EL MUNDO › OPINIóN

Felipe González en Venezuela

 Por Alfredo Serrano Mancilla *

Quien realmente no podía faltar en la conjura contra Venezuela es el ex presidente español Felipe González, poniéndose la capa roja y el traje azul para disfrazarse del nuevo superman de las causas perdidas proclamándose como abogado defensor de Leopoldo López y Antonio Ledezma, detenidos según las leyes y la Justicia del país. Felipe González, siempre tan ambicioso y sagaz, inicia así a lo James Bond este movimiento de ficha como una inteligente jugada geopolítica para internacionalizar este tema, y quizá también procure con ello obtener el próximo Premio Nobel de la Paz.

Felipe González tiene un pasado no muy limpio como para dar lecciones de ética y de justicia. Durante sus años de gobierno en España, tuvo que lidiar con innumerables casos de corrupción: Filesa, KIO, caso de los Fondos Reservados, Rumasa, Naseiro, Expo ’92, caso Roldán, Banesto, Palomino, Ibercorp, y también, durante su mandato, tuvo lugar la actuación del GAL (Grupo Armado de Liberación), aparato paramilitar que entre 1983 y 1987 se dedicó a la guerra sucia contra ETA por afuera de la ley, bajo la dirección y financiamiento del Ministerio del Interior dirigido por José Barrionuevo.

Pero más allá de su curriculum vitae, lo verdaderamente importante es que hoy por hoy, por encima de cualquier otra cosa, Felipe González es un empresario con todas sus letras. En su persona conviven, por un lado, una eterna enfermedad del ex presidente que todavía cree serlo y, por otro lado, un businessman de los de alto vuelo. Esta última condición lo delata en su misión venezolana abusándose para ello de su posición de ex presidente. Felipe González prefiere disimular ser ese hombre de negocios que es, y lo esconde presentándose como hombre de la política a pesar de haber entrado rápidamente al mundo de lo privado gracias a las puertas giratorias, esto es, forjar estrechos vínculos cuando se es presidente para luego usarlos cuando se deja de serlo.

Su historial como empresario es amplio aunque él prefiera ocultarlo. González, por ejemplo, es gran amigo del magnate venezolano Gustavo Cisneros, empresario al que el gobierno español en época de su presidencia le vendió Galerías Preciados tras la expropiación de Rumasa. Además, González ha sido durante mucho tiempo miembro del consejo de administración de Gas Natural (por ello cobraba un salario anual cercano a los 164.000 euros). En el año 2011, inició su aventura en el mundo de la especulación financiera creando Tagua Capital y poniendo al frente a su yerno, Eric Bergasa. El objetivo era captar inversores entre Latinoamérica y España interesados en los sectores de energías limpias, salud y nuevas tecnologías, aunque no le fue muy bien con ello. En estos momentos, se dedica realmente a labores más rentables. Por un lado, asesora en diversas áreas al magnate Carlos Slim, quien tiene gran interés por entrar en Venezuela. Por otra parte, el 24 de julio de 2001, fundó Ialcon Consultoría; Felipe posee el 78,22 por ciento de las acciones y el resto pertenece a sus tres hijos; en 2012, la sociedad obtuvo un beneficio neto de 220.434 euros; Ialcon Consultoría declara un nada despreciable patrimonio neto de 2,38 millones de euros.

He aquí la cuestión, ¿qué querrá Felipe González como empresario en Venezuela? ¿Habrá venido a ver posibilidades de inversión? ¿O como tantos otros empresarios expertos en el sector de los valores futuros estará pensando en invertir en valores hoy para el día de mañana obtener altas tasas de rentabilidad? ¿Será que así cree, como buen fondo buitre, que se depreciará la Venezuela actual bolivariana hoy para acabar ganando el día de mañana? ¿Creerá que puede provocar un cambio de dueño, pueblo por casta, para que en pocos años tenga más opciones beneficiosas de inversión? Así es como piensa un empresario, y así es como hay que afrontar la estrategia de Felipe González contra Venezuela.

* Doctor en Economía, director de Celag.

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