EL PAíS › ENTREVISTA CON EL HISTORIADOR E INVESTIGADOR PABLO VOMMARO

La política que empieza por el afecto

Tras investigar los movimientos piqueteros, Vommaro sostiene que la politización territorial se constituye a partir de amistades y vínculos personales. “No se puede entender la política sólo desde los partidos y los sindicatos”, dice.

 Por Laura Vales

Historiador, becario doctoral del Conicet, Pablo Vommaro investigó del 2001 al 2007 los movimientos piqueteros –con un seguimiento del MTD de Solano– y realiza en la actualidad una tesis sobre los jóvenes de las organizaciones de desocupados. Su contacto con estas experiencias le ha hecho descreer de los discursos que hablan de un reinado de la apatía política. Vommaro propone, en cambio, que hay que ajustar los ojos a una nueva realidad: “Hoy no se puede entender la política sólo desde los partidos y los sindicatos”, define.

–En su trabajo sobre el MTD de Solano, usted relata qué cosas hicieron a la gente ganar confianza. Le da mucho valor al afecto.

–Lo que apunté a analizar son los procesos de politización a nivel social y territorial. Trabajé en un barrio de Quilmes, buscando ver cómo se produjo su politización, que fue también la politización de la vida cotidiana, o sea de esferas que antes eran consideradas privadas. Tomé redes sociales, redes barriales que están hechas de vínculos de confianza o parentesco. Son redes de afinidad extrapolítica, pero que se transforma en política cuando se pone en juego algún tipo de disputa pública. Es decir, se pasa de tener una amistad, un vínculo de afecto o confianza a tomar la tierra para un asentamiento. Es en estos procesos donde intenté ver la politización que no se da a través del vínculo con el Estado, o de la discusión de grandes temas, ni por influencia de alguna institución partidaria, sino a partir de los vínculos próximos que se politizan. En el caso del MTD de Solano, que viene de la experiencia de la toma de tierras, encontré que en los asentamientos la afinidad religiosa era muy importante, pero era una religiosidad popular, no anclada solamente en la Iglesia Católica. También se puede mencionar la afinidad de paisanaje o de origen: los santiagueños, los paraguayos, los chaqueños, su afinidad por costumbres es un vínculo que también se va politizando.

–¿Cree que deberíamos incorporar estos elementos a lo que se entiende como político?

–Sí, creo que se debería incorporarlos si quiere leer la política hoy. Lo que intento es discutir la visión de que hay apoliticismo o apatía y también correrme de la mirada de que en los barrios sólo impera el clientelismo. Tanto la visión del clientelismo, que ve a las personas como sujetos pasivos que son manejados, como la visión política excesivamente estatalista, que deja de lado cuestiones familiares privadas, no dan cuenta de la política hoy.

–¿Por qué estos aspectos tomaron importancia?

–Por cambios que tienen que ver con el Estado, con la crisis de las instituciones de la modernidad, por una serie de cuestiones macro. Antes quizás se podía entender la política sólo desde los partidos y los sindicatos, pero hoy en día si no se incorporan estos elementos no se entiende, entonces aparecen visiones distorsionadas. Se cree que no hay participación, no hay compromiso, o que hay clientelismo o apatía, o se dice que se trata de grupos prepolíticos. Siguiendo a Alain Badiou y otros autores, defino lo que es política por tres o cuatro elementos fundamentales que estos vínculos cumplen. Primero, expresan un antagonismo o conficto social situado territorialmente o en un nivel concreto. En segundo lugar, hay organización y, en tercer lugar, hay una disputa pública.

–En la ciudad de Buenos Aires, sobre todo en el sur más pobre, hay mucha actividad barrial. Centros culturales, murgas, grupos de teatro comunitario, peñas, cooperativas. ¿Deberíamos valorizar su peso político?

–No todo es política, pero sí mucho de lo que menciona. Creo que los centros culturales, los grupos de arte callejero, son formas de expresar vínculos políticos, también algunas tribus urbanas. Si hay un conflicto, si existe organización, una expresión territorial y una construcción comunitaria, se está disputando algo de la esfera de lo político. Lo que sucede es que el conflicto social ya no se expresa solamente en la disputa por el Estado, por llegar a gobernar la Casa Rosada o la intendencia, sino que se expresa difusamente. Otro dato es que muchas de las sedes de estos movimientos son casas particulares. En Guernica, donde hay un MTD chico, esto se ve todavía más: es en la casa de Vicki donde funciona todo, es otro aspecto de una fusión de lo privado y lo público. Para mí, estos cambios deberían ser tomados por las políticas públicas, pero aún más por las organizaciones políticas.

