SOCIEDAD › POR PRIMERA VEZ, UN CLIMA MáS DISTENDIDO

El altar de Caroceros

La cuadra de Villa Tesei que supo ser el centro de los pedidos para que Candela apareciera con vida mostraba ayer a media tarde un ambiente semidesierto. Eran más los camarógrafos y movileros presentes en la casa de Caroceros 2552 que los vecinos, amigos o gente a pie interesada en acompañar a la familia. Una marcha que nunca terminó de ser convocada y finalmente congregó a unas decenas de personas culminó la jornada. Una joven que pasó por la puerta de la vivienda definió con justeza: “Está todo raro, calmo”.

Frente a los carteles, velas, flores y banderas que custodian la fachada de la casa de Carola Labrador; un hombre con su bebé en brazos y su niña a un costado dejaba ver sus ojos llorosos. Ricardo Salas llegó de Lomas del Mirador movido por las ganas de que su hija “viera que lo que sale en la tele no es ficción”. Testimonio de qué papel se le asigna a los medios, Ricardo ahora se siente “engañado” porque, según dicen en la tele, la familia “sabía muchas cosas” y no las contaba ante los cronistas. “Yo me paraba a ver los autos a ver si veía a Candela y ahora tenemos el peor final”, mostró su mezcla de enfado y dolor.

A metros, Mercedes Loureiro contaba su intento por participar de la marcha. “Fui a la plaza central, pero eran veinte personas y parece que no iban a arrancar.” La mujer llegó de Lanús para buscar a su hija que trabaja en la zona, y de paso quiso “apoyar a la madre” de Candela. “Me duele ver el calvario de esta mujer: el marido preso, la hija que se la devolvieron en una bolsa y los periodistas la atacan. Como espectadora me da un poco de asco”, fue el segundo testimonio en torno al papel de la prensa. Reflexiva, Mercedes sentó posición en torno de las múltiples versiones sobre el caso: “Si los padres hicieron algo, la chica no tiene la culpa. Sea lo que sea que pasó, hay que acompañar igual para que esto se esclarezca”.

Cuando parecía que el viernes no era día de marchas, al menos así lo habían dispuesto los familiares y docentes de Candela, un pequeño grupo arribó a la cuadra. Tras varias horas en la plaza central de Hurlingham a la espera de que se sumaran más personas, los manifestantes encararon para la casa de Labrador. Un grupo de seis jóvenes irrumpió con críticas a los maestros de la niña asesinada: “¿Sabés dónde están los maestros?”, “nos bajonearon la marcha durante todo el día”, “nosotros venimos a todas las marchas y vamos a seguir”.

Los adolescentes acomodaron la bandera verde, que se hizo ver en varias de las marchas por Villa Tesei, que señala: “Con los hijos no, devuelvan a Candela”. Algunos adultos que los acompañaban se pararon frente a la puerta de la vivienda y mostraron su fastidio por la trunca movilización. En algún momento se pensó que se marcharía nuevamente hacia la comisaría, donde de forma preventiva, y producto de los incidentes de la noche anterior, los efectivos había montado un importante operativo con vallas y móviles. “Somos tres gatos locos, por eso no fuimos a la comisaría”, aclaró uno de los chicos.

“No vamos a parar hasta hacer justicia por vos y toda la infancia vulnerada. Tu luz nos guía”, prometía un cartel en su parte superior. Poco más abajo, añadía: “Nunca más otra Candela. Caro estamos con vos. Tus vecinos”.

Con su mirada perdida, Juan Domingo, un adulto mayor, dejó el tercer testimonio sobre la atmósfera mediática que envolvió el caso: “Si al culpable no lo encuentran los medios, nosotros lo vamos a encontrar”.

Informe: Leonardo Rossi.

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