SOCIEDAD › EL SALDO PROVISORIO ES DE 153 MUERTOS Y 20 HERIDOS, LA MAYORíA DE GRAVEDAD

El día en que Barajas se convirtió en un infierno

El avión llevaba 166 pasajeros y 9 tripulantes desde Madrid a las Islas Canarias. El piloto había abortado un despegue por problemas técnicos. Dos horas después se desplomó al despegar y se incendió. Será difícil reconocer a las víctimas: la mayoría están carbonizados o mutilados.

Desde Madrid *

El vuelo JK 5022 entre Madrid y Las Palmas de Gran Canaria tuvo problemas desde el principio. Su salida estaba prevista para las 13.20. Pero algo iba mal y tuvo que abortar el despegue. Regresó al hangar, donde fue revisado y dos horas después enfiló de nuevo la pista 36 de la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid-Barajas. Eran las 14.28. Ascendió unos metros pero algo volvió a fallar. “Estamos hartos de verlos despegar y vimos que ese avión no ascendía, que algo le pasaba”, explicó uno de los técnicos de mantenimiento del aeropuerto. En el avión, un McDo-nnell Douglas-82 matrícula EC-HPP, viajaban 166 pasajeros y 9 miembros de la tripulación. Era un vuelo compartido entre Spanair y la aerolínea alemana Lufthansa. El saldo provisorio es de 153 muertos y 20 heridos, la mayoría de gravedad. Estaba sobrevendido y al menos dos pasajeros se quedaron en tierra. Volvieron a nacer.

Cuando el aparato había ascendido sólo unos metros el motor izquierdo se incendió. Cayó a la derecha de la pista y sus restos quedaron esparcidos en unos 200 metros. Lo poco que quedó del aparato cayó sobre un arroyo, sobre el que cruza la pista. Los restos del fuselaje acabaron en una zona con árboles: se incendiaron y varias columnas de humo eran visibles en pocos minutos desde diferentes puntos elevados de Madrid. El combustible que llevaba el avión –unas 15 toneladas– ardió y destrozó el aparato.

Los equipos de rescate que llegaron al lugar del siniestro describieron un espectáculo aterrador. “No queda nada que se parezca a un avión. Es lo más parecido que he visto al infierno. Los cadáveres estaban hirviendo. En el lugar del accidente hay un pequeño arroyo y estaba lleno de muertos”, explicaba un guardia civil aún tiznado de negro que acudió al aparato.

Juan fue otro de los primeros en llegar al avión: “El cuerpo del comandante lo sacaron casi entero, aunque carbonizado. Había cuerpos por todas partes, algunos desmembrados. Dos niños, de unos ocho o diez años, lloraban ensangrentados. “¿Dónde está mi madre?”, preguntaban entre lágrimas. El relato se produce una hora después del accidente en el punto en el que decenas de ambulancias esperaban a que Luis Ferreras, coordinador del servicio de emergencias, les diese paso. Este empleado salía abatido de la escena, con los ojos llorosos.

No todas las fuentes coinciden en por qué el comandante decidió abortar el primer despegue. Tres fuentes diferentes apuntan a que se detectó un problema en el mismo motor, que luego se averió. Sin embargo, la asociación de técnicos de mantenimiento sostiene que la causa del regreso fue un problema en el aire acondicionado y que fue resuelto antes de volver a tratar de despegar.

Pese a la gravedad del accidente, Spanair no aclaró demasiado en la conferencia de prensa que convocó a media tarde, en la que compareció el director comercial de la compañía, Sergio Allard, para mostrar “su apoyo a familiares y autoridades”. “Hasta que no demos la información a los familiares, no podemos comunicar nada sobre los pasajeros”, añadió el directivo a los periodistas.

Pero, cuatro horas después del accidente, apenas aportó algún dato sobre el siniestro o el estado de las víctimas. Las preguntas se chocaron de bruces con respuestas del tipo “no disponemos de esa información” o “no podemos especular”.

Los familiares de los pasajeros también protestaron por la escasa información que ofreció la compañía, inmersa en una grave crisis desde 2003 (ver nota aparte). Familiares de las víctimas se quejaban por la falta de información de Spanair, que los remitía de un lado a otro o a hoteles de los alrededores de Barajas. A las ocho de la tarde, seis horas después de la tragedia, incluso familiares de miembros de la tripulación desconocían si había algún sobreviviente entre el personal del vuelo y la compañía no facilitaba ninguna información.

Un piloto experimentado explica que dado que los aviones están preparados para despegar incluso con un solo motor, es probable que haya estallado. Un incendio o una parada en el motor hubiese sido, en principio, menos grave, pero al llevar los MD los motores en la cola, el estallido de uno de ellos desestabiliza de modo dramático el aparato. El despegue es el momento más crítico para un vuelo, cuando el avión va cargado de combustible y la falla de uno de los motores puede ser fatal, no como ocurre en vuelo. Spanair tenía previsto sustituir los MD, aunque el miércoles no aclaró si el siniestrado estaba en ese plan.

