SOCIEDAD › LA DEFENSA DE MERIDIEN GOLD

“Dejaremos 150 millones”

 Por Alejandra Dandan

Las 2.400 hectáreas de la Meridian Gold están sobre las cumbres de las sierras del Cordón de Esquel a unos 1.400 metros de altura, en las fronteras con las propiedades de Benetton y de los Colombo, los otros terratenientes de la zona. Cerca de los terrenos pasan dos arroyos. Uno de los cauces está compuesto por tres tramos del viejo Esquel. El otro se llama Bandidos. “¿Viste? –comenta una de las geólogas, guía de la empresa en el recorrido por la zona–: dicen que acá vivía o pasó Billy the Kid”.
También para los hombres de este poderoso proyecto éstas son horas definitivas. En julio del año pasado se hicieron cargo de un proyecto supuestamente cerrado. Hasta ese momento, la Minera El Desquite SA estaba controlada por capitales ingleses y embarcada hacia el momento de explotación de los yacimientos de plata y oro. Los canadienses estaban convencidos de que después de la compra, en enero arrancarían con los cinco conos de excavaciones espiraladas para la extracción de lo que llaman barra doré, una combinación sólida de plata y oro de 110 kilos de peso y más de un metro de largo. Pero aquel programa saltó por los aires. “¿Querés que te diga la verdad? –sigue gentilmente Mónica Mariaca, la gerente de Medio Ambiente que guía una excursión de dos horas hacia las minas–. Nunca nos han pedido tanta información, tantos detalles, tanta cosa para llevar adelante una obra”.
Mónica habla en plural aunque no es de Canadá sino de Buenos Aires, estudió geología en Estados Unidos y trabajó vinculada a la minería desde entonces. Es una de las personas contratadas aquí por Meridian para capitanear el conflicto con los pobladores locales. Según cuenta, también ella recibió amenazas y decidió despachar a sus hijos de regreso a Buenos Aires cuando comenzaron las clases. “A este país le falta cultura minera ¿no saben que vamos a dejarle 150 millones de dólares en impuestos?”
–¿150 millones en diez años, y la empresa factura 150 millones por año?
–Es así por las leyes de minería.
La minera decidió la inversión en el país cuando la devaluación bajó los niveles del peso y se les volvió rentable continuar con las exploraciones sobre los cerros. En este momento, sólo en las 2.400 hectáreas propias tienen cinco sitios marcados para la extracción de oro, a eso se dedicarán si el proyecto sigue adelante, aunque ahora están seguros de que no comenzarán hasta después de las elecciones. Según sus cálculos, en treinta días tendrán listo el nuevo informe de impacto ambiental, pieza esencial para convocar a la audiencia pública y aprobar definitivamente las obras. Para entonces los habrán alcanzado las elecciones, las poselecciones y, arriba de la montaña, el invierno. Hasta septiembre no se pondrán las palas.
Para ellos el problema no es ni la contaminación, ni las posibilidades de filtración de napas porque dicen estar preparados para rebajar los niveles de cianuro por millón a escalas más bajas de los que piden los códigos de Medio Ambiente. Tampoco los desvela la incidencia de metales pesados encerrados en las sierras porque, dicen, las cantidades de mercurio, arsénico o plomo de las detonaciones no son riesgosas.

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