EL PAíS › LA INVESTIGACIóN POR LA DESAPARICIóN DE ALFONSO SEVERO

Todavía sin datos concretos sobre el secuestro

 Por Irina Hauser

La investigación sobre la desaparición por veinticuatro horas de Alfonso Severo, cuando tenía que declarar en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra, pasará hoy a la Justicia porteña, a manos del fiscal José María Campagnoli. De acuerdo con los elementos analizados hasta ahora por el fiscal de Avellaneda Alejandro Rojas, no hay datos concretos que permitan dar con algún sospechoso. Por lo pronto, según un informe pericial, las imágenes tomadas por una cámara de seguridad en el lugar donde Severo declaró que fue secuestrado no registraron que por allí pasara ningún Renault Clio negro después de las doce de la noche ni ninguna escena donde una moto interceptara el andar de un auto. Los investigadores no descartan algún error en el reloj de la cámara o que Severo haya sido impreciso respecto del horario. Si no aparece ningún registro fílmico, a falta de testigos, se complica el avance de la pesquisa.

Hoy se reanuda el juicio oral por el homicidio del joven militante del Partido Obrero (PO). Severo pronto tendrá que dar su testimonio ante el Tribunal Oral Criminal 21 (TOC21), donde están acusados el sindicalista José Pedraza, su número dos, la patota implicada en la ejecución del ataque y siete policías. Ayer Severo volvió a hablar: “Yo sé que soy una boleta caminando, soy la crónica de una muerte anunciada. Me siento custodiado, pero a (John Fitzgerald) Kennedy también lo mataron. Soy cartonero al lado de Kennedy”. También anunció que en el juicio se referirá a personas que no están acusadas y que “siguen actuando en las mafias”. Lo relevante es lo que pueda ayudar a reconstruir el asesinato.

Al declarar sobre su desaparición ante el fiscal de Avellaneda, Severo la atribuyó a Alberto Trezza, un duhaldista que manejó la empresa Ferrobaires, donde él era gerente al ser despedido, en 2009. En la causa del homicidio de Ferreyra se presentó un día después de los hechos del 20 de octubre de 2010 –que no presenció– diciendo que habían baleado su casa en la noche. Lo asoció con cosas que sabía: que hubo una convocatoria a los ferroviarios para que se unieran a la patota armada que atacó a los tercerizados que querían cortar las vías. En un sector de la estación Constitución, añadió, había armas de la Unión Ferroviaria y un lugar de práctica de tiro, lo que la Justicia no constató. Estos días, en entrevistas, buscó desligar a Pedraza del caso Ferreyra.

Severo declaró el viernes pasado ante la Justicia que había salido en la medianoche del miércoles a visitar a su nieto. Iba en un Renault Clio de la remisería donde trabaja. Dijo que tomó la calle Sarmiento y dobló en Heredia, hizo dos cuadras y fue entonces que lo interceptó un hombre que manejaba una moto con la mano derecha y lo apuntaba con la izquierda. Describió que junto con un cómplice lo obligaron a bajar y lo subieron a una camioneta donde pasó más de 20 horas tirado en el piso, tapado con una goma, mientras le decían “no tenés nada que declarar, no jodas más con los ferrocarriles”, lo trataban de “buchón” y le dieron un golpe en una oreja. Los investigadores constataron que el teléfono de Severo se desconectó cerca de medianoche, pero el aparato no fue hallado. También analizaron las imágenes tomadas entre las 12 y la una de la mañana por una cámara de seguridad privada ubicada en la esquina de Sarmiento y Heredia. Pero entre unos 80 autos que pasan por allí no aparece ningún auto como el de Severo, hallado bien estacionado en la calle, en Gerli. Y las motos que se ven siguen derecho por Sarmiento, no doblan. Hasta donde chequearon los peritos, el reloj de la cámara estaba bien calibrado. Tampoco se descarta que Severo haya equivocado la hora. Todavía no hay datos suficientes que permitan dilucidar el episodio denunciado por Severo.

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