SOCIEDAD › CUATRO ACUSADOS POR EL ASALTO AL BANCO RIO DE ACASSUSO SERAN JUZGADOS A PARTIR DE MAÑANA

Juicio al robo del siglo

Hace cuatro años, una banda tomó rehenes en el Banco Río. Fue para cubrir el robo a las cajas de seguridad y ganar tiempo para el escape. Un gran botín, nunca precisado, una huida con gomones por los canales pluviales y varios misterios que aún se mantienen intactos.

 Por Raúl Kollmann

Es casi seguro que en el juicio que empieza mañana no se develen los dos grandes misterios que quedaron del robo al Banco Río de Acassuso. El primero –y tal vez principal– es dónde está la gran parte del botín que oscila, como mínimo, en unos 15 millones de dólares y, como máximo, en 30 millones de la moneda estadounidense. Página/12 accedió incluso a personas muy cercanas de la banda y, por supuesto, afirman que una parte importante se la quedaron policías que les cobraron un enorme peaje en el momento de la detención. Sin embargo, aunque eso parece cierto, todo indica que al menos dos participantes del robo –uno detenido y otro no– guardan parte del fantástico botín. El segundo misterio es quién fue el verdadero jefe de la operación. Por de pronto, al que apuntan los fiscales, el uruguayo Luis Mario Vitette Sellanes, no estará mañana en el banquillo de los acusados. Al juez no lo convencieron las pruebas. Pero hay muchos que apuntaron, como gran cerebro, a un abogado –se recibió en la cárcel– de la zona de San Justo, José Luis Estévez, quien fue parte de la superbanda de los años ‘80. El juez Rafael Sal Lari y la Cámara no convalidaron las acusaciones en su contra, aunque aún hoy hay participantes del robo al Banco Río que le tienen terror.

Cuatro personas serán juzgadas por el audaz golpe del 13 de enero de 2006, hace justo cuatro años. Una banda tomó rehenes en el Banco Río de Acassuso para simular el robo a las cajas de seguridad. La toma duró siete horas. Cuando la policía entró, descubrió que los ladrones habían huido. Después se supo que fue mediante gomones por los canales pluviales. Toda la operación contó con una gran inteligencia y un trabajo de ingeniería impresionante. En el banquillo de los acusados estarán sentados mañana:

- Rubén Alberto De la Torre: Un veterano con más de veinte años de cárcel encima. Es el más comprometido. En primer lugar, porque su pareja, Alicia Di Tullio, fue la que primero aportó el relato que llevó a las detenciones y contó que El Beto fue parte de la banda. En aquel momento lo hizo, despechada, porque De la Torre se fue con otra mujer. En un departamento vecino al de su hijo se encontraron, en un bolso, 678.000 dólares, además de 80.000 pesos y 28.700 euros. Además, compró dos propiedades y dos autos, pero los que le dio a su amante eran más valiosos que los que le dio a su mujer, por lo cual esta última estalló. Lo detuvieron cuando se estaba por fugar al Paraguay con Silvia Liliana Fernández, mucho más joven que él.

- Sebastián García Bolster, el ingeniero, que se supone fue el que organizó la construcción del túnel por el que huyeron los ladrones. Los fiscales afirman que compró una propiedad por más de 100.000 dólares y pocos días después de su detención se presentaron en la fiscalía de Jorge Apolo dos amigos que devolvieron 69.000 dólares y 67.000 dólares que, según ellos, García Bolster les había dado para guardarlos. Por otra parte, El Ingeniero –en verdad, era maestro mayor de obras– resultó ser dueño de una camioneta Daewoo celeste que estuvo todo el tiempo en la esquina de Tres Sargentos y Dardo Rocha, en San Isidro. Por una boca de tormenta ubicada allí, se supone que la banda ingresaba en los túneles de alcantarillado desde los cuales construyeron el túnel que les permitió huir.

- Fernando Araujo fue reconocido por el policía que custodiaba el banco y, además, junto con García Bolster quedaron registrados, en noviembre de 2004, sacando fotos dentro del Río de Acassuso. En aquel momento la guardia de seguridad y el policía de la sucursal hicieron un acta. A partir de aquel incidente no sólo quedó en claro que Araujo fue parte de la banda, sino que el robo se planificó con más de 14 meses de antelación.

- Julián Zalloechevarría, El Gordo, participó de una de las maniobras más hábiles de la banda. Tenía una camioneta Volkswagen, le hicieron un agujero en el piso y la pusieron sobre la boca de tormenta el día del robo. De esa manera subieron el botín sin que nadie se diera cuenta. Varios testimonios involucran al Gordo, sobre todo vecinos que vieron la camioneta ubicada. Además, tenía un extenso prontuario y registra llamadas con todos los demás integrantes de la banda.

Uno los problemas que afrontarán los fiscales en el juicio es que, tal vez, una testigo clave como Alicia Di Tullio se retracte de todo lo que dijo. Ya lo hizo en el expediente diciendo que mintió por despecho. Sin embargo, ahora hay alguna duda. Le pusieron un efectivo policial para custodiarla –porque habían secuestrado a su hijo de 12 años– y, según dicen, terminó en pareja con su custodio. Al mismo tiempo, De la Torre le inició una causa penal porque supuestamente quiso quedarse con algunos bienes. Aun así, lo más probable es que Di Tullio no declare contra su ex pareja, pese a lo cual las evidencias contra De la Torre no serán fáciles de desmontar para su abogado, Ernesto Vissio.

