DEPORTES › SU FAMILIA Y LA DE SU RIVAL LUZ LONG ENTREGARAN MEDALLAS EN EL MUNDIAL

El fantasma de Owens vuelve a Berlín

El próximo Mundial revivirá uno de los mitos más sostenidos de los Juegos Olímpicos de 1936, el de la competencia de salto en largo entre el estadounidense y su rival alemán. La verdadera historia de una amistad que sobrevivió al olvido.

 Por Pablo Vignone

El próximo Mundial de atletismo, en Berlín, revivirá uno de los mitos más generosos de la historia del deporte, el de la amistad surgida en los Juegos Olímpicos de 1936 entre el campeón estadounidense Jesse Owens y su par alemán Carl “Luz” Long. Las familias de Owens, cuádruple campeón olímpico, y de su rival, Long, protagonistas del famoso duelo en la competencia de salto en largo de aquellos Juegos, serán invitadas de honor en el próximo Mundial, que se celebrará precisamente en el estadio Olímpico de Berlín desde el sábado 15. Según anunció la Federación Internacional de Asociaciones de Atletismo (IAAF), la nieta de Owens y el hijo de Long darán las medallas de salto en largo, el 22 de agosto.

El mito pasó a la historia como un ejemplo de fair play: mientras Long, abogado de profesión, se clasificaba sin problemas para la final, el atleta estadounidense tenía problemas con su carrera. La leyenda cuenta que, tras el segundo intento nulo de Owens por pisar la franja demarcatoria del salto, Long se dirigió a su rival y le aconsejó que calculara sus pasos para dar el último unos centímetros antes de la franja. Las versiones más coloreadas del mito señalan que Long, incluso, depositó su toalla a la altura del último paso, como para que Owens tuviera su referencia.

Una historia bellísima pero, como cuenta Guy Walters en Los Juegos de Berlín, cómo Hitler se robó el sueño olímpico, “hermosa pero irreal. Ni un solo reportero de la época vio a Owens y a Long conversando antes del salto. Nadie vio a Long poner su toalla (...) Ni siquiera Long podía recordar esa conversación. No hay mención en sus memorias de que fue su idea que Owens saltara antes de la franja. Y lo que hace aún más increíble la historia es la noción de que Owens no fuera capaz de darse cuenta por sí mismo de cuál era la solución”.

Owens era el dueño del record mundial, con 8,13 metros, y la marca necesaria para clasificarse era de 7,15 metros. Long saltó 7,73 metros, una marca floja, y Owens falló su salto. En el segundo intento, Long estiró el salto a los 7,87 metros, ante el griterío del estadio. Desde el palco oficial seguían con atención la escena Adolf Hitler, su ministro de Propaganda Joseph Goebbels y Rudolf Hess.

“Lo que Owens hizo a continuación no admite discusión –escribe Walters–. En lugar de iniciar su carrera, caminó hasta Long y lo felicitó. ‘Corrí hasta él –recordó Owens–. Lo abracé. Estaba contento, muy contento.’ Long recordó cómo Owens ‘vino, me felicitó, deportiva y caballerosamente’.”

Animado, el estadounidense corrió con energía y saltó 7,94 metros. La presión aplastó a su rival, que apenas pudo saltar 6,50 metros. Estaba derrotado. A Owens le quedaba un último intento y llevó su marca hasta los 8,06 metros. El primero en felicitarlo por haber conquistado la medalla de oro fue Long.

Los dos atletas luego dieron una vuelta olímpica abrazados delante de los jerarcas del régimen nazi, pero Hitler ya había abandonado el palco, según confirma Walters: “Aparentemente, Owens no estaba muy preocupado por la ausencia. ‘Supongo que el señor Hitler es un hombre muy ocupado como para quedarse todo el tiempo’, le dijo a Grantland Rice, el decano de los periodistas deportivos estadounidenses”.

El estadounidense ganó en Berlín cuatro medallas de oro: los 100 metros llanos (10s3), los 200 metros (20s7), el salto en largo (8m06) y los relevos 4x100 que el equipo de Estados Unidos –con Owens en el primer relevo– ganó con el record mundial de 39s8. Al año siguiente, Long estableció 7,90 metros, un record de Europa que perduró casi veinte años.

Pese a que la propaganda occidental consagró la victoria de Owens sobre Hitler, fue Alemania la que conquistó el medallero de aquellos Juegos, con 89 medallas, 33 de oro; los Estados Unidos ocuparon el segundo lugar, con 56 medallas, de las cuales sólo 24 fueron doradas.

Ambos atletas habían nacido en 1913: Long, abogado de profesión, perdió la vida durante la Segunda Guerra Mundial durante la invasión aliada a Sicilia, en julio de 1943, en un hospital de campaña británico. Owens volvió a Berlín recién en 1951 y allí conoció a la mujer y al hijo de Long, Karl, con quien Owens mantuvo contacto epistolar hasta su muerte en 1980, a causa de un cáncer de pulmón. “Se podrían fundir todas las medallas y copas que gané –había dicho Owens– y no valdrían nada frente a la amistad de 24 quilates que hice con Long en aquel momento.”

La nieta de Owens, Marlen Dortch, es el primer miembro de la familia invitado a Berlín desde la actuación de su abuelo en los Juegos de 1936. Una calle del distrito de Lichtenberg, en la capital alemana, lleva el nombre del atleta.

“El Mundial nos da una oportunidad única de honrar el vínculo de amistad internacional formado por el señor Owens y el señor Long”, dijo el miércoles el presidente de la IAAF, Lamine Diack. “Nuestra mayor esperanza es que el poder del atletismo haga unir de nuevo al mundo en Berlín”, agregó. “Pocos atletas significan más en nuestra herencia deportiva internacional que Owens, y es un honor poder juntar de nuevo a las familias Owens y Long”, afirmó el presidente de la Federación Estadounidense de Atletismo (Ustaf), Doug Logan.

“Jesse Owens es un héroe para mí por muchos motivos”, dijo el velocista Tyson Gay, quien ostenta la mejor marca del año y competirá en los 100 metros contra el jamaiquino Usain Bolt. “Será muy especial para mí correr en el mismo estadio que él.”

Será el mismo Olympia Stadion inaugurado en 1913 y remodelado para los Juegos del ’36 para aumentar su capacidad a 100 mil espectadores, el mismo que hospedó en el 2006 la final de la Copa del Mundo de fútbol, con 76 mil asientos. En 1937, después de los Juegos, Hitler le pidió al arquitecto del Reich, Albert Speer, un estadio que albergara a 400 mil espectadores. “Un estadio así alteraría las proporciones olímpicas correctas”, repuso el arquitecto. “No importa –repuso el dictador–. En 1940 los Juegos serán en Tokio. Pero después se harán para siempre en Alemania, en este estadio. Y entonces nosotros determinaremos las medidas atléticas.”

Los siguientes Juegos no se celebraron en Tokio sino en Londres, en 1948. Tres años después del suicidio de Hitler.

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Tyson Gay, el velocista que admira a Owens, en la otra foto junto a Carl “Luz” Long.
 
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