EL MUNDO › OPINION

Su muerte como metáfora

Por

 Por Marcelo Horestein y
Daniel Silber *

Seguramente nadie lo va a llorar. No nos entristece. Un asesino serial, un criminal de guerra no merece ni una lágrima. Apenas una mención para recordar quién fue y cómo se ocultó, siendo incapaz de asumir sus responsabilidades, huyendo.

Erich Priebke murió. De alguna manera sintetiza lo que fue el salvajismo nazi: no sólo aceptó esa barbaridad denominada “obediencia debida”, sino que la llevó hasta el extremo, fusilando a más de trescientos opositores políticos de manera ilegal, en la clandestinidad.

El nazismo es eso. Perversidad, sadismo, negación de los otros, odio, muerte tecnologizada y concebida científicamente.

Pero nada le sirvió. Ni la máscara de “buen ciudadano” ni la fuga ni la protección obtenida por algunos poderosos. Tarde, pero la justicia llegó. Terminó sus días preso, siendo culpable.

Que este acontecimiento sirva como metáfora. Las recientes expresiones de su hijo y sus abogados prosiguen el agravio iniciado hace más de 80 años (con el ascenso del Hitler al poder) y no hacen sino reafirmar nuestra convicción de luchar denodadamente contra el nazi-fascismo y cualquier otra expresión negadora del respeto a la condición humana. Para los genocidas queda la consigna “Como a los nazis les va a pasar / adonde vayan los iremos a buscar”.

* Secretario y presidente, respectivamente, de la Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina.

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