EL MUNDO › FRANCIA EXIGE UN MANDATO CLARO PARA DESPLEGAR SUS TROPAS

Un desarme light, al estilo libanés

Los soldados libaneses cierran los ojos a las actividades de Hezbolá, siempre que ninguno de sus milicianos sea tan maleducado como para conducir un camión lleno de misiles a través de sus puestos de control.

 Por Robert Fisk*
Desde Beirut

Ahora se las ve, ahora no. ¿Armas de Hezbolá? Ni una a la vista. Y ni una para que recoja el ejército libanés. Porque cuando este augusto cuerpo de hombres cruzó el río Litani ayer, sus oficiales dejaron muy en claro que desarmar a Hezbolá no será tarea del ejército. Tampoco nadie estaba sorprendido en el Líbano. Después de todo, la mayoría de las tropas libanesas aquí son chiítas –como Hezbolá– y, en muchos casos, los soldados que cruzaron el Litani ayer son de los mismos pueblos del sur que los guerrilleros a los que supuestamente deben desarmar. En otras palabras, un típico acuerdo libanés.

De manera que, ¿en que quedó la Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU? Es verdad, los franceses están en camino –o se supone que están–. Por lo menos 1300 tropas francesas están en ruta por mar hacia Beirut, de acuerdo con el gobierno francés, y son los franceses –cuyo general Allain Pelligrini ya comanda la pequeña fuerza de la ONU aquí– quienes dirigirán el nuevo ejército internacional en el Líbano. Pero, ¿se supone que deben desarmar a Hezbolá? ¿O luchar contra ellos? ¿O sentarse en el sur del Líbano como una fuerza protectora de Israel? Los franceses todavía están exigiendo –y muy sabiamente– un claro mandato para su nuevo rol aquí. Pero el Líbano no brinda claros mandatos para nadie, menos que nadie, para los franceses.

El Líbano les dio a sus soldados la tradicional bienvenida de arroz y agua de rosas cuando pasaron sobre los puentes recientemente construidos por los militares sobre el río Litani en la madrugada de ayer. Algunos de los mismos habitantes del pueblo son los mismos que les dieron la tradicional bienvenida a los israelíes en 1982 y a Hezbolá después. Pero el ejército libanés representaba la paz en nuestro tiempo –por lo menos durante un tiempo– para aquellos que están todavía excavando los cadáveres de sus familiares muertos en el sur del Líbano.

Se veían bien en televisión; todos esos destartalados tanques T-54 del Pacto de Varsovia y los antiguos transportadores de personal Panhard sobre camiones, supuestamente regresando al lejano sur del Líbano por primera vez en 30 años. Por supuesto, no era cierto. Aunque no están desplegados en la frontera, miles de soldados libaneses han estado estacionados en las ciudades del sur desde la guerra civil, obedientemente cerrando los ojos a las actividades de Hezbolá, siempre y cuando ninguno de sus combatientes sea lo suficientemente maleducado como para conducir un camión lleno de misiles a través de sus puestos de control.

Entre esos soldados libaneses que estaban más familiarizados con el sur, estaban los miembros de la fuerte guarnición de 1000 hombres en la ciudad cristiana de Marjayoun, que huyó después de las pequeñas incursiones de Israel hace una semana. Y aquí, como dicen, está el quid de la historia. Porque su comandante, el ministro del Interior, brigadier general Adnan Daoud, acaba de ser arrestado por traición después de que la televisión israelí lo mostró tomando el té con un oficial israelí en las barracas de Marjayoun. Aun peor, la estación de televisión Al Manar de Hezbolá –que estuvo en el aire a través de esta última guerra a pesar de los mejores intentos de Israel de bombardearla y sacarla de su existencia– levantó la grabación israelí y la reprodujo en todo el Líbano.

Antes de su arresto, el general Daoud fue lo suficientemente osado como para contarle sus pensamientos a Lauren Frayer, una reportera de la agencia de noticias Associated Press que llegó a Marjayoun a tiempo para grabar las últimas palabras del general antes de su arresto. Los israelíes, dijo, “vinieron pacíficamente hasta nuestro portón, pidiendo hablar conmigo personalmente”. Un oficial israelí, que se presentó como el coronel Ashaya, conversó con Daoud sobre las futuras relaciones israelo-libanesas.

“Lo llevé a hacer una visita de nuestra base durante cuatro horas”, dijo el general. “Probablemente estaba en una misión de inteligencia y quería saber si teníamos a algún Hezbolá aquí adentro.” Pero una hora después de que el supuesto amigo israelí se fuera, los tanques israelíes se abrieron camino con proyectiles a través de los portones de la guarnición libanesa. Los soldados libaneses no devolvieron el fuego. En cambio, huyeron de Marjayoun, sólo para descubrir que su largo convoy, que incluía docenas de automóviles civiles, era atacado por pilotos israelíes que mataron a siete civiles, incluyendo a la mujer del alcalde.

En Beirut, todo esto quedó olvidado cuando el primer ministro libanés, Fouad Siniora, repitió que no habría más “Estados dentro de un Estado” y que Hezbolá dejaría el área al sur de Litani. Esta declaración cayó bajo la categoría de una “historia probable”. La mayoría de los miembros de Hezbolá no sólo viven en pueblos al sur del Litani sino que varios de sus oficiales dejaron en claro ayer que le habían dicho al ejército libanés que no buscara armas.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Militantes de Hezbolá cargan el ataúd de un camarada en Khiam, un bastión guerrillero.
Imagen: AFP
 
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