Los temas pendientes

Por Ernesto Tiffenberg

El obispo ocupa su lugar frente al altar. Se percibe cierta tensión en la iglesia, sobre todo por los comentarios en voz baja de los sentados en primera fila: dos hombres y una mujer vestidos como funcionarios.

-Caramba... -dice el ubicado en el medio-, nunca pensé que el enfrentamiento entre Iglesia y Gobierno llegara a tanto...

La frase es una reacción a las palabras que llegan desde el púlpito:

-Leemos ahora un párrafo del Génesis: "Y fue el Presidente y se acercó a Eva con una manzana en la mano y díjole: toma, con democracia se come".

La escena no ocurrió en el Tedéum realizado ayer en Santiago del Estero con la presencia del Presidente, ni siquiera en alguna de las múltiples misas celebradas desde que empezaron los roces entre la cúpula eclesiástica y la del Poder Ejecutivo por las sutiles metáforas del obispo castrense.

Pertenece al pasado, como tantos temas pendientes. Se produjo hace casi 18 años en un recuadro de la tapa de este diario. El del chiste de Paz y Rudy, para ser más precisos.

En una primera mirada hay dos tipos de temas pendientes. Los que nos agarran del cuello, casi siempre desde la pantalla de televisión, de la mano de la catástrofe o el reñidero político de turno. O los que, justamente tapados por aquellos que nos agarran del cuello desde la televisión, siempre quedan para los tiempos tranquilos en que "lo urgente no contamina lo importante" o, como dirían a coro Chiche Gelblung y Vladimir Ilich Lenin, "el árbol no tape al bosque".

Este suplemento, que escapa a la analogía fácil de vanagloriarse de que Página/12 ha cumplido la mayoría de edad, aunque no puede resistir la tentación de nombrarlo, se propone buscar un camino que acorte distancias y recorra territorios comunes a las dos categorías.

El chiste recordado es una muestra del primer tipo de temas pendientes. La sociedad argentina no termina de resolver su relación con los poderes establecidos, una rémora de la etapa de formación nacional, y la Iglesia Católica defiende con uñas y dientes sus prerrogativas, extendiendo a todos los argentinos las prescripciones de su culto mayoritario. Pero raspando apenas por debajo de la superficie aparece un segundo nivel. En aquel entonces, la zanja abierta entre el poder civil y el eclesiástico llevaba el nombre de divorcio. No como habitual metáfora periodística sobre las relaciones entre políticos sino simplemente el que podían requerir innumerables parejas malavenidas. Hace 18 años no existía el divorcio en la Argentina y el gobierno de Raúl Alfonsín impulsó con éxito su legalización. "Argentina entró en el siglo XX", tituló este diario el día que se aprobó la ley. Ese era un clásico tema pendiente que las pantallas de televisión habían olvidado por décadas.

Hoy, debajo de los anecdóticos escarceos, se agitan también otros temas pendientes del segundo tipo: la educación sexual en las escuelas, la democratización del acceso a la salud reproductiva y la despenalización del aborto. ¿Titulará este diario "Argentina entró al siglo XXI" antes de que termine el siglo?

El terreno económico permite distinguir otro aspecto fundamental de los temas pendientes. El que atañe a cómo se los elige. Desde que el poder financiero consiguió convertir la palabra "Estado" en sinónimo de ineficacia y corrupción, los temas pendientes de la Argentina económica estuvieron siempre referidos a unas supuestas "reformas estructurales" nunca plenamente satisfechas. En los primeros años consistían en quebrar el poder de los sindicatos, algo que hicieron con maestría y placer las dictaduras militares. Después se impuso la manda de santificar la deuda por encima de cualquier demanda interna, de lo que se ocuparon Cavallo y el alfonsinismo y otra vez Cavallo, Plan Brady mediante. A continuación llegó la etapa del privatizaje, donde cada empresa estatal, convenientemente destruida, se convirtió en botín de un globalizado saqueo. Lo curioso es que una vez cumplida cada "reforma" demandada, otra del mismo signo ocupaba inmediatamente su lugar.

La debacle del modelo neoliberal, que arrastró con él a toda la sociedad, no fue suficiente para cambiar de cuajo la definición de los temas pendientes, pero por lo menos alcanzó para abrir una brecha en el "pensamiento único" de los economistas y plantear un paradigma alternativo.

Por suerte, nadie ignora que la extendida pobreza y la variada gama de degradaciones personales que implica están en primera fila. Pero recién empieza la discusión sobre qué herramientas se elegirán para revertirlas. ¿Definirá la sociedad argentina como principal "tema pendiente" a los escandalosos patrones de distribución del ingreso heredados de la incursión al reino del capitalismo salvaje, o volverá a poner el acento en las "reformas estructurales" esponsoreadas por los organismos financieros internacionales con el aplauso de los poderes económicos locales?

Después de tres años de crecimiento, el país parece haber dejado atrás el agujero sin fondo de la crisis en que se despeñó a finales de 2001. En este caso, la metáfora es literal. "Dejado atrás el agujero sin fondo" quiere decir que simplemente se interrumpió una caída en la que no se adivinaba el final -por entonces muchos fantasearon con la disolución nacional-, y que existe una pequeña luz que guía el escarpado camino de salida.

Ese respiro permite y obliga a reabrir el debate sobre la selección de "temas pendientes" para los próximos tiempos. Aunque sea para evitar que dentro de 18 años se conviertan en crónica cotidiana escenas como la que también ocupó un lugar en la tapa de este diario, 18 años atrás:

En un primer plano está la mesa, elegantemente servida. A su alrededor, siete comensales de aspecto distinguido disfrutan de la comida entre sonrisas y comentarios amables. Más atrás, cuidando que sus palabras no molesten a los presentes, conversan dos mozos convenientemente vestidos para la ocasión.

-Muy linda la cena de camaradería del FMI, pero no veo a los representantes del Tercer Mundo -comenta el primero.

-¿Y qué te creés que están comiendo? -remata el segundo.

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