La convicción de los fiscales es que uno de los cabecillas de la organización, además de De la Torre, fue el uruguayo Luis Mario Vitette Sellanes. Sería el hombre de traje gris que entró en el banco comandando al grupo, daba las instrucciones y fingía la negociación con los policías que estaban afuera. Pidió pizzas y gaseosas para que los jefes de la Bonaerense que tenían rodeado el banco pensaran que ya se iban a entregar y que eran ladrones de medio pelo. De esa manera, ganaron tiempo mientras violentaban las cajas del banco y huían por una habitación del subsuelo y el túnel que llevaba al caño mayor de desagüe. Desde que la banda salió del banco y hasta que la policía entró pasaron nada menos que seis horas: todo ese tiempo se pensó que los delincuentes estaban adentro de la sucursal con los rehenes. Vitette Sellanes fue reconocido por algunos de los rehenes y además se le encontraron dos fotografías con la vestimenta, los bigotes y la peluca que luego usó en el robo.

En Uruguay, Vitette se compró un auto deportivo, pero nada más. No se percibió un cambio muy notorio en su nivel de vida. Lo asombroso es que en marzo de 2009, después de ser excarcelado, Vitette fue detenido otra vez, robando en un lujoso edificio de la avenida Figueroa Alcorta con una modalidad que ya había utilizado antes, el escruche, o sea el acceso a las viviendas falsificando llaves o violentando cerraduras. Hoy El Uruguayo está preso en el penal de Marcos Paz y aquel robo pareció una evidencia de un rumor bastante extendido: la mayor parte del botín quedó en dos o tres manos, y parece que a Vitette lo traicionaron en el reparto. Una fuente muy vinculada a la banda sostiene que el secuestro del hijo de De la Torre y Alicia Di Tullio, un chico de 12 años, fue orquestado por una parte de la organización reclamándole dinero a los que se quedaron con la gran parte del botín. Eso sigue sin estar del todo claro, pero los protagonistas creen que es así.

Los rumores sobre el papel que jugaron algunos de los jefes policiales en la investigación fueron fuertes. El máximo responsable de la pesquisa, el comisario Osvaldo Seisdedos, fue pasado a retiro dos meses después del robo. Pero las versiones siempre señalaron que hubo “corte de boleto”, es decir que se les cobró a los delincuentes por dejarlos huir o aliviarles las pruebas. Los fiscales siempre pensaron que Vitette Sellanes y el abogado Estévez tuvieron un papel decisivo en la operación. Sin embargo, El Uruguayo fue y vino varias veces desde su país y a Estévez nunca pudieron comprometerlo con las pruebas. El juez Sal Lari rechazó una y otra vez los pedidos de los fiscales y la Cámara tampoco cambió sus decisiones en esta materia. Estévez desapareció de los lugares que solía frecuentar durante un tiempo, pero distintas fuentes le dijeron a este diario que ahora está trabajando como abogado en la Zona Oeste. En cualquier caso, sigue vigente la sospecha de que gente de uniforme se quedó con una parte importante del robo.

Según la investigación oficial, los ladrones se llevaron unos ocho millones de dólares. De ese total, judicialmente se afirma que se recuperaron dos millones, aunque ahí entran joyas y relojes. Sin embargo, casi todos los especialistas creen que el botín fue muchísimo mayor: no menos de 15 millones de dólares y algunos hablan hasta de 50 millones.

Una fuente muy cercana a la investigación del robo de los boqueteros en el Banco de Crédito Argentino, en Las Heras y Callao, en enero de 1997, calculó que el botín en aquel caso fue de 18 millones de dólares. Fueron 161 cajas violentadas. En Acassuso las cajas robadas fueron 147. Y el poder adquisitivo de ambos barrios –Recoleta y San Isidro– parece similar. Pero, además, en el departamento contiguo al del hijo del Beto De la Torre se encontró un bolso con 678.000 dólares y en otro bolso, mucho más chico, dentro de un carro de bebé, se detectaron otros 150.000. Si se tiene en cuenta que los delincuentes huyeron en dos gomones, uno bastante grande y uno algo más chico, la lógica indica que tuvieron capacidad –comparativamente– para llevarse una enorme cantidad de bolsos. Es más, hay algún allegado a la banda que afirmó ante este diario que, en verdad, los gomones fueron tres. Uno quedó enganchado en el dique dentro del canal subterráneo que utilizaron para huir. El segundo, el más grande, se encontró en el Río de la Plata bastante después. El tercero, si es que existió, no se encontró nunca.

Habrá que ver si todo lo que rodeó al espectacular robo aflora en el juicio oral que comienza hoy. Quienes se van a sentar en el banquillo de los acusados no parecen tan sofisticados como para haber escrito aquella frase que dejaron en la pared de la habitación del subsuelo por la que huyó la banda: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata, no amores”.

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Imagen: Rolando Andrade
 
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