SOCIEDAD › POLéMICA POR LA CONDENA A UN GENDARME QUE MATó A UNA CHICA

Ocho años, insultos y críticas

Un tribunal condenó a la mínima pena posible a un gendarme que mató a una adolescente en la Villa 31. La familia pedía perpetua y dice que no se tuvieron en cuenta los agravantes por ser uniformado. Sostiene que así se alienta el gatillo fácil.

Judith Giménez era una hermosa morocha de ojos y labios alargados y nariz chata. Vivía en la Villa 31, en Retiro, donde también trabajaba atendiendo un lavadero que funcionaba dentro del comedor Los Bronquitos. Tenía 16 años cuando fue asesinada de un balazo en la nuca disparado por Federico Ramón Sandoval, un gendarme de 26 que la pretendía. Ayer, en medio de una audiencia convulsionada, los jueces lo condenaron a la pena mínima de ocho años de prisión. Cuatro año menos de lo que había pedido el fiscal Eduardo Marazzi, quien consideró que “es un muchacho joven y tiene mucho futuro por delante”.

“El Código Penal permitía al fiscal pedir hasta 33 años de condena. Estamos muy disconformes”, comentó José Vera, abogado de Gumersinda, madre de la joven. Los familiares de la joven y las Madres del Dolor fueron menos diplomáticos. “Asesinos, cómplices, encubridores”, les gritaron al cabo de la sesión al acusado y a los jueces Enrique Alvarez Aldana, Enrique Pose y Floreal De Laurentis del Tribunal Oral en lo Criminal 11, en Lavalle 1171.

“Yo ya me venía preparada para esto. No puede ser que el fiscal que defiende a la víctima tenga esas palabras para el imputado”, comentó al respecto la madre de Judith, que también criticó a los jueces cuando se conoció el veredicto. “Una vez que se termina la audiencia tenemos todo nuestro derecho de insultarlos, ¿o no?”, se atajó.

Judith fue asesinada el 24 de junio del año pasado, a 20 metros de su trabajo. El entonces gendarme Sandoval la había esperado toda la noche en el comedor, mientras cenaba y tomaba cerveza. Se habían conocido en una fiesta, pero nunca habían vuelto a hablar. Por extraño que resulte, luego de dispararle (a corta distancia) en la nuca, el asesino no recogió el casquillo de la bala ni se ocultó ni escapó. Cuando lo apresaron al otro día en el edificio Centinela, Sandoval aseguró ser inocente aunque no negó que el casquillo de la bala era suyo. “Maté una rata”, fue su única explicación.

Durante el juicio, la abogada defensora insistió en que el ex gendarme estaba borracho y no era consciente de sus actos, por lo que pidió la absolución o lo pena mínima (una condena de tres años). En cambio, el abogado de Gumersinda Giménez insistió en que “el fiscal Marazzi no tuvo en cuenta como agravantes que Sandoval es un funcionario público, ni que usó un arma provista por el Estado, ni que fue capacitado para defender la vida y bienes de los ciudadanos. Tampoco registró la alevosía porque la bala entró por la nuca”.

“El fallo es una vergüenza –continuó Vera– y vamos a apelar no sólo en los tribunales nacionales sino también en los internacionales. Este es otro tipo de impunidad: la del gatillo fácil y las penas mínimas. Con este veredicto, los jueces les están dando un mensaje de impunidad a las fuerzas de seguridad: ‘Si matan van a tener una pena distinta a la que estipulan las leyes’.”

Luego de escuchar el veredicto y acompañada de treinta Madres del Dolor, la madre de Judith permaneció sobre la vereda de la calle Lavalle frente a las puertas del tribunal gritando de viva voz. Minutos antes había escuchado cómo el asesino de su hija pedía la última palabra para agradecer el apoyo brindado por su defensora oficial y por los jueces. “No fue capaz de pedirme disculpas por lo que hizo”, relató indignada. “El dijo que mató a una rata, yo lo considero a él como una laucha asesina. Mientras yo esté viva y en pie, voy a recordarle lo que hizo. Seré la sombra de sus pasos.”

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La madre de Judith Giménez se queja de los jueces del tribunal y del propio fiscal.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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