacía falta. Pero durante los últimos catorce años, el panorama ha cambiado. Y bastante: casi a diario, astrónomos de todas partes del mundo están descubriendo objetos extraños dentro y fuera del Sistema Solar, abriendo cada vez más el catálogo de la fauna astronómica.

El caso más notable es el del continuo hallazgo, en el marco de la mítica búsqueda del “planeta X”, de pequeños cuerpos helados en las fronteras de nuestro vecindario. En su conjunto, estos objetos forman parte de una región del espacio conocida como “Cinturón de Kuiper”, un anillo de mundos diminutos de roca y hielo que rodea al Sistema Solar, confundiéndose con las órbitas de Neptuno y Plutón, pero extendiéndose aún más lejos. Hasta el momento se conocen más de 500, como Varuna, Ixion y Quaoar, todos de alrededor de 1000 kilómetros de diámetro. Sin confundirlos con planetas, se los llama KBOs (objetos del Cinturón de Kuiper), y desde su descubrimiento no hacen más que poner a Plutón en jaque.

Ahí está el problema. En vista de todo esto, ¿merece Plutón, el primer y único mundo descubierto por un estadounidense, Clyde W. Tombaugh, el 18 de febrero de 1930, seguir gozando de los privilegios de llamarse “planeta” o es tan sólo el mayor especimen de ese enorme anillo de cuerpos fronterizos? No es la primera vez que arrecian dudas clasificatorias como ésta. Es más: a comienzos del siglo XIX se vivió también un clima astronómico enrarecido con el descubrimiento de los primeros asteroides, como Ceres, el más grande de todos, que al principio fue recibido como el “quinto planeta” que parecía llenar el enorme hueco orbital existente entre Marte y Júpiter. Hasta que, como pasó con los también asteroides Vesta y Juno, los ubicaron en su verdadero lugar.

Si bien en 1999 ante una crisis similar la UAI salió a confirmar el status de Plutón como planeta, ahora finalmente los astrónomos se decidieron. Y alrededor de 2500 científicos de 75 países redujeron de nueve a ocho los planetas del Sistema Solar y separaron las aguas: de ahora en más, por un lado están los ocho planetas “clásicos” –Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno–, y por el otro, tres “planetas enanos”: Plutón, el asteroide Ceres (que ascendió de categoría) y UB313, un KBO descubierto en 2003. Y en el medio, una especie de zona comodín: los “cuerpos menores del Sistema Solar”, donde entrarán todos los otros objetos que no son planetas y que orbiten al Sol.

Ante la derrota, a los plutonistas sólo les queda la resignación y el consuelo de saber que, pese a los nombres o categorías que se les asignen, los objetos seguirán siendo los mismos más allá del nombre que se les ponga.

El nuevo esquema del Sistema Solar, con los planetas “clásicos” y los tres “planetas enanos”.

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