Martes, 15 de junio de 2010 | Hoy
EL MUNDO › TRAS EL TRIUNFO DE LOS NACIONALISTAS Y SEPARATISTAS FLAMENCOS
Por Nicolás Nagle
El triunfo del nacionalista y separatista flamenco Bart de Wever en las legislativas amenaza la unidad de Bélgica. El movimiento independentista flamenco de corte derechista apunta a separarse de la región francófona de Valonia. Los separatistas flamencos de habla holandesa consideran a Valonia como una carga económica. De Wever, líder de la Nueva Alianza Flamenca (NVA), el partido más votado en Bélgica con 17,2 por ciento de votos, propone una progresiva separación entre ambas regiones.
Flandes es actualmente la región más rica de Bélgica, mientras que Valonia, antiguo polo industrial, tiene problemas económicos desde hace años. Ante todo, los nacionalistas flamencos desean evitar la transferencia de fondos impositivos de Flandes a Valonia. Las elecciones afirman las tendencias políticas de los últimos años, con la población flamenca cada vez más volcada a la derecha y los francófonos reiterando su apoyo al Partido Socialista –con 14 por ciento de votos en todo el país y 34 por ciento en la región Valonia-Bruselas–. Entre quienes están a favor de la separación, también se encuentra el Vlaams Belang (el Interés Flamenco), un partido de extrema derecha que obtuvo 12,6 por ciento de los votos. El Vlaams Belang tiene una ideología xenófoba que se suma a los reclamos independentistas. Contando a los electores del NVA y el Vlaams Belang, un 46 por ciento de los flamencos se ha mostrado a favor de un Flandes independiente. Los grandes perdedores de las elecciones son los demócrata-cristianos y los liberales.
Bélgica no tiene primer ministro desde el colapso del gobierno de Leterme en abril de este año. El futuro premier deberá necesariamente salir de un acuerdo entre los diversos partidos. El resultado de las elecciones sitúa a De Wever como uno de los principales candidatos para el puesto. Sin embargo, a pesar de contar con un fuerte apoyo en Flandes –uno de cada tres flamencos votaron por él–, su figura es resistida en el resto del país, incluyendo la importante región bruselense. Elio di Rupo, líder del Partido Socialista y gran ganador entre los francófonos, es otro de los candidatos. Di Rupo tiene la ventaja de ser un político que es respetado tanto en Valonia como en Flandes. Sin embargo, resta por verse si la población flamenca, que es mayoritaria en Bélgica, aceptará un premier de habla francesa. Bélgica no tiene un primer ministro francófono desde 1979.
Luego de enterarse de los resultados, De Wever intentó calmar los miedos de los francófonos con un mensaje conciliador. “Se trata de dos países que deben encontrar un acuerdo”, dijo De Wever en francés. Di Rupo también mostró su voluntad de diálogo: “Una gran parte de la población flamenca desea manifiestamente un cambio en las instituciones. Para estabilizar nuestro país, el mensaje debe ser escuchado”.
Sin embargo, un acuerdo entre socialistas y nacionalistas flamencos es difícil, ya que ambos partidos tienen importantes diferencias. Los socialistas no quieren desmantelar el sistema de seguridad social redistributivo, mientras que los nacionalistas desean que cada región maneje sus propias finanzas. En el plano de las cuentas públicas, los nacionalistas favorecen una política de austeridad que apunta a reducir el déficit público, mientras que los socialistas aparecen proclives a mantener el sistema de bienestar social.
Para complicar las cosas, Bruselas, capital y motor económico del país, está situada en territorio flamenco pero su población es francófona. Nacionalistas flamencos y francófonos desean mantener el control de Bruselas en caso de una separación. Di Rupo, quien se ha mostrado proclive a negociar una reforma institucional, se ha mostrado intransigente a este respecto. La independencia de Flandes implicaría la pérdida de Bruselas, cuestión que los flamencos no desean aceptar.
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