SOCIEDAD › LA JERGA QUE SE DEBE APRENDER PARA SOBREVIVIR

El lenguaje de la Antártida

Lona. En la jerga de la Antártida Argentina, el término designa a la declaración de un día o parte de él como no laborable en una base determinada. Cuando “hay lona”, como dicen los antárticos, no se hace nada. La medida es determinada por las autoridades de la base y se toma cuando las condiciones meteorológicas no permiten realizar las tareas que normalmente se llevan a cabo a la intemperie o que exigen la exposición al aire libre. La “lona” es sólo uno de los términos que integran el vocabulario particular del continente blanco, ese que cualquiera que llega a las latitudes del extremo sur debe aprender.

Si normalmente en los ámbitos militares existe una jerga inentendible para un oído poco entrenado, eso se ve maximizado en la Antártida, donde pequeños grupos de personas conviven en bases aisladas durante varios meses, a veces más de un año. María, por ejemplo, es el nombre que los antárticos le dan –sin reparos sobre potenciales reclamos de organizaciones feministas– a una de las tareas generales que todos los habitantes deben realizar al menos una vez por mes: la limpieza de los alojamientos, la cocina y el baño.

Otra de esas obligaciones es la de lavar la ropa de toda la dotación (otra palabra típica, que designa a la población de las bases), y la denominación que se le da es “imaginaria”, en este caso, como en los cuarteles. Difícil encontrar una raíz lógica para relacionar ese nombre con la actividad que designa, pero también es cierto que las jergas no la suelen tener.

No sólo de actividades e inactividades se nutre el diccionario antártico. También está compuesto por lugares. Tambucho, por caso, es en la base Esperanza un cuartito ubicado en el subsuelo de cada una de las construcciones donde vive gente. Allí están los depósitos de reserva de combustible, el sistema de calefacción o caldera y los pozos de la cloaca. Por su parte, Marambio tiene un espacio al aire libre que se llama Chacarita. Se trata del lugar designado como depósito para materiales sobrantes o en desuso, como metales y pedazos de madera. En “la Chacarita” también se pueden encontrar barriles con basura doméstica, que esperan ser retirados en avión hacia el continente, tal como le dicen los antárticos al resto de la Argentina.

El léxico, entonces, no se limita sólo a algunos campos de la vida en el continente blanco. A la hora de la diversión, el cumplemés tiene una importancia capital. No se trata del día en que las parejas festejan otros 30 días juntos, sino del último sábado de cada mes, cuando se agasaja en una reunión a todos aquellos que cumplieron años en el mes que termina.

Más allá de lo curioso o gracioso de algunos de estos términos, hay otros componentes del diccionario blanco cuyo conocimiento puede resultar imprescindible si se quiere pasar sin más sobresaltos de los lógicos por la gélida tierra de la Antártida. “Pie de hielo” es uno de ellos, y denomina a la capa de hielo que se forma en los pisos externos cuando la nieve se derrite. El pie de hielo es de temer, porque hace que esos suelos se vuelvan extremadamente resbaladizos, y por tanto, peligrosos para quien los transite. Otra palabra importante es satrugis, que son los desniveles que se forman naturalmente en los terrenos donde se suele hacer aterrizar a los aviones de poco porte, generalmente en glaciares. Este cronista no olvidará nunca el término, ya que fue justamente un satrugis el que, al averiar el avión en el que viajaba, lo obligó a realizar una estadía mucho más larga de lo prevista en la Antártida. Estadía que empezó el 4 de julio y se prolonga hasta hoy.

Informe: E. M. R.

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