SOCIEDAD

La inteligencia está en los músculos

 Por Soledad Vallejos

Para presentar a su robot favorito, se pelea con Descartes y la tradición de la ciencia occidental, que disocia el cuerpo de la lógica. Pfeifer dice: “Actúo, luego soy”, y con esa frase brevísima inunda lo que los profanos suponen razonamiento frío y calculador con la lógica del cuerpo humano. Al robot moderno y futuro –por no decir presente– sólo se lo puede entender y desarrollar desde la comprensión de cómo la inteligencia humana se construye a partir de la experiencia cotidiana, sostiene el científico, que sobre esa base creó a Roboy, un ejemplar de robótica blanda, blanco como el papel, de una simpatía humanoide desbordante y que llegó al mundo tras nueve arduos meses de trabajo en laboratorio.

En una charla TEDx Zurich, registrada a fines de 2013 (y que puede encontrarse en la web), Pfeifer resumió en apenas veinte minutos una línea de investigación y desarrollo que llevó años, cosechó adeptos y es una de las líneas de trabajo más fuertes de la robótica actual. “Los humanos, a diferencia de los robots, accionan todo el tiempo –explicó el científico–. Cada acción (humana) determina interacciones con el entorno y despierta reacciones en el cuerpo.” Cada una de esas acciones, entonces, genera estímulos sensoriales, que –no tan– a la larga constituyen “el material crudo para que el cerebro procese información y sepa algo del ambiente alrededor”.

Lógica de robótica blanda mediante, Roboy tiene movimientos suaves, gracias a que tiene 48 músculos, ocho de ellos en la articulación del hombro, donde están relacionados con ocho tendones. “En general, los robots tienen motores en las articulaciones, no como los humanos. Pero con Roboy tratamos de replicar más que el aspecto externo, también las articulaciones y los tendones”, explicó Pfeifer en esa charla, codo a codo con el robot simpático, al que de a ratos se refiere como persona (he) y de a ratos como cosa (it). Porque es robótica blanda, la idea de inteligencia que lo sustenta está reformulada: a Roboy no se lo programa, sino que tiene que aprender. Sólo una vez que la intervención humana le enseña un movimiento, puede reproducirlo.

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