Hospitales al tope

Fernanda llega al hospital Ramón y Cajal de Madrid, uno de los más cercanos al aeropuerto. Su hermana, trabajadora de emergencias, está ingresada con quemaduras, una pierna y una costilla rotas. Se salvó porque salió despedida del avión. Antes del accidente había telefoneado a Fernanda para contarle que el avión se retrasaba.

En el Hospital del Niño Jesús (uno de los centros infantiles de la capital de España) está uno de los niños sobrevivientes. “Ha sido un milagro del cielo. ¡Sólo tiene una pierna rota!”, le cuenta por teléfono una enfermera a un amigo. Están a punto de operar al chico. El hospital está buscando a los padres.

Varios tripulantes de Spanair lloran en la sala de espera del hospital de La Princesa. Una compañera suya iba de azafata en el vuelo. “Es un desastre.” Mientras esperan a que los médicos les den noticias, los llaman por teléfono para contarles que otro de los tripulantes, también amigo de todos ellos, ha muerto.

El aparato pasó la revisión anual el 25 de enero por personal propio de la compañía y desde entonces no ha registrado incidencias. Tenía 15 años de antigüedad y llevaba nueve años volando para Spanair. Fuentes del sindicato de pilotos explicaron que el comandante del avión, Luis Luna Gil, “era veterano” y tenía ocho años de experiencia de vuelo con este modelo, muy utilizado por las compañías aéreas. Durante varias horas el aeropuerto de Barajas estuvo cerrado al tráfico para que los helicópteros de emergencia que transportaban agua pudieran apagar el gran fuego producido al incendiarse el combustible.

Como los fallecidos ayer, unas 1800 personas han muerto en grandes siniestros de la aviación en España desde 1970. El aeropuerto de Barajas no había sufrido un accidente con muertos desde el del 7 de diciembre de 1983, que causó 93 víctimas. El caos en Barajas fue total durante varias horas. En la torre de control los controladores seguían al final de la tarde del miércoles apenados, en silencio.

Un escenario dantesco

Poco después de las siete de la tarde, fuentes desplazadas al lugar del accidente describían así la situación: “Hay cadáveres por todos los lados y también se aprecia el de un niño. Había dos, y es muy posible que el otro también esté entre los fallecidos, aunque muchos cadáveres están carbonizados”, destacó la fuente, sobrecogida por la escena. Describió así el estado del avión: “El fuselaje está fragmentado. Una parte del fuselaje ha caído sobre el arroyo. Poco antes de las 20, los equipos de rescate levantaron lo que quedaba. “Han salido a flote varios cadáveres que había debajo”, declaró una fuente presente en el lugar. “Por el momento, faltan 25 cadáveres por localizar.” El juez de guardia de Madrid, Javier Pérez, ordenó la presencia en el lugar de los hechos de un equipo de submarinistas de la Guardia Civil para rastrear el río.

Fuentes judiciales explicaron que muchos indicios apuntan a que pudo haber “un error humano” en este siniestro. Poco antes de las siete de la tarde, comenzó el retiro de cadáveres del lugar del accidente. Los cuerpos completos, “alrededor de 50, muchos de ellos carbonizados y otros no, fueron los primeros en ser retirados del lugar del accidente y trasladados al pabellón de un recinto ferial de Madrid, el mismo lugar al que fueron trasladadas las víctimas de los atentados a los trenes de Atocha, el 11 de marzo de 2004.

Los equipos de rescate, tras recibir autorización del juez de guardia, comenzaron a evacuar luego los restos de las demás víctimas. “Es impresionante, hay trozos de cadáveres en un amplio perímetro en torno al avión”, describieron.

Miembros de la Dirección General de Aviación Civil se presentaron en el lugar del siniestro y pidieron permiso al juez para investigar las causas del accidente. Fuentes judiciales adelantaron que las tareas de identificación de casi un centenar de víctimas iban a resultar complicadas debido al estado de muchos de los cuerpos: mutilados y, en no pocos casos, también carbonizados.

El decanato de los juzgados de Madrid, que dirige el juez José Luis González Armengol, activó el miércoles el plan para catástrofes, similar al que se desplegó tras los atentados del 11-M. Dado el período vacacional, logró movilizar a una veintena de forenses para que se trasladasen al recinto ferial e intervenir en las tareas de identificación de los cadáveres.

* De El País de Madrid. Especial para PáginaI12.

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El avión cayó en una zona boscosa, cerca de un arroyo, y muchos cuerpos fueron rescatados del agua.
Imagen: EFE
 
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