EL MUNDO › ALVARO NOBOA Y RUBEN CORREA SE ENFRENTAN EN UN REÑIDO BALLOTTAGE

Nerviosismo en el sector financiero

El repunte en los últimos días del candidato del centroizquierda se hace notar en la preocupación que evidencia el sector financiero, que lo acusa de impredecible e inexperto. Pero tampoco simpatiza con las prácticas empresariales del candidato derechista.

 Por Fernando Gualdoni *

Desde Quito

La incertidumbre se palpa en Ecuador con vistas a la segunda vuelta de las presidenciales que se celebran hoy. Los dos candidatos son el conservador y magnate bananero Alvaro Noboa y el izquierdista y “cristiano”, como se define a sí mismo, Rafael Correa. Noboa ganó la primera vuelta del 15 de octubre con casi cuatro puntos de ventaja, pero su rival ha acortado distancias. Al menos eso indica el nerviosismo del sector financiero. En todo caso, se anticipa una batalla electoral reñida. Ninguno de los dos candidatos convence a los ecuatorianos, que desde hace 10 años vienen eligiendo al menos malo y no creen que esta vez sea diferente.

Se dice de Noboa que es prepotente, que hizo declarar a su padre demente para quedarse con un imperio de más de cien empresas, que en sus plantaciones bananeras incumple todas las normas existentes para proteger los derechos laborales y que explota a niños. Estos son sus “puntos débiles”, políticamente hablando, aunque a sus adeptos sólo les gusta enfatizar que es un empresario exitoso y pragmático que puede sacar la maltrecha economía ecuatoriana adelante.

Hoy será la tercera vez que este hombre de 56 años dispute la presidencia del país andino y, como dice el dicho, él espera que la tercera sea la vencida. La propuesta del Partido Renovador Institucional de Acción Nacional (Prian), de Noboa, es entre populista y algo que se podría definir como liberal. Promete miles de viviendas, menos impuestos, control del gasto y un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Hace unos días, en Esmeraldas, dijo que convertiría a Ecuador en “un nuevo Disneylandia”.

A Correa también le llueven los piropos: malhumorado, caprichoso, improvisado y aventurero; pero esto último en el mal sentido, teniendo en cuenta que lo que pretende es dirigir el destino de 14 millones de ecuatorianos. Creó su partido, Alianza País, hace apenas un año y la única experiencia política de este economista de 43 años, con maestrías en Estados Unidos y Bélgica, es haber estado al frente de la cartera de Economía durante sólo cuatro meses en el actual gobierno de Alfredo Palacio, quien llegó a la presidencia tras el derrocamiento de Lucio Gutiérrez en abril de 2005.

El discurso de Correa es nacionalista y para muchos demasiado próximo al del presidente venezolano Hugo Chávez. No quiere pagar la deuda externa, no quiere un tratado comercial con Estados Unidos, pretende renegociar los contratos con las empresas extranjeras y, sobre todo, quiere reformar la Constitución para acabar con lo que él llama el “clientelismo” político. El nacionalismo de Correa también tiene una pizca de populismo: el fin de semana entregó una casa a una mujer y prometió muchas viviendas más financiadas con fondos públicos.

“Gane quien gane, lo tiene difícil”, explica el profesor Alexei Páez, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. “Noboa, si vence, logrará la mayoría en el Congreso aliándose, en principio, con el partido de Gutiérrez, tercero en la primera vuelta. Pero su modo autoritario de conducirse, su tendencia a manejar todo como si fuese su finca particular, causará un fuerte rechazo social”, dice Páez. “Correa no tiene apoyo parlamentario; si gana apenas podrá contar con seis o siete diputados de un total de cien. No podrá hacer ninguna reforma, y menos la constitucional, a menos que, echando mano del apoyo popular, fuerce al Parlamento a sancionar algunas de las leyes que él proponga desde el Ejecutivo”, concluye.

El candidato izquierdista ya cuenta con el respaldo de la Confederación de Naciones Indígenas del Ecuador (Conaie). Los indígenas son cerca del 20 por ciento de la población. “Los sindicatos de las grandes empresas públicas también apoyan a Correa, por oposición a Noboa, partidario de privatizar los servicios públicos”, explica el analista Walter Spurrier. En Ecuador existe lo que se conoce como “burocracia dorada”, conformada por los representantes de los trabajadores del petróleo y los servicios de electricidad, gas y teléfono. No son muchos pero sí muy poderosos.

Los sindicatos y los indígenas estuvieron a la cabeza de la protesta social que acabó con la presidencia de Gutiérrez, cuando Gutiérrez viró hacia el neoliberalismo y expulsó a los representantes del movimiento indígena de su gobierno.

Aunque las encuestas están prohibidas para esta segunda vuelta, las informaciones de los diarios nacionales sugieren que Correa también ha ganado adeptos entre los campesinos gracias a su oposición al tratado de libre comercio con Estados Unidos.

Este aparente repunte del candidato de Alianza País ha puesto nervioso al sector financiero local y foráneo y se ha reflejado en un aumento del índice del riesgo crediticio del país. “El proyecto de reforma constitucional de Correa huele a chavismo, y eso asusta a todos, no sólo a los mercados”, comenta Spurrier.

“Tenemos que elegir entre una alternativa cierta y una de alto riesgo. Noboa es la primera. Sabemos que es un político autoritario que jamás ha entendido la diferencia entre lo público y lo privado. Correa tiene un discurso un poco trasnochado, comete muchos errores y propone cosas inviables”, explica Fernando Bustamante, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad San Francisco de Quito.

El sufragio en Ecuador parece una apuesta a caballo perdedor, y lo peor es que el país lleva años votando así. Se suele decir que el estado de crisis permanente que vive este país comenzó con el derrocamiento de Abdalá Bucaram en 1997, que continuó con el golpe de Estado contra Jamil Mahuad en 2000 y se agudizó con la salida forzada de Gutiérrez hace un año y medio.

No obstante, si se mira la historia de Ecuador, se ve que la democracia ha estado en jaque desde el mismo día en que se acabó la dictadura militar, hace 28 años. En 1978, Asad Bucaram (tío de Abdalá) allanó el camino a la presidencia de su sobrino político, Jaime Roldós. Poco tiempo después, fue el propio Bucaram, el mayor opositor de Roldós, quien murió en un accidente de aviación antes de acabar su mandato.

A partir de ahí, todos los presidentes que se sucedieron –León FebresCordero, Rodrigo Borja y Sixto Durán Ballén– llegaron al poder con alianzas que se rompieron y que complicaron el cumplimiento de los plazos de los mandatos. A partir de aquí no duraron ni las uniones políticas ni los presidentes. Ha habido ocho mandatarios en los últimos 10 años.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Una mujer lee propaganda electoral de los candidatos en Recreo, provincia de Guayrás.
Imagen: AFP
 
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