EL MUNDO › 150.000 NIÑOS PODRIAN MORIR

Hambre y represión

 Por Vicente Romero

Desde Addis Abeba

Hay dos temas, uno político y otro social, que ponen especialmente nerviosas a las autoridades etíopes: uno, la brutal represión antiterrorista en el Ogadén; otro, la situación de hambre crónica agravada por el alza en el precio de los alimentos. El gobierno de Addis Abeba se obstina en negar las evidencias más dolorosas, desmintiendo las denuncias de distintas organizaciones humanitarias internacionales.

Human Rights Watch acusa a las fuerzas armadas etíopes de ataques sistemáticos contra la población civil del Ogadén –región por cuya disputa se libraron dos guerras con Somalia– y de cometer torturas y violaciones sexuales contra los centenares de detenidos que mantiene indefinidamente en cárceles como la de Godoy. Se trata de sospechosos de simpatizar con el viejo Frente de Liberación Nacional del Ogadén (FLNO), considerado como un potencial instrumento del terrorismo islamista en la zona desde que las tropas etíopes intervinieron en Somalia, con el beneplácito norteamericano, para derribar a un precario gobierno islámico. El ataque del FLNO contra las instalaciones petroleras chinas en Obole, causante de 75 muertos en abril del pasado año, desencadenó una durísima represión que supuso la expulsión de la Cruz Roja de la zona y el establecimiento de estrictos controles militares que obstaculizan la ayuda humanitaria de agencias de la ONU y ONG. Pero el gobierno de Addis Abeba es el más fiel colaborador de Wa-shington, Londres y Bruselas en la región, y se siente dotado de impunidad.

En cuanto a la penuria alimentaria, Unicef afirmó –en vísperas de la cumbre de Roma, en junio– que unos 150.000 niños etíopes estaban amenazados de muerte a muy corto plazo. Tal afirmación fue considerada humillante para un Estado que recibe dos mil millones de dólares anuales de sus poderosos aliados políticos occidentales. No se produjo un desmentido oficial, pero la diplomacia de Addis Abeba maniobró eficazmente para echar tierra encima del asunto, mientras el jefe del Estado etíope acudía como uno de los parientes pobres invitados a la estéril reunión del G-8 en Japón.

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