–¿Cómo podrían hacerlo?

–Es difícil, porque deberían cambiar una serie de tradiciones en las que la construcción partidaria estuvo escindida del movimiento social. De todos modos, creo que quien lo ha entendido mejor es el peronismo. Desde esta lógica, las manzaneras fueron un paso en esa dirección. La manzanera es la respuesta a cómo politizar las capacidades femeninas del cuidado de los hijos, la alimentación, la salud, el afecto. Claro, el peronismo lo hace para dominar y controlar el conflicto, pero se puede hacer también para potenciar la propia fuerza, para generar el cambio social.

–Cuenta en su investigación que el MTD de Solano decidió abandonar los cortes de ruta. ¿Con qué consecuencias?

–Una consecuencia ambivalente o, mejor, dos o tres consecuencias que hicieron un claroscuro. La primera fue que perdió mística, porque el corte de ruta para los jóvenes era importante, lo veían como una posibilidad de realización personal y colectiva que no encontraban en otro lugar, era una posibilidad de disputar con la policía que no tenían individualmente. El palo y la capucha, que la clase media ve como algo atemorizante, funcionaba para ellos al revés, porque les daba valor, los unía e identificaba, eran todos uno. Cuando dejaron de hacer cortes yo entrevisté a muchos integrantes de los movimientos que cuestionaban esta decisión y pedían volver a la ruta, muchos. Un segundo elemento, este positivo, fue la posibilidad de reforzar el trabajo barrial. A partir de que no estuvieron tan ocupados en ir a la ruta, el MTD pudo profundizar su presencia en el territorio, ésa había sido una de las causas por las cuales tomaron la decisión de salir de la ruta. Una tercera consecuencia fue la pérdida de cierta visibilidad, con lo que perdieron también apoyos y en algunos casos fueron presa más fácil de la represión de la policía y de la coacción de los punteros, porque muchas veces es más fácil desarticular experiencias cuando no hay cortes de rutas que aglutinen y hagan visible el conflicto. Es decir, a veces la idea de conflicto se diluye si no hay un corte. Entonces, el MTD de Solano se achicó, de los seis barrios donde estaba quedó sólo en tres y con menos integrantes, pero sin embargo, los que continúan están contentos porque les permitió profundizar el trabajo barrial y no desgastarse en cortes de ruta permanentes. Están conformes. Dicen que lo que quieren es construir otra forma de vínculo social, “queremos otra forma de relacionarnos entre nosotros que no pase por la competencia, por la necesidad de pisarle la cabeza al otro, que no pase por los círculos de la droga”, que suele estar muchas veces vinculada a los punteros.

–¿Qué opina de que Macri quiera usar a la Policía Metropolitana para desalojar los cortes de calles?

–Que no va a funcionar. La calle, la ciudad como escenario de la protesta social llegó para quedarse. Creo que esto se inauguró con el Cordobazo, que fue la ocupación de toda la ciudad, no una marcha o un acto en una plaza. El 2001 lo reactualizó fuertemente. Este es un dato positivo, en el sentido de que hubo una reapropiación del espacio público por parte de los sectores excluidos, de los sectores populares. Claro que desde el poder esto es visto como algo amenazante, y aún más desde un poder reaccionario como el de Macri, porque a él no le importa que haya pobres, todo lo que le preocupa es que no se note. Con un pensamiento no exclusivo del macrismo: los otros días le escuchaba decir a (Alfonso) Prat Gay que hay muchos pobres pero que hay pobres que hacen emprendimientos, con una visión de que el buen pobre es el pobre dócil, el que se conforma con una changuita. Entonces, Prat Gay con una visión más humanista y Macri con una visión más reaccionaria están diciendo lo mismo, que “hay que ordenar”. Les importa el orden, no solucionar el problema social. Por eso, la Policía Metropolitana no va a tener éxito, podrá reprimir pero la ciudad va a seguir siendo escenario de la protesta social. ¿Qué más represión que la del 2001, con 35 muertos? Y sin embargo siguió habiendo cortes en el 2002, en el 2003, en el 2004, y hoy creen que la solución es hacer una policía para los cortes.

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“La Policía Metropolitana no va a tener éxito, la ciudad va a seguir siendo escenario de la protesta social.”
Imagen: Jorge Larrosa
 
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