EL MUNDO › OPINION

Fiesta y transición

 Por Martín Granovsky

La argentina Flavia Palmiero y el egipcio Mohamed El Baradei no se conocen ni son amigos. Pero tienen algo en común: Twitter.

Flavia es mucho más linda que Mohamed. Buena actriz, como además trabaja de famosa sabe que no sólo tiene que mostrarse en un estreno como invitada especial sino también twittear. Los tweets ya son parte de su vida y también parte de la vida de sus 122 mil seguidores. El Baradei fue Premio Nobel de la Paz por su trabajo como jefe de la Organización Internacional de Energía Atómica. Combatió con trabajo la mentira de George W. Bush sobre que la dictadura iraquí tenía armas de destrucción masiva. Convertido en una de las pocas figuras emergentes del Egipto nuevo, El Baradei tiene la mitad de seguidores que Flavia: 64 mil. Y twittea poco. Pero cada tweet es un sacudón. La ventaja de las redes sociales es que son eso: sociales. La gente comunica, se comunica, cuenta cosas y, a veces, conoce gente. Otra ventaja es que, como cualquier tecnología, no significa nada en sí misma y cada uno la usa como quiere.

No está ni bien ni mal charlar con amigas y amigos, desear buen fin de semana, demostrar ingenio y frescura o transmitir pocas consignas y bien contundentes. En un entorno 2.0, o sea bien horizontal, siempre hay alguien que utiliza tanta igualdad de oportunidades para buscar la consolidación de un liderazgo. En la farándula argentina o en la política egipcia también se juega prestigio, poder y convocatoria usando las redes sociales. Disculpas de @Granovskymartin a @FlaviaPalmiero, pero hoy vale la pena citar los tweets de @ElBaradei en el último mes. Los escribe en árabe y en inglés. “Cuando sólo cinco personas sobre 85 millones son elegibles para competir en elecciones presidenciales, boicotear esa decepción es la clave para recuperar nuestros derechos”, escribió el 9 de enero.

El 11 de enero twitteó cuál serían los pasos del cambio: “Período de transición, nueva Constitución, estado civil, democracia verdadera, igualdad de derechos y justicia social”. “El coraje del pueblo tunecino para aferrarse a su libertad y su dignidad es la luz que marca el camino”, escribió el 15 de enero. “El cambio sólo viene de adentro.”

Tweet del 16 de enero: “La violencia actual en Túnez es producto de décadas de represión. El régimen egipcio debe entender que el cambio pacífico es la única salida”. “Apoyo absoluto a la convocatoria a cuatro manifestaciones pacíficas, versus represión & corrupción”, escribió @ElBaradei el 19 de enero. “Cuando el reclamo de cambio se pierde en oídos sordos, ¿qué otra opción queda?”

El 23: “Las amenazas de usar la violencia contra los participantes de una manifestación pacífica revela la peor cara de un régimen aterrorizado ante su propio pueblo”.

El 10 de febrero Hosni Mubarak pronunció un discurso pero no anunció su renuncia. Mensaje de @ElBaradei: “Egipto va a explotar. Las fuerzas armadas deben salvar ya mismo al país”.

Tweet del 11 de febrero: “Todo el país está en la calle. La única salida es que el régimen se vaya. El poder del pueblo no puede ser enfrentado. Vamos a ganar. Todavía tengo esperanzas de que las fuerzas armadas se sumen”. Mubarak renunció el viernes a la tarde. Twitteó @ElBaradei el mismo 11 de febrero, momentos después de la renuncia: “Hoy Egipto es una nación libre y orgullosa. Dios la bendiga”.

Hasta anoche, ése era el último mensaje del Premio Nobel por Twitter. Hasta anoche, Egipto seguía envuelto en la magia de la libertad flamante, lustrosa, virgen. Banderas flameando en El Cairo y Alejandría. Millones de veintipico, de fiesta. En cada garganta, la melodía que se convirtió en el himno que cantan con suavidad millones de egipcios. La pueden escuchar y ver en http://bit.ly/hLDxhe. Son los primeros momentos de una revolución libertaria y, seguramente, marcan el comienzo de una transición.

No tiene mucho sentido, en estos casos, confiar en la bola de cristal propia o ajena. Imposible saber con certeza cómo será el futuro, cuáles serán sus nombres y apellidos y qué calendario se pondrá en movimiento. ¿Aciertan quienes vislumbran una nueva Revolución de Octubre, como en la Rusia de 1917? ¿Tienen razón los que imaginan para Egipto la Revolución Francesa de 1789? ¿O se acerca más a los caminos posibles el editorial del semanario The Economist cuando descarta comparaciones entre el Egipto de estos días con la Francia de 1789, la Rusia de 1917 o el Irán de 1979? “Las protestas que surcan Medio Oriente tienen más cosas en común con el color popular de las revoluciones que cambiaron el mapa del mundo a fines del siglo XX”, dice The Economist en un texto previo al fin de Mubarak. “Son protestas pacíficas, populares (no hay un Robespierre o un Trotsky moviendo los hilos tras bambalinas) y seculares”, define. Al mismo tiempo, admite que Egipto es un país pobre pero advierte que cuenta con “una elite refinada, una clase media bien educada y un fuerte sentido del orgullo nacional”, tres elementos para pensar que los egipcios podrán construir un nuevo orden institucional. Si, como parece, después de esta resistencia libertaria pero insistente no llega una situación explosiva sino una transición, Egipto pasará de los brillos de la fiesta, de los colores y las canciones, de los tanques con flores como en la Revolución de los Claveles del Portugal ’75, a la gama de blancos, negros y grises de la construcción democrática.

De las risas en la plaza Tahrir a la transición con sus caras típicas y contradictorias: los militares del antiguo régimen tratando de asegurarse un mubarakismo sin Mubarak, otros, quizás más lúcidos, imaginando una etapa distinta, las figuras nuevas, los dirigentes que surgen y caen y los que nacen y quedan, la pelea entre laicistas y confesionales, la convivencia secular entre musulmanes seculares y musulmanes islamistas, las diferencias entre fundamentalistas filosóficos y fundamentalistas agresivos como los que dieron origen al ingeniero Ayman al Zawahiri, el número dos de Osama bin Laden, las presiones de Washington y Teherán para convertir a los nuevos gobernantes en sátrapas, como los viejos delegados coloniales, la simpatía de los pueblos del mundo.

“Cuando alguien comprende que obedecer leyes injustas va contra la dignidad del hombre, ninguna tiranía puede dominarlo”, dijo el Mahatma Gandhi en menos de 140 caracteres.

Buena frase para Twitter, ¿no?

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