Viernes, 7 de mayo de 2010 | Hoy
EL MUNDO › EL PARTIDO CONSERVADOR GANARíA LAS PARLAMENTARIAS, PERO NO ES SEGURO QUE PUEDA FORMAR GOBIERNO
Los conservadores aventajaban en 52 escaños a los laboristas, pero no llegaban a la mitad más uno, 326, que necesitaban para una mayoría propia. Los liberal demócratas son la clave de la lucha política que se avecina.
Por Marcelo Justo
Desde Londres
El Partido Conservador de David Cameron se perfila como el ganador de las elecciones británicas, pero al cierre de esta edición no se sabía si le alcanzaba para formar gobierno. Aproximándose a los datos de boca de urna y de las últimas encuestas, la proyección de votos de los conservadores se situaba en torno del 34 por ciento frente a un 27 porciento para los laboristas que consiguieron evitar el humillante tercer puesto al que parecieron condenados durante buena parte de la campaña. Con una proyección del voto de más del 20 por ciento, los liberal demócratas perderían una o dos bancas, pero no dejan de ser la sorpresa de la campaña y se perfilan como uno de los protagonistas de la lucha política que se avecina. A medianoche, una fuente de 10 Downing Street señaló a la BBC que el primer ministro Gordon Brown buscaría formar un gobierno de coalición, el primero en Gran Bretaña desde 1974.
Los conservadores lograron su primer objetivo –ganarle al laborismo luego de tres derrotas consecutivas en las urnas– pero todavía tienen que garantizar el segundo –poner fin a 13 años de ostracismo en la oposición–. Los laboristas salvaron la ropa ante lo que se había perfilado como una de sus peores performances electorales de la historia y podrían todavía seguir en el gobierno. En una noche electrizante, la encuesta a boca de urna marcó una primera tendencia que luego los resultados finales irían precisando y corrigiendo: los conservadores aventajaban en 52 escaños a los laboristas, pero no llegaban a la mitad más uno, 326, que necesitaban para una mayoría propia. Estos datos provisorios fueron suficientes para que la viceprimera ministra laborista Harriet Harman y el encargado de temas económicos de los liberal demócratas Vince Cable insinuaran la posibilidad de una alianza laborista-liberal demócrata que evitara la formación de un gobierno conservador. Harman habló de la necesidad de cambiar el sistema de votación, una promesa cara a los liberal demócratas, mientras que Cable señaló que esos datos preliminares mostraban que nadie tenía legitimidad suficiente para formar gobierno, música para los oídos laboristas. No sorprendió que poco después el conservador portavoz de temas económicos, George Osborne, rechazara la posibilidad de una coalición laborista-liberal que negara lo que él calificó de “claro mandato para los conservadores”.
El goteo de resultados de las 650 circunscripciones electorales a lo largo de la noche fue añadiendo esta fiebre y especulación. El primer distrito se declaró a las 22.40 y no sorprendió a nadie: Sunderland seguía en manos del laborismo. Pero a medida que se sumaban los escaños conservadores y liberales al cómputo, el paisaje de un Parlamento de coalición o de un gobierno minoritario cobraba más forma. Los encuestadores coincidían en que los conservadores necesitaban que entre el 8 y el 10 por ciento de votantes que habían elegido a otros partidos cambiaran por ellos para alcanzar una mayoría absoluta. En Tooting, un distrito londinense en manos del laborista secretario de Estado de Transporte Sadiq Khan, el viraje del voto fue del 3,4 por ciento, insuficiente para que los conservadores ganaran el escaño. En otro distrito londinense, Battersea, fue del 6,5 por ciento y el diputado laborista perdió el escaño a manos del conservador: lo hubiera perdido con un 0,4 por ciento de migración del voto.
La aritmética es más que fina: excesiva en algunos distritos, insuficiente en otros. En Kirkaldy, Escocia, el primer ministro Gordon Brown aumentó su mayoría en cinco mil votos, una anormalidad respecto del resto del país donde se registraba una merma del voto laborista. Mientras tanto, en distritos electorales de todo el país se repetían denuncias de desorganización y larguísimas colas que habían impedido a mucha gente ejercer el derecho del voto, otra incógnita que habrá que develar este viernes, para calibrar qué impacto exacto ha tenido sobre el cómputo final y si hay denuncias de fraude. El comité electoral se excusó con la débil disculpa de que el alto porcentaje de votantes había desbordado las previsiones de los organizadores.
En todo caso, la elección deja a todos con algo que celebrar. Los conservadores señalaron que se trata de una clara condena del laborismo y de un fuerte apoyo a un cambio representado por Cameron. El laborismo indicó que Cameron no consiguió el respaldo mayoritario que esperaba conseguir a pesar de contar con el viento a favor de la crisis económica mientras que los liberal demócratas insistieron en que la elección mostraba la necesidad de cambiar un sistema de votación no proporcional que no refleja la voluntad política del electorado.
En un sentido la votación es un duro revés para el laborismo y una señal del desgaste que produce el ejercicio ininterrumpido del poder. Una encuesta de ICM publicada por The Guardian ayer mostraba que sólo un 28 por ciento de los encuestados opinaban que las cosas habían mejorado desde que el laborismo ganó el poder en 1997, mientras que un 44 por ciento pensaba que las cosas estaban peor y un 24 por ciento decía que nada había cambiado. La crisis económica de los dos últimos años ha tenido un claro impacto en este juicio. La guerra en Irak tampoco ayudó y el matrimonio del llamado Nuevo Laborismo con el mundo de las finanzas, tan celebrado en otro tiempo, es hoy una cadena de promesas incumplidas que arrastra el partido. Aún así la derrota no tiene los ribetes catastróficos que tuvo para los conservadores la victoria de Tony Blair en 1997, después de 18 años consecutivos de thatcherismo. Hoy el partido de David Cameron no tiene la mayoría que buscaban y el laborismo en coalición con los liberal demócratas podrían formar gobierno.
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