SOCIEDAD › LAS TRADICIONES PARA DESPEDIR EL AñO VIEJO Y RECIBIR EL NUEVO EN CHINA

Abundancia y dragones

Para el calendario chino, esta semana comienza el 4713, Año de la Cabra de madera, algo que Buenos Aires celebra desde ayer, con actividades en Barrancas de Belgrano. En China, la renovación incluye un país atravesado por viajes y comidas con peso simbólico.

 Por Soledad Vallejos

En Buenos Aires, los festejos ya están desatadísimos desde ayer (ver aparte), pero en China el 4713, Año de la Cabra de madera, no comenzará hasta el jueves. El 19 es la señal de largada para los 15 días ininterrumpidos de celebraciones (con familiares de una rama, con familiares de la otra, con amigos, en la casa, en la calle) codificadas por siglos de tradición y que terminarán, al cabo de las dos semanas, con la Fiesta de los Faroles, el evento nocturno que llena de lucecitas los cauces de agua. En un país acostumbrado a las migraciones que no miden kilómetros, porque tanto pueden llevar a sus ciudadanos de pueblo en pueblo, como de ciudad en ciudad o de país en país, son ley los reencuentros anuales y el respeto por el festejo lleno de deseos.

¿Deseos? Son lo primero, enseña Liliana Kuo, una arquitecta nacida en China, criada en la Argentina y que forma parte de la Fundación Muralla Dorada. A su lado, asiente Ana Chen, la comerciante china y vicepresidenta de la entidad que preside el también comerciante Huan Jing. En China, al Año Nuevo se lo recibe con papeles rojos a los lados de las puertas: en cada papel hay un deseo. “Son frases clásicas, hablan de paz, fortuna, felicidad”, explica. Agrega que el deseo es sencillo: “Que todo vaya bien”, “Que todos los años haya abundancia”.

La noche anterior al día en que se despide al Año Viejo con una cena familiar, los jóvenes hacen rancho aparte. Hermanos, amigos, primos, matrimonios jóvenes sin hijos o con hijos pequeños se reúnen en las casas. Con juegos, charlas, juegos, tratan de mantenerse despiertos el mayor tiempo posible, porque de acuerdo con la tradición, el tiempo de su vigilia tendrá efecto sobre las vidas de sus mayores. Cuanto más aguanten despiertos, más tiempo sumarán a la vida de sus seres queridos. Para descansar tendrán toda la jornada siguiente, por lo menos hasta la noche.

El comienzo del Año Nuevo es un evento familiar y doméstico. Primero, todos los integrantes de la familia deben arribar. “La celebración dura quince días porque en China la gente viaja mucho de un lugar a otro”, dice Kuo. “Mucha gente vuelve a sus casas, y de hecho, el mayor flujo de gente viajando se da en Año Nuevo. Incluso mucha gente que se ha ido a otro país a trabajar vuelve a China para empezar el año. No hay que olvidar que en China hay muchas etnias: 56 oficiales y unas 150 extraoficiales, digamos, que conforman pueblos muy pequeños pero funcionan como etnias”, explica Kuo.

La mayoritaria de las etnias oficiales, la Han, que congrega más del 90 por ciento de la población, “es tradicionalmente nómade, es muy de viajar para buscar mejores trabajos y para mejorar su vida. No los últimos 10, 20 años: siempre”. Entonces, para terminar un ciclo y comenzar otro, regresan: de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, desde otros países hacia China. La tradición más clásica ordena una secuencia basada en las relaciones entre mujeres y varones: los matrimonios deben pasar la noche de Año Nuevo con la familia del marido y recién al día siguiente pueden celebrar con la familia de la mujer.

Las indicaciones piden algo más: no se puede despedir al tiempo que termina y recibir el que comienza si antes no se limpió en profundidad la casa. “Hay que sacar lo que no sirve y recibir el Año Nuevo con cosas nuevas. Las malas ondas, las cosas viejas, se sacan antes para poder recibirlas”, dice Kuo. Con la casa reluciente y predispuesta a novedades, se reúne a cenar la familia, las más de las veces en el sentido más extendido posible del término, sin importar cuántas personas eso implique.

Se come shui jiao (pequeños ravioles que pueden ser hervidos o hechos al vapor y están rellenos con cerdo), porque tienen forma de lingote de oro chino, y pueden atraer buena fortuna. No pueden faltar los fideos, que deben ser largos, interminables y jamás cortados, porque encarnan el curso de la vida: cuanto más largos, más auspiciosa. En toda mesa hay, además, un plato de pescado: en chino, “pescado” es una palabra que suena igual a “abundancia”. También se come un postre basado en arroz glutinoso y en forma de bolitas. “En China, lo redondo es algo completo, lindo. Simboliza la unión familiar, y eso es importante”, explica Kuo.

¿Y luego? Dos largas semanas de traslados, comidas, brindis, reencuentros. Al cabo de esos quince días, con la primera luna llena del año, miles de linternas de papel (o de seda, o aun de cristal) encendidas iluminan las casas, las calles, los desfiles y últimos festejos antes de que recomience la rutina de cada año y las familias vuelvan a donde pasarán los siguientes doce meses. Es la Fiesta de los Faroles. “Los chicos prenden faroles y salen a la calle para espantar los malos espíritus y la oscuridad. Los faroles después se dejan en los ríos, para pedir deseos. En las ciudades, también, porque la mayoría de las ciudades chinas tiene ríos no tapados. Siempre hay un lugar para dejar correr la luz.”

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Imagen: Bernardino Avila
 
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