Lunes, 5 de mayo de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Silvina Chejter *
No debería legislarse en forma conjunta la trata para la prostitución y la trata para otros fines. Tampoco deberían hacerse distinciones entre las edades de la población objeto de trata, dado que la mayoría de las mujeres adultas prostituidas fueron reclutadas y prostituidas en la niñez. Por lo tanto deberían ser igualmente protegidas.
Varias son las argumentaciones que sustentan esta afirmación sobre la necesidad de no diferenciar edades: vulnerabilidad infantil, de género y social.
1. En la investigación realizada por Unicef, en Argentina, se comprobó que más del 80 por ciento de las personas prostituidas (mujeres, en su mayoría, pero también varones y travestis) no “ingresa” de manera espontánea en el sistema proxeneta, sino que son reclutadas antes de los 16 años. La mayor parte entre los 13 y los 16, aunque hay casos de reclutamiento más temprano y más tardío. Por lo tanto, proteger a las mujeres adultas prostituidas es un deber hacia las niñas que ellas eran cuando fueron reclutadas.
2. Hacer una distinción entre las víctimas de la trata supone que sólo se admite que la niñez es vulnerable y desconocer todas las condiciones que rodean y determinan la supuesta “libre elección” de miles de mujeres que sufren situaciones de total desamparo, de abuso y violencia, situaciones muchas veces vividas como “sin salida”, que las hacen extremadamente vulnerables frente a la acción de las organizaciones proxenetas. Hay que recordar que el Estado argentino se ha comprometido, a través de la firma de convenciones internacionales, a llevar a cabo acciones para enfrentar todas las situaciones de violencia de género, cualquiera sea el ámbito en que se produzcan (Ley 24.632).
3. Las organizaciones proxenetas (que recurren a la trata externa e interna), no discriminan en cuanto a la edad de las víctimas. En las trafics u otros medios de transporte por los cuales ingresan las niñas prostituidas de otros países, ingresan también las adultas. Tanto en el reclutamiento inicial como en los cambios y pasajes permanentes que se dan en el sistema proxeneta, en el paso de una localización a otra, de un espacio a otro, la coerción está siempre presente. Si la coerción no se ve, la prostitución aparece como una elección autónoma, como un acto de libertad, cuando no es así.
4. Falta realizar un buen y sincero análisis de los obstáculos por los cuales la legislación vigente ha sido ineficaz en combatir el proxenetismo de menores de 18 años, que está fuertemente penalizado en nuestro Código Penal.
5. La magnitud y gravedad de la trata no debe dejar de lado que es un medio y no un fin, y que si bien son necesarios todo tipo de medidas para desalentar y reprimir la trata, ésta es sólo una estrategia de reclutamiento, aunque no la única, y que el corazón duro del sistema prostitucional está en la banalización de estas prácticas (la sociedad en general banaliza e ignora la dimensión de explotación y violencia que implica la prostitución) y la transformación de la explotación sexual en un “trabajo como cualquier otro” que se desliza en innumerables discursos.
6. Debemos pensar también la trata como un instrumento, una de las estrategias de reclutamiento. La trata de mujeres, que no es nueva, ha sido y es mayoritariamente para alimentar los burdeles y los variados circuitos de prostitución, pobres o lujosos, de los más diversos países del mundo.
* Socióloga, directora del Centro de Estudios, Cultura y Mujer (Cecym).
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