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Domingo, 14 de agosto de 2011

VALE DECIR

El Tío Sam pide reembolso

Pobre Estados Unidos: en una imparable vertiente de degradación de sus cuentas públicas y un clima político poco estable, China lo calificó como un país adicto a la deuda y la agencia Standard & Poor’s le quitó la máxima nota crediticia (ya no es triple A; ahora es AA+, al igual que España, Japón o Nueva Zelanda). No es de extrañar, entonces, que a la hora de ajustar el cinturón, el gobierno de Barack Obama reduzca gastos insólitos, como ocurrió en Sioux Falls, en Dakota del Sur tiempo atrás.

Allí estaba, en la comodidad de su casa, el retirado sargento mayor Rob Dickerson, un veterano con casi 30 años de servicio en las fuerzas, cuando sonó el timbre de entrada; era un hombre de FedEx con un envío a su nombre. ¿Qué recibía? Una medalla Purple Heart por haber sido herido en acción. Tamaño honor, si no fuera porque, a cambio de la entrega, el cartero le exigió cubrir los gastos de envío. Al parecer la guerra no sólo tiene un costo humano incalculable; también incluye una tasa de 21 dólares.

Así, sin ceremonia honorífica y con un par de decenas de billetes menos, Dickerson se sintió ofendido. No era para menos: por haber luchado como asesor de soldados iraquíes, sin compañeros norteamericanos cerca, cuando un cohete le explotó cerca, lo tiró 25 metros en el aire y le ocasionó una lesión cerebral y lesiones de hombro derecho, espalda, cadera y cuello, ningún médico de EE.UU. documentó el golpazo. Y le llevó cuatro años de papeleo que lo declararan digno de la medallita.

Troy Rolan, vocero de la Armada, ahora dice que no es el procedimiento típico, que la unidad correspondiente al soldado debería haber organizado mejor la entrega del premio, que desconoce los motivos por los cuales el veterano tuvo que cubrir los gastos de envío. De hecho, hubo un intento de disculpas y un cheque enviado para reembolsarle los 21 dólares. El problema es que escribieron mal el nombre (lo dirigieron a “Roy Dirksen”) y Rob no pudo cobrarlo. Ahora, aún frustrado, Dickerson comenzó una cruzada para encontrar a otros soldados en situaciones similares y ayudarlos, mientras escribe a diarios locales quejándose del país para el que sirvió tres décadas.

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