SOCIEDAD › FLORENCIO SANCHEZ

Director polémico

 Por Juan Ignacio Provéndola

Florencio Sánchez era muy estimado en Luján y hoy muchos lo recuerdan como un gran hombre de la comunidad. Los que vinculan la desaparición de Cecilia Giubileo con el tráfico de órganos tampoco lo olvidarán. El director de la colonia siempre sostuvo la idea de que la médica se había retirado por sus propios medios y muchos creen que sus maniobras fueron las que enturbiaron la investigación. Judicialmente salió ileso, aunque una causa posterior lo llevó a la cárcel por irregularidades en su administración. Murió el 10 de julio de 1992 en el penal de Mercedes, aunque en sus cinco meses de cautiverio llegó a escribir El desnudo de la inocencia. La verdad sobre la Colonia Montes de Oca, una obra póstuma editada por Galerna. Prologado por Vicente Galli (director nacional de Salud Mental de Raúl Alfonsín), el libro pretendió ser una defensa en vida de quien abre el primer capítulo preguntándose: “¿Por qué yo?”.

Inteligente como pocos (además de psiquiatra, era médico legista y sanitarista, cirujano, criminalista y antropólogo), Sánchez destacó con un atrapante tono literario su gestión al frente de Montes de Oca, que había comenzado en 1977. Reconoció que “algunas máximas figuras del gobierno militar tenían o habían tenido hijos con deficiencia mental, uno de ellos internado en la Montes de Oca varias años hasta su deceso”. No ofreció nombres, aunque Página/12 confirmó en 1998 que se trataba de Alejandro, el hijo discapacitado de Jorge Rafael Videla.

Al caso Giubileo le dedicó unas escasas seis páginas, donde reflotó su supuesta vinculación con grupos terroristas resumida a dos cuñados militantes del ERP desaparecidos que eran hermanos de Pablo Chabrol, su ex marido. “¿Por qué nadie expresó opiniones sobre el antecedente subversivo?”, dijo Sánchez, quien deslizó la teoría de que la médica había obtenido cargos públicos en Montes de Oca y Open Door durante la dictadura “por revelar algunos conocimientos del tema subversión”. También se refirió a ella como una mujer con “actitudes extrañas de tipo autista” y “signos esquizofrénicos en su conducta”.

¿Sabía algo más? Nunca pudo contarlo. Cuando el libro fue finalmente publicado, él se había llevado todo el misterio de su muerte gritando por su inocencia hasta el fin de sus días.

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