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Viejos aires

 Por Santiago O’Donnell

Esta semana el veterano presidente socialdemócrata Karolos Papoulias (foto) propuso la formación de un gobierno de notables para salir de la crisis griega. Pensando un poco en el corto plazo, habrá razonado que, como dice su ministro de Economía, a Grecia le queda plata para pagar un mes más de pensiones y jubilaciones. Dado que están esperando cualquier día de éstos un desembolso de 130 mil millones de euros para tapar el agujero, entonces habría que aguantar un poquito más, cobrar el rescate de la Unión Europea y a seguir remando con la esperanza de que las cosas mejoren de a poco.

Había que aguantar, razonaba el presidente, porque el rescate había sido prometido a cambio de durísimas medidas de ajuste que vienen soportando los griegos desde hace dos años, a un costo enorme. Recortaron casi un tercio de las jubilaciones, cerraron fábricas, cesantearon a empleados públicos y hoy más de un quinto de la población activa está en la calle por falta de empleo. Entre otras consecuencias que ni hace falta nombrar, la recesión generó una crisis política que ya se ha cargado a dos primeros ministros y a los grandes partidos que apoyaron sus gestiones. Ahora la Unión Europea le exige a Grecia 11.000 millones de euros más en recortes para los próximos dos años. Claro, a cambio le permiten refinanciar una deuda que ya casi duplica el producto bruto interno del país. Los italianos pusieron un gobierno tecnócrata y la van llevando, habrá razonado el presidente griego. ¿Por qué no nosotros?

Era un plan. Un plan para solucionar el problema. El problema es que los griegos están hartos del ajuste. Hace dos semanas hubo elecciones y el ajuste perdió. Necesitaba 151 bancas, sacó 149. Pero eso no es nada. El problema es que al ajuste lo bancan los dos principales partidos políticos de Grecia, el del centroderecha y el de la socialdemocracia. En las elecciones del 2009 esos dos partidos habían sumado cerca del ochenta por ciento de los votos y ahora sacaron el treinta y dos. O sea, paliza histórica para el ajuste que se lleva puesto al bipartidismo griego, pero el veterano político a cargo de la presidencia cree que lo puede arreglar. Total, bien visto, el problema se soluciona con dos bancas, dos diputados que se borocoticen, que se cambien de bando, para que el bando del ajuste pueda sumar 151 bancas. Entonces el ajuste tendría mayoría parlamentaria y se podría formar un gobierno al gusto de la Unión Europea.

Total, los griegos no quieren abandonar el euro, se habrá justificado el presidente. Y es así. Los griegos en su inmensa mayoría están hartos del ajuste, pero también en su inmensa mayoría no quieren salirse de la moneda europea. No es un país que se autoabastezca ni que cuente con grandes recursos naturales. Los griegos intuyen, más bien se dan cuenta, que no están para cortarse solos.

Entonces, el veterano presidente, acostumbrado seguramente a estas situaciones, miró por ahí y se encontró con el tal Fotis Kubelis, de Izquierda Democrática, quien se había alzado con el 6,1 por ciento de los votos en la última elección y por ende había pasado a comandar una bancada con la nada despreciable cifra de diecinueve parlamentarios.

Era la pieza que faltaba. El miércoles, el presidente anunció que conversaría con los partidos pro ajuste más Izquierda Democrática con la idea de formar un gobierno. No dijo “gobierno de tecnócratas pro ajuste”, sino que usó una frase más marketinera: “gobierno de notables”. Tampoco dijo que el objetivo del gobierno era bancar el ajuste y patear las elecciones, sino “flexibilizar y renegociar a largo plazo las drásticas medidas de ajuste del Memorándum firmado con la Unión Europea”. El líder socialdemócrata Venizelos fue más sincero. “El objetivo es evitar las elecciones”, dijo al salir de su reunión con el presidente. Habrán pensado que la maniobra podía salir bien, pero es difícil saberlo. Al día siguiente, cuando le preguntaron al presidente si pensaba que el gobierno de notables podía prosperar, sólo contestó con una sonrisa.

Es que había que ganar tiempo. La plata sólo alcanzaba para un mes más, y el presi sabía que no le iban a dar el rescate si no se formaba un gobierno que bancara el ajuste. Por ley, si no se formaba el gobierno antes del fin de semana había que llamar a nuevas elecciones dentro de un mes. Pero no podía. No podía llamar a elecciones porque ganarían los que están contra del ajuste, esta vez por mucho más que hace dos semanas según todas las encuestas, y entonces chau rescate. Entonces la cuna de la civilización occidental, la patria de los filósofos, la tierra donde viven millones de personas, de laburantes como vos y yo, entra en bancarrota y entonces agarrate Catalina. Chau ahorros, chau laburos y a empezar de cero. Entonces el veterano presidente concluyó que tenía que patear las elecciones.

Pero al final el tal Fotis Kubelis, de Izquierda Democrática no resultó ser una rata. Está bien, se sentó a la mesa con los grandes, por un rato jugó a ser el salvador de la patria, se ganó sus diez minutos de fama, pero al final le dijo no a la idea del gobierno de notables. Quizá lo hizo por convicción, pero las encuestas de opinión mostraban que su imagen había entrado en picada.

Reaccionó el tal Kubelis y entonces al presidente no le quedó más remedio que resignarse y llamar a elecciones para el 17 de junio.

En medio de tanta incertidumbre, que Europa sí que Europa no, que Merkel afloja o no afloja con el ajuste, que Grecia entra o no entra en bancarrota, que la izquierda triunfante el mes que viene será más o menos moderada, al menos surge un indicio. Los viejos aires están de salida.

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Imagen: AFP
 
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